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Reportaje:

Entre los muros de Franco

Testigos y ex encarcelados en Sant Miquel dels Reis tras la Guerra Civil cuentan su historia

"Sant Miquel dels Reis es un referente de la represión carcelaria franquista". Así lo afirmó Amparo Salvador, presidenta del Fòrum per la Memòria del País Valencià, en un acto de homenaje a los presos del dictador.

Antiguo monasterio y ahora sede de la Biblioteca Valenciana, Sant Miquel dels Reis se utilizó a modo de presidio desde la segunda mitad del siglo XIX, pero no fue hasta el final de la Guerra Civil, en 1939, cuando la cárcel alcanzó su máximo grado de ocupación. Entre sus muros llegaron a agolparse 6.000 reclusos.

Hoy, las impenitentes paredes que antaño ahogaron las voces de la legalidad son las encargadas de custodiar el único testimonio gráfico de aquella época: 51 fotografías que se realizaron durante la visita del arzobispo de Valencia, Prudencio Melo, al presidio en 1940.

En Sant Miquel dels Reis, que entre 1939 y 1966 se convirtió en una de las cárceles de Franco, llegaron a agolparse 6.000 reclusos
"El carcelero más odiado era el 'taparrefugios', quien, según contaban, había hecho tapar con tierra un refugio repleto de gente en Albacete"

Cuatro décadas después del cierre del centro de internamiento, EL PAÍS ha querido recuperar tres historias con denominador común: sus personajes, víctimas del franquismo, pasearon sus penas por las galerías de Sant Miquel dels Reis y ninguno de ellos pudo ser retratado por el objetivo de esa cámara.

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EULALIO BARROSO "A veces sueño que estoy encerrado en San Miguel"

El ex guerrillero Eulalio Barroso Escudero, alias Carrete, tiene 78 años. Era un adolescente sin apenas consciencia política cuando se vio obligado a escapar de su pueblo, Bohonal de Ibor, en Cáceres. "Mi padre había sido enlace de los maquis y mis hermanos luchaban en las guerrillas que operaban en la zona. Un día, un guardia civil me puso el cañón de un fusil sobre el pecho y me dijo que si no le contaba dónde se escondía uno de mis hermanos me mataría. Entonces, decidí escapar y me convertí en maqui", explica Barroso. La base donde vivía clandestinamente, ubicada en el término vecino de Castanyal de Ibor, fue objeto de un ataque sorpresa el 31 de diciembre de 1945. Los sublevados mataron a tres de sus compañeros y a él, junto a otros cuatro, le detuvieron.

"Me acuerdo que cuando llegamos a comandancia para ser interrogados había montones de mangos de herramientas y nos dijeron: 'Son para torturaros, elegid el que más os guste'. Después de esto empecé un largo periplo por diversas cárceles". En Carabanchel, Barroso tuvo que hacer frente a un consejo de guerra. "A mí no me condenaron a muerte pese a que el juez, Enrique Eymar, solía decir que por cada pelo de su hijo, muerto en el frente, se cargaría a un republicano". Sin embargo, el expediente de Avelino, su hermano mayor, quien también estaba en Carabanchel en esos momentos, acabó en ejecución.

Poco después lo llevaron a Sant Miquel dels Reis: "Allí me enteré de que mi madre había muerto".

En esta prisión, la distribución de los presos políticos, asegura Barroso, dependía de la ideología que profesaran y había reclusos comunes que ofrecían sus servicios de espionaje a cambio de algunos privilegios. "Nunca vi que pegaran a nadie, pero era corriente que algunos funcionarios te insultaran y te humillaran. El carcelero más temido era conocido como el taparrefugios porque, según contaban, cuando la Falange entró en el pueblo de Villarobledo, en la provincia de Albacete, ordenó llenar de tierra un refugio donde encontraron escondidos a muchos de sus habitantes".

Aunque han pasado muchos años desde que Barroso abandonó el presidio, reconoce: "A veces sueño que no puedo salir de San Miguel. Luego, cuando me despierto, pienso: ¡Qué suerte! Ya no estoy entre rejas".

ISIDRO GUARDIA "A Ángel, mi hijo, siempre"

El periodista y escritor valenciano Isidro Guardia, de 84 años, no puede hablar sobre Ángel Tarín Haro, un amigo de juventud y un fiel camarada, sin que se le caigan las lágrimas.

