El silencio de Mariana Pineda
El investigador Sergio Hinojosa analiza en un libro el pensamiento de la heroína republicana
A pesar de las múltiples biografías publicadas sobre Mariana Pineda, nunca se había afrontado su conversión hacia posturas liberales y su posterior "martirio" por no querer delatar a sus compañeros desde un punto de vista freudiano. Ese ha sido el enfoque que el granadino Sergio Hinojosa ha querido dar a Mariana Pineda, la heroína del silencio, publicado por el Diente del Oro en la colección Isleta del Moro. En opinión de Hinojosa, el recorrido de Mariana Pineda podría describirse desde "el síntoma de ser una mujer en la España que la excluye como sujeto, al ideal de ver colmado su deseo de reconocimiento".
Nos referimos a los tiempos de uno de los reyes más despóticos y traidores de la historia de España, Fernando VII, que conspiró una y otra vez en contra de las clases liberales. Poco después de conseguir la abdicación de su padre, Carlos IV, y de haber destacado como conspirador al participar en el motín de Aranjuez, se vio obligado por Napoleón a ceder el trono de España a José Bonaparte. Tras la resistencia contra el invasor, Fernando VII regresó a Madrid y fue recibido con gritos de "vivan las cadenas", mientras que el pueblo quitaba los caballos de sus carrozas para llevarlo a hombros exacerbado por la emoción. De este modo, Fernando VII no se lo tuvo que pensar dos veces para terminar con todas las reformas llevadas a cabo por las Cortes de Cádiz, entre ellas la Constitución de 1812.
Ambiente liberal
Con este contexto histórico como telón de fondo, nace en Granada Mariana Pineda, que nunca fue reconocida de manera legal por su padre, fallecido cuatro años después de su nacimiento. En opinión de Hinojosa, "este carácter de no legitimidad pudo tener que ver con ese afán y esa tenacidad demostrada en hacerse reconocer por ese mundo liberal, vedado entonces a la mujer". Mariana no tardaría en despertar el deseo y la rivalidad de hombres audaces, del ambiente liberal que ella frecuentaba.
A pesar de haber heredado un apellido, y con poca fortuna familiar, no dedicará su vida a transmitir un nombre, sino que se casará a los 15 años de edad con un mozo militar y liberal, del que pronto quedó viuda. Es cierto que en vida no causó el más mínimo interés, pero tras su ejecución a garrote ordinario, como escribió el Marqués de Custine, "parece ser cierto que esta ejecución ha causado un impacto de indignación en los habitantes de Granada, casi sin distinción, y que la víctima ha despertado un interés general". Un interés que fue creciendo con el tiempo y convirtió a la heroína en protagonista de hermosos romances populares que se cantaban en las plazas y en los patios de los colegios. Un día, el joven niño Federico García Lorca escuchó la historia de la mujer republicana que perdió la vida por no delatar a sus compañeros. Desde entonces quedó impactado y, años después, dio fama universal al personaje gracias a su obra de teatro.
"Mariana había sido arrestada en su casa por estar en posesión de la bandera tricolor y unas letras dispuestas para bordar en ella el lema de Libertad, Igualdad y Ley. La muerte de Mariana dejó constancia de la importancia de un nuevo objeto del poder político en su afán higienista. Las mujeres servían de enlaces privilegiados a los liberales y sostenían con su deseo ese nuevo ideal", opina Hinojosa, que no cree que se deba considerar a Pineda como un sujeto político, sino más bien como un ejemplo moral, ya que su silencio sirve de ejemplo "para resistir la voluntad de goce de un poder sádico y descarnado, y como depositaria de un secreto que preserva el nuevo ideal".
Pero como aclara el investigador, ni mucho menos toda Granada quedó compungida por el ajusticiamiento. "Tales espectáculos eran muy del gusto popular, y el pueblo estaba acostumbrado a pisotear los símbolos del liberalismo español con una retrato de Fernando VII en las manos". De este modo, hay que tener en cuenta que "el mito olvida estas circunstancias y olvida al sujeto existente", dejando en la sombra a una Mariana "encarcelada por su sino, entristecida, acosada, abatida, enferma y dubitativa", abandonando todo lo vivo para "sacralizarla".
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