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Reportaje:MEMORIA HISTÓRICA

El regreso de Julián Grimau

La figura del fusilado dirigente comunista vuelve a la luz pública tras la petición de rehabilitación del Senado

La familia está harta. Los Grimau han luchado mucho y han sufrido mucho, en silencio, durante años. No es extraño que no quieran hablar ni prestarse a ningún tipo de espectáculo", comenta un amigo de la familia de Julián Grimau, el histórico dirigente comunista fusilado al amanecer del 20 de abril de 1963. Y eso que ahora, tras más de 40 años de desesperanza, la familia ha obtenido un pequeño/gran éxito: el Senado aprobó el pasado martes una moción en la que insta al Gobierno "a proceder a la rehabilitación ciudadana y democrática de la figura de Julián Grimau, víctima de la represión franquista". La iniciativa, propuesta por IU, fue apoyada por todos, excepto el PP.

"Fue ejecutado a las cinco de la madrugada, ante los faros de unas camionetas. Los reclutas del pelotón de fusilamiento estaban muy nerviosos. Dispararon 27 balas, pero el oficial al mando tuvo que rematarle con tres tiros de gracia. Nunca lo olvidaré", recuerda hoy el abogado Alejandro Rebollo, que siendo capitán actuó como defensor de Grimau.

"Antes de ser fusilado, Julián me habló mucho de la reconciliación", recuerda su abogado, Alejandro Rebollo
La viuda y las dos hijas del dirigente del PCE llevan décadas luchando sin ruido por limpiar su memoria
"El juicio fue una burla a la verdad. Vulneró hasta las leyes ilegales del franquismo", dice el senador Cuenca

¿Quién fue Julián Grimau García? Un hombre que en su juventud militó en la izquierda republicana; que ingresó en el Partido Comunista de España (PCE) pocos meses después de estallar la Guerra Civil en 1936; que ingresó en los cuerpos de seguridad de la República; que al acabar la contienda se exilió a Latinoamérica y Francia; que en 1954 fue elegido en Praga miembro del Comité Central del PCE; que en 1962 fue detenido y que, tras un consejo de guerra sin garantías, fue condenado a muerte. El régimen de Franco no tuvo piedad: Grimau fue ejecutado.

Grimau había sido detenido el 7 de noviembre de 1962 en un autobús de Madrid en el que sólo viajaban él y dos hombres más (dos agentes de la temible Brigada Político-Social). Durante los interrogatorios, cayó por una ventana desde un segundo piso, se golpeó en la cabeza y se fracturó las muñecas. El Ministerio de Información y Turismo, que entonces dirigía Manuel Fraga Iribarne, sostuvo que el preso se había tirado al vacío de forma "inexplicable", tras encaramarse a una silla. Nadie creyó esta explicación y siempre flotó la sospecha de que había sido arrojado al vacío por sus torturadores.

El dirigente comunista fue encausado por el régimen franquista por sus actividades como policía de la Brigada de Investigación Criminal durante la Guerra Civil. Estas supuestas actividades ya habían prescrito, al haber transcurrido más de 25 años desde el final de la guerra. Sin embargo, la dictadura se valió de una añagaza: lo acusó de un delito continuado de rebelión contra el Movimiento, así como de torturas y asesinatos en una checa (centro de detención político) de la plaza de Berenguer el Grande de Barcelona. Las imputaciones nunca fueron probadas.

El juicio sumarísimo, celebrado el 18 de abril de 1963, estuvo lleno de irregularidades: los testigos declararon que conocían sólo de oídas los supuestos crímenes del encausado; y ejerció de ponente un impostor que nunca estudió Derecho, Manuel Fernández Martín, que, para mayor ironía, era secretario del entonces ministro del Ejército, el general Pablo Martín Alonso. Además, no fueron tenidos en cuenta los alegatos del abogado Rebollo, el único presente en la sala que era abogado.

"Yo no conocía a Grimau. A mí me designó como su defensor porque quizá le habían hablado de mí otros militantes del PSUC, compañeros suyos de prisión, a los que yo había defendido", dice hoy Rebollo, de 72 años, que, corriendo el tiempo, fue presidente de Renfe y diputado por el CDS de Adolfo Suárez, una vez restablecida la democracia.

"Grimau nunca figuró en la causa general abierta tras la Guerra Civil. Además, no se probó ni uno de los crímenes que afirmaban había cometido. Él fue secretario general de la Brigada de Investigación Criminal y, por tanto, era un policía dedicado a perseguir delitos comunes", recalca Rebollo.

"El juicio fue una burla a la verdad y a la democracia. Vulneró hasta las propias leyes ilegales del franquismo, hubo una quiebra absoluta del régimen de garantías, no había imparcialidad en los jueces militares y existía una indefensión total del acusado", sostiene el senador madrileño Eduardo Cuenca Cañizares, de IU, que el pasado martes defendió la iniciativa aprobada por el Senado. "Grimau fue juzgado por un tribunal militar de acuerdo con la Ley de Responsabilidades Políticas de 1939 -la llamada ley de represión de la masonería y el comunismo- y se le aplicaron preceptos del Código de Justicia Militar de 1880", agrega Cuenca. "Grimau no era un sanguinario asesino, y alguien debería pedir perdón por afirmar dichas cosas", concluye.

Al día siguiente de la condena, el Consejo de Ministros presidido por el general Francisco Franco e integrado por 19 hombres -el hoy senador Fraga entre ellos, como recalca el senador Cuenca- no atendió a la petición de conmutación de pena, sino que respaldó la condena a muerte del reo. De nada sirvió la presión internacional. Éste fue fusilado en el campo de tiro de Campamento (Madrid).

Rebollo conserva las ajadas notas de todo el proceso y el borrador de una añeja carta a Madame Campillo [la esposa de Grimau] dándole cuenta de sus últimos momentos. "Yo pasé con Julián sus últimas horas en capilla. Era muy culto y charlamos de pintura impresionista, de literatura existencialista, de la encíclica Pacem in terris de Juan XXIII... Pero, sobre todo, recuerdo que me habló mucho de reconciliación y de cerrar las heridas causadas por la guerra entre los españoles. Creo que hoy no estaría muy conforme con lo que está sucediendo y con el hecho de que se esté reabriendo el pasado", añade el abogado, al que el caso Grimau dejó marcado para siempre (abandonó el Ejército cuando después del juicio querían destinarle, con el grado de comandante a la plaza africana de Ifni).

"Grimau fue ejecutado para dar ejemplo y atemorizar al movimiento obrero, a las luchas estudiantiles y a cualquier conato de oposición al régimen franquista", proclama el senador de IU.

"En aquellas fechas hubo una campaña de propaganda falaz por el responsable de Información del régimen, que pretendía identificar a Grimau como un criminal, silenciando uno de los crímenes de Estado más crueles, alevosos y de mayor repercusión internacional del franquismo", añade Cuenca.

La propuesta de IU salió adelante por 13 votos a favor (PSOE, CiU, PNV, Entesa Catalana de Progrés y Grupo Mixto) y los 12 en contra del PP.

La viuda de Grimau, Ángela Martínez, y sus hijas Lola y Carmen llevan décadas luchando por limpiar la memoria del dirigente comunista. Casi en solitario, sin apoyo de los partidos políticos, han mantenido una pelea que tuvo su punto culminante en 1990. En esa fecha, el Tribunal Supremo revisó la causa de Grimau, pero la dio por buena, pese a las irregularidades que tuvo. La familia está cansada de pelear y guarda su dolor en silencio.

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