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Tribuna:COYUNTURA NACIONAL
Tribuna
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Déficit sanitario

De sorprendente puede calificarse la subida, hace una semana, de los impuestos que gravan el tabaco y el alcohol. No es que esté ideológicamente en contra de las subidas de impuestos, si ello es necesario para una financiación adecuada de unos servicios públicos de calidad, sin incurrir en déficit públicos de carácter estructural o permanente. Es más, creo que la resistencia social o ideológica a pagar más impuestos -España es uno de los países de la OCDE con menor presión fiscal- no se compadece con la exigencia -o la oferta por parte de los dirigentes políticos- de unos servicios públicos gratuitos y de calidad. A la larga, esta especie de cuadratura del círculo provocará -ya lo está provocando- una insuficiente dotación en tres factores clave para el crecimiento y el desarrollo económicos a largo plazo: el capital humano (educación), el capital físico público (infraestructuras) y el capital social (sanidad, cohesión social). Estaríamos ante un sector público que actúa como el perro del hortelano, que ni hace ni deja. Mi sorpresa no proviene de la subida en sí misma, sino de cómo y para qué se ha llevado a cabo.

En los últimos años los ingresos públicos crecen por encima del PIB y, más aún, por encima de los gastos

Se nos ha dicho que la subida es para financiar el déficit sanitario, lo que sin duda es una forma muy inteligente de vender la medida. Primero, porque dicha subida no afecta a la generalidad de los ciudadanos, sino sólo a los apestados -con perdón- que todavía fumamos o bebemos; segundo, porque, si estos productos provocan tanto gasto en sanidad, pues que lo paguen (por cierto, si los automóviles provocan tanto gasto sanitario y en infraestructuras, ¿por qué no subimos sus impuestos?). Ahora bien, por un lado, lo del déficit sanitario es algo virtual, no real, y por otro, no creo que haga falta recaudar más impuestos, por ahora, para atender al gasto sanitario actual. No existe déficit sanitario, como no existe déficit en educación o en la remuneración de los trabajadores del sector público, porque los impuestos no tienen un carácter finalista, sino que van a financiar el gasto público en general. La subida del tabaco y el alcohol puede que no vaya a parar a la sanidad, sino en muchos casos a más gasto público de dudosa rentabilidad económico-social. El caso es si con el rendimiento del actual sistema fiscal se puede financiar el gasto público total, teniendo en cuenta que, dentro de ese gasto, hay partidas, como la sanidad, que crecen por encima de los ingresos totales y otras, como los intereses de la deuda, que incluso disminuyen.

Los datos reflejados en los gráficos adjuntos permiten ver que en los últimos años los ingresos públicos crecen por encima del PIB y, más aún, por encima de los gastos. Este año el Estado tuvo hasta agosto un superávit de 7.383 millones frente a 240 millones en el mismo periodo del año anterior. La fuerte estacionalidad intraanual no permite deducir de estas cifras que el año terminará con un abultado superávit, pero sí podemos decir que las cuentas serán mucho mejores que las del año anterior. Posiblemente las cosas no vayan tan bien en algunas CCAA (ellas tienen casi todo el gasto sanitario y pocos pagos por intereses), pero podemos decir que el conjunto del sector público no anda mal de financiación. Entonces ¿por qué esta subida de impuestos? Los problemas son otros: cómo se reparten adecuadamente los recursos financieros entre las distintas administraciones públicas y cómo se racionaliza un gasto público en sanidad que, bajo los efectos del envejecimiento de la población, va a requerir recursos fuertemente crecientes a las arcas públicas y al conjunto de la economía.

Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).

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