No es tan malo el girasol
Con motivo de la adulteración de aceite de girasol por parte de unos desaprensivos, han vuelto a aparecer injustas críticas al cultivo del girasol, y algunos repiten los tópicos de los años noventa. En este contexto, me parece conveniente recordar, a favor del girasol, que en Europa se ha planteado el objetivo de llegar a que, en 2010, un 5,75% de los combustibles empleados en el transporte provenga de los biocarburantes. El girasol es una de las posibles fuentes de suministro. El girasol resulta ser una de las posibles grandes fuentes de biodiésel en España, por adaptarse bien a nuestro suelo y climatología.
Por cada litro de biodiésel que produzcamos, lograremos un ahorro de 2,6 kilos de CO2, con la ventaja para el agricultor de disponer de un contrato de venta de su producción, a precio asegurado, y con una ayuda complementaria de la PAC. Así, el productor está en condiciones de percibir una retribución total de no poco interés, cuando los precios de los cultivos herbáceos se han reducido extraordinariamente en términos reales.
Ahora, además, parece llegado el momento en que la producción de girasol puede recuperarse, por la oportunidad que le brindan el Protocolo de Kioto, el precio del petróleo y la nueva PAC. El girasol puede convertir su cultivo en un auténtico sumidero de CO2, reduciéndose de esa manera la emisión de gases de invernadero que generan el calentamiento global. A cuyos efectos debe recordarse que el CO2 que pueda producirse por la elaboración del biodiésel y su ulterior utilización en la combustión interna está más que compensado por la captura de CO2 a lo largo del cultivo de la planta. Todo esto sin tener en cuenta su capacidad productiva como planta oleaginosa y el efecto decorativo que produce durante el verano en los campos, especialmente de secano, castellanos y aragoneses.
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