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Reportaje:ATLETISMO | Campeonatos del Mundo de Helsinki

Lo que inventa el hombre blanco

Penti, Berlanas y Blanco se clasifican para la final de los 3.000 obstáculos con diferentes tácticas para hacer frente a los africanos

Carlos Arribas

Luis Miguel Martín Berlanas, Antonio David Jiménez Pentinel y José Luis Blanco son tres atletas españoles dispuestos a sobrevivir con dignidad en una especialidad, el 3.000 metros obstáculos, que prima aquello en lo que los atletas africanos del Este son maestros casi por principio genético, la combinación de resistencia, esas piernas sin gemelos, eficientes, infatigables, para la larga distancia y de ligereza para saltar las vallas, para sobrevolar la ría. Además, para clasificarse para la final -un objetivo que los tres alcanzaron- debían superar una valla añadida, el sistema de selección, que primaba la marca -seis puestos de los 15 para los mejores tiempos- sobre el puesto -los restantes nueve: los tres primeros de cada una de las tres semifinales. Así cada uno de los tres, jóvenes veteranos, curtidos, con el grado de perrería necesario para no hacer el pardillo, organizó su propio sistema de autodefensa. Cada uno es su propio mundo.

Penti se dedicó a fingir: "Hice que picaran el anzuelo para que no fueran a tirones"

Pero algo no marchó bien.

Algo le pasó a Luismi Berlanas, por fin, este año, con ganas y ambición, algo con lo que no contaba, porque llegó ante la prensa con cara de tonto y diciendo algo así como "siempre pringo igual". No sabía aún el bravo fajador de San Martín de Valdeiglesias que, pese a terminar quinto en su serie se clasificaría por tiempos, por lo que maldecía su suerte y se sentía miserable. "Habíamos quedado entre cinco para turnarnos y acelerar el ritmo, para ser la serie más rápida y no castigarnos demasiado", explicaba Berlanas, cuarto en el Mundial de Edmonton, quinto en los Juegos de Atenas. "Pero a la hora de la verdad sólo hemos cumplido dos, y los demás se han aprovechado". A la hora de la verdad Berlanas se pasó tirando casi media carrera, mientras los favoritos, los inteligentes africanos, Shaheen, antes Cherono, y Kemboi, bromeaban a la cola esperando el último mil para acelerar y marcar las diferencias. A la hora de la verdad, también el austriaco Weidlinger y el holandés Vroemen, dos de los teóricos aliados de Berlanas, se aprovecharon de su esfuerzo. Y llegado el momento de acelerar, a la estela de los africanos, mientras Berlanas se agarrotaba en cada valla, se clavaba en la ría, los demás, frescos, volaban. Y si no hubiera sido Berlanas, si no hubiera sido un corredor que se crece siempre, se agiganta llegando a los grandes momentos, allí se habría acabado la historia. Un vómito en una valla y adiós.

Detrás del lenguaje racista de Jiménez Pentinel, alias Penti, detrás de la boca de un atleta que llama "morenitos" y "negritos" a sus rivales africanos, se esconde un superviviente, un pillo, un chico de la calle que sabe de manera instintiva hacer de necesidad virtud, que sabe usar todas las armas necesarias, todas las tácticas de las pandillas callejeras, para hacerse respetar, para hacer valer su ley. Ayer, en su semifinal, el obstaculista español de más clase, el corredor con uno de los mejores últimos 400 metros del mundo, basó su estrategia en el fingimiento. "Hice que picaran el anzuelo", explicó orgulloso. "Fingí que me quedaba perdido para que ellos se confiaran y en vez de ir a tirones mantuvieran un ritmo regular, lo que era ideal para mí, porque yo luego, con mi final haría lo que tenía que hacer". Hizo lo que tenía que hacer y con la habitual soltura de sus días buenos, cuando parece que lo más natural para lo que ha nacido el hombre es correr y saltar, en una magnífica última recta metió el pecho junto al keniano Koech y el qatarí Amer, antes Moses Kipchirchir. Acabó tercero, directo para la final, y eso porque no quiso ganar. "Se trataba de hacer el menor esfuerzo", dijo. "Sé que podía haber ganado, pero me habría agarrotado en el sprint y no me gusta".

José Luis Blanco salió al pasillo del hotel asustado el sábado por la noche por los ruidos que oía y se encontró a Penti corriendo y saltando con unas zapatillas nuevas, flamant. "Las estoy gastando un poco porque las estreno en la semifinal", le explicó el sevillano. Y a Blanco, pelo teñido platino, que es de Girona y cuida todos los detalles mínimos con una minuciosidad apabullante, se le llevaban los demonios. Blanco usa unas zapatillas viejas, las mismas todo el año, y no unas zapatillas cualquiera. Usa dos zapatillas diferentes, de marca, material, textura y forma. Una, la del pie izquierdo, de suela plana y tejido impermeable. "Es la que se moja, con la que caigo en la ría", explicaba Blanco. "La del pie derecho tiene arco en el talón y es más normal, más de correr, es con la que me apoyo en el salto. Soy el único del mundo que lo hace y me va perfecto". Y también le fue perfecta su táctica a Blanco, el inventor. "Como calculé que haciendo menos de 8.21m entraba en la final, me relajé, hice lo que vi que hacían Cherono y Kemboi en la primera serie, quedarse a cola y dejar que trabajaran los demás, y como me veo fuerte, sólo tiré para arriba al final". Y lo hizo tan fuerte que hasta entró por puestos y sonriendo.

Así que mañana en la final habrá que estar atentos a los inventos tácticos y materiales de los tres españoles para lograr lo que parece imposible, una medalla, por lo menos.

Penti y Blanco, durante la carrera de ayer.
Penti y Blanco, durante la carrera de ayer.REUTERS / EFE
Luis Miguel Martín Berlanas
Luis Miguel Martín BerlanasEFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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