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Entrevista:MARGOT WALLSTRÖM | COMISARIA EUROPEA DE RELACIONES INSTITUCIONALES Y COMUNICACIÓN | ENTREVISTA

"Lo fácil es echar la culpa de casi todo a Bruselas"

Gabriela Cañas

Margot Wallström es la segunda de a bordo de la Comisión Europea que preside José Manuel Durão Barroso. El político portugués ha puesto en sus manos las relaciones institucionales y, sobre todo, la difícil tarea de crear una estrategia de comunicación, cartera de nuevo cuño, con la que intentar vender mejor la Unión Europea al ciudadano. Una misión que parece resultar imposible justamente en este año, su primero de mandato, en el que la UE está sufriendo más reveses que nunca. El propio nombramiento de Barroso fue cuestionado, primero por el Parlamento Europeo, que después obligó al italiano Rocco Buttiglione a renunciar a su cargo de comisario de Justicia por defender que la homosexualidad es un pecado. El curso ha terminado con el rechazo popular en Francia y Holanda a la Constitución europea, que tanto defendió la Comisión Europea y la flamante vicepresidenta, representante en Bruselas del europeísmo nórdico, y con el agrio desacuerdo en el último Consejo Europeo sobre las líneas generales de los presupuestos de la UE para el septenio 2007-2013.

"No somos capaces de crear una estructura democrática a escala europea. Éste es un desafío magnífico para la Unión Europea"
"Debo admitir que hasta el último minuto confié en el 'sí' francés, dado que es un país tan europeísta, y me sentí muy defraudada"
"Nuestra labor de pacificación, por ejemplo, ya no tiene sentido individualmente. Hay que actuar a escala europea con el resto del mundo"
"Todo está ahora más politizado. El Parlamento Europeo ha demostrado su poder y nosotros sufrimos una fuerte presión"
"Tenemos que analizar cuáles son los problemas reales de la gente y darles respuesta. Por eso debemos impulsar el debate a escala europea"

Pregunta. ¿Esperaba usted un primer año tan difícil en esta Comisión cuando fue nombrada el verano pasado?

Respuesta. Yo ya formé parte de la Comisión de Romano Prodi

[fue de 1999 a 2004 comisaria de Medio Ambiente], y también las cosas eran difíciles, pero es verdad que ha habido temas en los últimos meses que nos han distraído mucho de nuestra agenda política. Todo está ahora más politizado. El Parlamento ha demostrado su poder y nosotros sufrimos una fuerte presión. Nos toca demostrar que somos una Comisión para toda Europa y debemos encontrar el equilibrio adecuado.

P. ¿Cree que la crisis puede dar, finalmente, un resultado positivo?

R. Sin duda. Tras una situación difícil, uno está obligado a sacar conclusiones y a aprender de ello. Hemos aprendido que necesitamos colaborar más estrechamente con el Parlamento uropeo aunque, de todos modos, creo que la atmósfera política actual es totalmente diferente, que la tensión es enorme, y eso se ha visto en el último Consejo Europeo.

P. ¿Sintió usted como una derrota personal el rechazo a la Constitución de Francia y de Holanda?

R. No, porque se había identificado exactamente cuál era el papel de la Comisión en este asunto y estaba claro que la responsabilidad fundamental de esos referendos estaba en los países miembros. De hecho, no hemos recibido ninguna queja sobre el trabajo realizado.

P. ¿Cuál fue su primera reacción?

R. Debo admitir que hasta el último minuto confié en el sí francés, dado que es un país tan europeísta, y que me sentí muy defraudada. Pero de nuevo aquí hay que preguntarse cuáles son las lecciones a aprender, sacar lo positivo de esta situación. A mi modo de ver, tenemos que ser capaces de modernizar nuestro concepto de la Unión Europea, que nació como un proyecto de paz. Ahora hay que mostrar a los jóvenes cuál es el valor añadido de la UE y cómo ésta puede resolver los problemas que afrontamos hoy día. Y hay que hacerlo de una forma democrática y participativa, que es justamente lo que se echa de menos de la Unión. Hay que demostrar que la UE no sólo garantiza la paz, sino también la democracia. Tenemos muchos problemas transfronterizos, y por eso necesitamos una auténtica democracia supranacional. Los debates, los medios, etcétera, se quedan siempre en el ámbito nacional. No somos capaces de crear una estructura democrática a escala europea. Éste es un desafío magnífico para la Unión Europea.

