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SIN PERDER LOS NERVIOS
Columna
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Cómeme, medusa

A veces me descubro como la sordita Hellen Keller de El milagro de Ana Sullivan (1962, Arthur Penn), intentando deletrear dificultosamente, en un idioma que desconozco, el nombre de la futura esposa de Alberto de Mónaco. Esperen, esperen... Char... Charlotte... No, Charle..., ¡Charlene Wittstock! La moza, Charlene Wittstock, nadadora surafricana, da la impresión de resultar acogedora como un armario o una piragua en la que Alberto se podría meter hasta con chaleco salvavidas. Me alegro por los dos. Tal como está el mundo, no sé si es mejor tener una pareja, un lugar donde esconderse o ambas cosas a la vez. Conste que si no me fijé antes en Charlene se debió a que la primera foto que me mostraron de ella fue publicada contigua a una del actual Papa viviente, que pedía la paz mundial con los brazos en alto y tenía tras de sí un fresco vaticano (no un frescales tipo cardenal: un fresco mural o artístico) tan apocalíptico que estaba una para fijarse en futuras princesas.

El último Papa viviente y la futura princesa de Mónaco tienen en común que los dos trabajan arduamente por la paz

De hecho, el último Papa viviente y la futura princesa reinante de Mónaco tienen en común que los dos trabajan arduamente para la paz. El uno levantando los brazos y la otra asistiendo al baile anual a favor de la Cruz Roja, que se celebra todos los años -desde que el mundo es mundo y la guerra es guerra y la cruz es roja en Montecarlo-. Al incorporarse a esta veterana tradición (parece una redundancia pero no lo es: la tradición de que manden todos los Bush es relativamente novedosa), la joven surafricana demostraba que su sensibilidad la conduce no sólo a ocuparse de Alberto, lo cual es una buena obra, mas no universal, sino también a velar por aquellos despedazados de otros ámbitos, adonde la Cruz Roja con sus ambulancias no puede llegar porque la Estrella Azul, o Israel, se lo impide con sus pepinazos bíblicos.

En resumidas cuentas, les salió un bailongo fenomenal, ¡con tantas causas esperando a que les llegue la recaudación en forma de anestesia, mientras las feromonas y la testosterona se quedaron en el principado!

También debo de sufrir un defecto óptico, pongamos retinín o algo por el estilo, dado que no sólo soy incapaz de distinguir entre futuras princesas, sino que también me ocurre lo siguiente: a) todos los incendios del verano me parecen el mismo; b) todos los ciclistas dopados me parecen el mismo; c) todos los automovilistas defraudados o triunfantes en el último campeonato mundial me parecen el mismo; d) todos los inmigrantes que, vivos o muertos, llegan a nuestras orillas me parecen los mismos; y e) todos los dioses me parecen el mismo.

Lo cual me da pie para una cita culta que hace días tenía ganas de soltarles. Pertenece a Nietzsche: "Dios ha muerto, pero la naturaleza de los hombres es tal que tal vez durante milenios existirán cavernas donde aún será exhibida su sombra". Cada vez el dios de cada bando se parece más a un espectro amenazante. Lean el porqué en el último número de F.P., Foreign Policy en su versión española: "Por qué Dios está ganando". Parece que les das democracia y eligen al de Arriba. Al fin y al cabo, mejor el baile de la Cruz Roja, que en el fondo no es sino darles árnica después de haberles dado para el pelo. No me extraña que hasta la futura princesa o futura novia o lo que sea de Guillermo de Inglaterra (el hermano de Harry el Nazi), Kate no sé cuántos, se haya vuelto nihilista y haya renunciado a su guardaespaldas en un momento como éste, en que Gran Bretaña o Reino Unido se encuentran -como el resto de Occidente, incluidos la estación de Sants y el monstruo del lago Ness- bajo la amenaza del terrorismo, según rezan u oran los papeles.

Mi pasatiempo preferido consiste en sentarme frente al mar a ver cómo le aumenta la temperatura y las medusas se nos comen.

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