La vida de Guardia, íntimamente ligada a su militancia en el sindicato anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT), está marcada por la estancia de "10 años, 3 meses y 22 días" en las cárceles de Franco. Para él, la represión empieza el mismo día que cumple 19 años. El 15 de junio de 1940, Guardia fue detenido junto a Tarín y a otros 31 compañeros a causa de su implicación en la distribución de 3.000 octavillas subversivas en Valencia con la firma de la Alianza Democrática Española.

De los 32 arrestados: Tarín, Guardia y otros ocho fueron condenados a muerte. Esperaron el día de su ejecución en la celda 32 de la cárcel Modelo de Valencia. Sin embargo, sólo tres de ellos serían asesinados: Enrique Escobedo Vaello, Enrique Goig Coslado y Ángel.

"Llegó la SACA [...] Al ser llamados por el orden en que íbamos en el expediente, intentamos salir el resto. Pero el administrador de la prisión, Ángel de Santiago, vino diciéndonos: 'vuelvan a la celda, les doy mi palabra que no hay más", relata Guardia en su último libro Entre muros y sombras, presentado el pasado 30 de abril en la Fira del Llibre.

Tarín tenía entonces 21 años y él y Guardia se habían hecho una promesa: si alguno de ellos moría, el otro pondría su nombre a alguno de sus hijos.

Tras este dramático capítulo, a Guardia le conmutaron la pena de muerte y lo trasladaron a Sant Miquel dels Reis. Allí trabajó en el despacho de la dirección de la cárcel, donde escribió a escondidas centenares de crónicas que serían leídas en París, México y Nueva York. Para ello, contaba con la ayuda de Castor García, alias El Cristiano, un funcionario de la cárcel que se encargaba de sacar los escritos en el falso fondo de una fiambrera. La colaboración de García también permitió la entrada de libros prohibidos y los reos encontraron un escondite perfecto para evitar ser sorprendidos en alguno de los registros: el ataúd donde se metían los cadáveres hasta que eran trasladados fuera de la prisión.

En 1950, Guardia abandonó definitivamente Sant Miquel. Hoy, tiene 84 años y no ha olvidado. "A Ángel, mi hijo, siempre", se puede leer en la dedicatoria de Entre muros y sombras.

MARINA CABALLERO SERRANO

"Me perdí a mi padre"

Marina Caballero Serrano tiene hoy 75 años. La guerra y la represión le arrebataron la posibilidad de crecer junto a su padre, forzaron su destierro y la obligaron a ponerse a trabajar a los 11 años. Miguel Caballero Vacas fue uno de los fundadores del Partido Comunista en Andalucía y durante 16 años (de 1939 a 1955) "pasó por todas las prisiones de España", relata Marina. Apenas tenía nueve años cuando se llevaron a su padre, a quien sólo vio dos veces en salvo en 16 años. "En 1946, cuando lo trasladaron a Sant Miquel dels Reis, mi madre, mi hermana y yo nos instalamos en Valencia para estar cerca de él". Ese mismo día, cuando llegaron y fueron a visitar a Miguel no las dejaron entrar en la cárcel. Los presos políticos habían organizado un plante y se negaban a ponerse el uniforme de preso, lo que les costó la incomunicación durante 15 días. "Luego nos enteramos por familiares de otros internos de que se los llevaban de Sant Miquel dels Reis en tren y fuimos a la Estación del Norte para despedirnos. Sólo pudimos darle un beso porque un guardia civil nos lo arrancó de los brazos". Los enviaron a Burgos en dos expediciones.

Marina recuerda lo duros que fueron aquellos años: "Estábamos solas en Valencia y no conocíamos a nadie, pero nos habían dado referencias de gente de nuestro pueblo, Villanueva de Córdoba, en la provincia de Córdoba. Así que durante muchos años vivimos gracias a la solidaridad de diversas familias que nos acogieron. No teníamos para nada, sólo pudimos visitar a mi padre en una ocasión". Marina recuerda el regreso de Miguel: "Fue como si de repente un extraño viniera a compartir la vida conmigo, entonces me di cuenta de que me había perdido a mi padre".

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