P. Los sondeos posreferéndum demostraron que los franceses no están en contra de la Unión Europea, sino que quieren una Europa diferente a la actual.

R. Exactamente. Eso es lo que tenemos que analizar. Tenemos que saber qué es lo que estamos haciendo mal. Tenemos que analizar cuáles son los problemas reales de la gente y darles respuesta. Por eso debemos impulsar el debate a escala europea y conectar con nuestras sociedades.

P. Los Verdes y otras fuerzas políticas, por ejemplo, proponen que referendos como el de la Constitución se desarrollen conjuntamente a escala europea.

R. Sería estupendo, pero no me parece una solución. Los países miembros no están preparados para hacer eso porque tienen tradiciones democráticas muy diferentes. No infravaloremos el hecho de que la democracia requiere tiempo.

P. Usted ha dicho que la situación económica en Francia y Holanda ha jugado su papel. ¿No cree también que las sociedades europeas ricas y opulentas son más egoístas y menos solidarias, que hay demasiado miedo al futuro, a la globalización, a la competencia exterior?

R. Los análisis han demostrado que la situación económica en Francia ha sido determinante en el resultado del referéndum. Es evidente que la situación nacional ha pesado y que la gente ha aprovechado para protestar. La situación política general afecta a la gente a la hora de analizar el papel de la Unión Europea o de los políticos nacionales en general.

P. En el último Consejo Europeo fueron los países más ricos los que dificultaron el acuerdo financiero porque no querían poner más dinero para la ampliación con países más pobres. ¿No cree, insisto, en que hay más egoísmo y menos solidaridad en Europa?

R. No lo creo. O no quiero creerlo. Quizá lo que pasa es que estamos sufriendo unos cambios importantísimos, como la ampliación a 10 nuevos países, lo que de hecho es parte del debate hoy día. Creo que estamos sufriendo también la globalización y viendo cómo está cambiando el papel de China. El resto del mundo está mucho más presente en general en nuestras vidas. Sufrimos también una crisis energética y los efectos de la introducción del euro. Hemos cambiado Europa en sí misma, y eso está generando una cierta incertidumbre con vistas al futuro. La amenaza terrorista, los problemas medioambientales, que son más importantes que antes; las catástrofes, el desempleo... Contra todo ello, la Unión Europea necesita también que los ministros defiendan en casa lo que logran juntos aquí, porque lo fácil es echar la culpa de casi todo a Bruselas.

P. El resultado del referéndum de Luxemburgo, que ha aprobado la Constitución europea por un 56%, ha dado cierto respiro...

R. Es una victoria psicológicamente importante. No importa la talla del país. Lo que cuenta es que el ha ganado en un debate abierto e igualitario en unas circunstancias tan difíciles.

P. Usted es coautora de un libro titulado ¿Por qué es tan difícil querer a Europa? ¿Podría dar usted una escueta respuesta a esta pregunta?

R. Creo que es porque la UE representaba algo realmente pragmático. La idea de Jean Monnet [político francés considerado uno de los padres de la UE] fue la de crear instituciones fuertes para intentar resolver cosas concretas. Europa ha crecido y ahora es más complicada. La cuestión actual es saber si queremos una organización grande y consistente o algo que sólo se ocupe del tamaño de los pepinos. Es complicado mantenerse en ese terreno intermedio con instituciones que jueguen un papel a escala internacional y que al mismo tiempo bajen tanto al detalle. Por eso es difícil querer a Europa.

P. El primer ministro británico, Tony Blair, dice que hay que cambiar radicalmente el presupuesto, dedicar menos a Agricultura y más a políticas que aumenten la competitividad, el empleo y el crecimiento. ¿Está usted de acuerdo con él?

