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Reportaje:

Los 'picasso' del MNAC deslumbran

Catherine Hutin, hijastra del artista, deposita durante un año ocho magníficos óleos en el museo que se suman al cuadro que le ha comprado el Estado por cinco millones de euros

Sorpresa y de las buenas. Los ocho cuadros de Picasso que su hijastra, Catherine Hutin, ha depositado en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) son de primer orden. Difícil saber con cuál quedarse, si con la delicada Naturaleza muerta con frutero (1920) de un cubismo sintético tardío; con la violencia sexual de El beso (1928), en plena etapa surrealista, o con el casi caricaturesco Retrato de Nush Eluard (1937), con la típica distorsión del llamado estilo Picasso. Las otras obras incorporadas son Hombre en una butaca (1917), Cabeza (1928), Cara (1929), El beso (1929) y Retrato de Dora Maar (1939), pieza esta última que se incorporará al museo a principios de marzo, ya que ahora participa en una exposición en el Museo Picasso de Málaga. Las ocho obras acompañan en una sala monográfica la adquisición: Mujer con sombrero y cuello de piel (Marie-Thérèse Walter), de 1927, que el Estado ha comprado, a través del sistema de dación, por cinco millones de euros. Para ello, la empresa Abertis ha comprado el cuadro y posteriormente ha pagado con él parte de su Impuesto de Sociedades.

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"Es un día muy importante para nosotros porque incorporamos una obra de Picasso a la colección y, además, es la primera vez que el Estado deposita una dación en museos fuera de la capital", recordó ayer Narcís Serra, presidente del patronato del MNAC. Serra recalcó que el objetivo es incorporar también obra de otros artistas relacionados con Cataluña, "como Dalí, Miró, Clavé o Tàpies", aunque "en cada caso se utilizará un sistema diferente".

La coleccionista discreta

Las obras se presentaron ayer en el MNAC en un acto al que asistieron, entre otros, el presidente de la Generalitat, José Montilla, el alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, el director general de Bellas Artes del Ministerio de Cultura, Julián Martínez, y el consejero delegado de Abertis, Salvador Alemany. Con todo, la protagonista del día fue, sin duda, Catherine Hutin, una mujer poco dada al protagonismo que parecía sentirse muy incómoda siendo el objetivo de las cámaras.

"Veinte años de colaboración anónima que ahora salen a la luz", le comentaba, cómplice, Maite Ocaña, directora del MNAC y amiga de la que es, seguramente, la mayor coleccionista privada de la obra de Picasso. De hecho, según se supo ayer, unas 40 obras de Hutin se han exhibido a lo largo de todo el año en el Museo Picasso de Barcelona en la nueva presentación de la colección que llevó por título La nueva mirada. "Yo no soy vedette ni nada", decía ayer. "Ayudo a todos porque he tenido la suerte de heredar estas obras de mi madre y quiero contribuir a que otros puedan verlas, pero no quiero protagonismo, prefiero estar entre bastidores".

Así ha estado durante muchos años esta mujer que tuvo su primer contacto con Picasso a los cuatro años. Corría el año 1953 y el artista se enamoró de una joven de 27 años, Jacqueline Roque, con la que compartió su vida hasta el año de su muerte, en 1973. No quiso entrar a hablar de su relación con el artista, aunque sí señaló que era "muy cariñoso y protector", destacando que excepcionalmente la dejaba salir sola de vacaciones en España con sus amigos, entre ellos Gustavo Gili y su esposa, a los que calificó como "mi segunda familia".

A la muerte de Jaqueline, que se suicidó en 1986, se convirtió en la heredera de una impresionante colección de obras del artista. Catherine Hutin vivió cuatro años en Madrid, donde trabajó en la galería de Juana Mordó, y conoce muy bien España, con cuyos museos ha ido colaborando de forma discreta durante estos años. Ayer indicó que tiene proyectos "para A Coruña y Vigo" y mandó agradecimientos a sus amigos de Madrid y Barcelona. También felicitó públicamente el cumpleaños a "una joven amiga de 87 años de A Coruña" que, dijo, "sabrá reconocerse".

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