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Reportaje:

Una plaza pública en tránsito

Una antropóloga estudia la conducta de los usuarios de la estación de Castellón

María Fabra

"La obra del siglo. Moderna, enorme, solitaria, estructurada, deshumanizada". A

sí es como Ana Cantavella veía la nueva estación de trenes de Castellón poco después de su inauguración. Pero su tesina le obligó a radiografiarla y cambió de opinión. Bajo la dirección del antropólogo Manuel Delgado, inició su trabajo en octubre de 2003 bajo la premisa de que "nunca ocurre que no ocurre nada". Tenía que hacer un análisis de antropología urbana a partir de lo que veía, agotar el espacio, saber qué ocurría en él y desgranar más el cómo que el porqué. "Al principio me desesperaba. Iba todos los días, mañana, tarde y noche y no veía nada. Pero poco a poco fui entendiendo lo que allí pasaba", explica, tiempo después de aquellos principios duros que desembocaron en un trabajo, Del tránsito a la espera que le ha valido el premio Ciudad de Castellón.

"Odiaba aquella estación", admite, porque, entre otras cosas, los viajeros y los acompañantes están segregados en dos alturas y eso produce un tiempo de espera, de llegada o salida, en el que se ven pero no están juntos. Un tiempo en el que "ninguna de las dos partes sabe cómo comportarse", añade. Hay "madres que se cuelan en los ascensores restringidos, salidas presurosas y movimientos exagerados de brazos sustituyen a los últimos abrazos y besos restándole a la estación uno de sus aspectos más románticos".

Durante cuatro meses acudió a diario y ocupaba entre tres y cuatro horas en apuntar lo que observaba. Poco a poco sus notas fueron tomando sentido y comenzó a ver cómo la de Castellón no era un lugar de tránsito y en constante ebullición. En Castellón, "la estación funciona como una plaza pública y a lo que menos va la gente es a coger trenes". Abuelos, niños, madres, que van a tomar café, a pasear, a dar una vuelta con el perro, a echar la quiniela, comprar el periódico o a pasar el tiempo.

"Hay muchos tiempos de espera", dice, que son los que retratan el espacio ocupado por viajeros, no viajeros y trabajadores. Desbancados estos últimos por su cotidiana relación con el espacio, el bullicio, el ruido y el movimiento llegan, sobre todo, con la llegada de los trenes de cercanías que alteran el "normal funcionamiento de los no viajeros". "Los usuarios de largo recorrido no tienen nada que ver con los de cercanías", advierte. "Llegan con más tiempo y se toman un café, mientras que los de distancias cortas son más fugaces".

Entre los no viajeros encontró a muchos habituales y logró hacer una clasificación integrada por gorrillas, abuelos, magrebíes, "intrusos" y las mujeres. "La mayoría son hombres", apunta, y califica la estación de Castellón como una "estación masculina" al comprobar que las mujeres que transitan por ella, las que no viajan, son una minoría y que mientras los hombres acuden simplemente a pasar el tiempo, las mujeres entran con una finalidad concreta y necesitan una excusa que justifique su presencia. Los gorrillas hicieron de informadores durante la observación y le mantuvieron al tanto de las novedades diarias. La supuesta conflictividad que éstos generan quedó en entredicho cuando supo que abandonan sus "tareas" cuando anochece por esa misma percepción de peligrosidad. Los abuelos acabaron contándole sus vidas y así pudo saber que la mayoría procedían de pueblos del interior que, por la edad, se habían trasladado a casa de sus hijos y, desubicados, encontraron en la estación un lugar de conexión y relación. Los magrebíes también encontraron aquí un punto de reunión pero Cantavella nunca consiguió saber cuál era el motivo que llevaba a los "intrusos" a la estación. Un grupo poco numeroso que acudía, metódica y semanalmente, y mantenía varias "reuniones" a lo largo de la mañana.

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La conclusión fue clara porque el espacio concebido nada tenía que ver con el espacio practicado. Su primera impresión sobre la preeminencia de la estructura sobre los usos y la deshumanización del edificio "cayó por su propio peso" cuando descubrió el intenso y diverso uso que de ella hacían sus practicantes.

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