R. En primer lugar, hay que tener en cuenta que la ampliación hay que pagarla a corto plazo. En segundo lugar, que si nos fijamos como prioridad el empleo, el crecimiento y la competitividad, pues hay que destinar recursos a ello. Todo el mundo sabe que, sin embargo, la mayor parte del presupuesto de la UE se la lleva la agricultura. Se hizo ya una importante reforma en 2003 que fue en la buena dirección, pero está claro que hay que hacer más todavía.

P. ¿Qué más se podría hacer?

R. Se puede desviar aún más dinero para desarrollo rural y recortar más los subsidios directos.

P. ¿Estaría usted de acuerdo en reducir los subsidios para los grandes terratenientes, por ejemplo?

R. Hay una serie de medidas que también se podrían tomar, como terminar con las ayudas a la exportación y a la producción del tabaco [ambas cosas ya decididas].

P. Es curioso comprobar que este asunto de las ayudas al campo sea el más citado en las opiniones de los ciudadanos que participan en los debates de su blog

[http://weblog.jrc.cec.eu.int/page/wallstrom], donde también se insiste mucho en que la Comisión Europea es una institución elitista alejada de los ciudadanos.

R. Sí, deberíamos hacer algo al respecto. Tendríamos que examinar, por ejemplo, lo que hacemos en los países miembros. Insisto en que los ministros deben ser capaces de defender lo que hacemos aquí porque se hace basándose en decisiones tomadas por ellos mismos. Podemos hacer muchas cosas todavía a través de la sociedad civil, de las ONG, invitando a mucha gente a discutir los temas que tenemos en la agenda.

P. Llama la atención que los políticos de la Comisión Europea sean tan distantes. Que la comisaria de Presupuestos, la lituana Dalia Grybauskaté, acusara recientemente a los británicos de incoherencia por apoyar unos presupuestos para 2006 muy diferentes a lo que Blair ha defendido es una excepción total. Ustedes rara vez expresan sus opiniones públicamente.

R. Somos leales.

P. Yo diría que son ustedes políticamente correctos en exceso.

R. Por supuesto, pero es que nuestro papel es muy difícil. Formamos parte de una Comisión en la que hay sensibilidades políticas muy diferentes (somos casi a partes iguales socialistas, conservadores y liberales) e intentamos tomar las decisiones por consenso, procurando encontrar el equilibrio.

P. Pero al mismo tiempo resulta extraño que los españoles nunca supieran, por ejemplo, qué opinaba usted, como comisaria de Medio Ambiente, sobre el polémico trasvase del Ebro.

R. Entiendo lo que quiere decir, pero mi papel no era tanto expresar mi opinión como ayudar al debate en España, donde la división era total. Nosotros teníamos que actuar con mucho cuidado. Nuestro papel era recabar información técnica y tender puentes entre las partes implicadas. No obstante, creo que siempre fuimos claros acerca de nuestros temores. Dijimos que una obra de tal envergadura suponía al mismo tiempo un daño tremendo a la naturaleza y que nunca se probó con éxito su necesidad; que hay que estar muy seguros acerca del efecto destructivo de la naturaleza que una serie de obras puede acarrear.

P. Le insisto en esto porque quizá que ustedes fueran más francos y directos les acercaría más al ciudadano europeo. Al fin y al cabo, ustedes son políticos; no funcionarios.

R. Absolutamente. Creo que usted tiene razón, pero también creo que hay que elegir e identificar correctamente cuál es el papel de la Comisión Europea. Porque también existe el riesgo de crear enemigos, lo que no es demasiado útil. De todos modos, yo expreso muy abiertamente mis opiniones. No hay más que ver mi blog.

P. Últimamente, los políticos esgrimen con mucha frecuencia la defensa del modelo social europeo. ¿Cree que hay realmente un modelo social europeo?

R. No todavía. Y, de hecho, pienso que deberíamos debatir largamente cuál es el que queremos y que deberíamos demostrar que es posible combinar crecimiento económico con alta protección social y altos estándares medioambientales.

P. En ese terreno, los países nórdicos son un buen ejemplo. Me gustaría conocer su opinión sobre el papel que juegan en la UE. Creo que al principio se esperaba mucho de ellos en el terreno social, pero que ahora, en el club su desafección y su euroescepticismo, han resultado algo frustrantes.

R. Es una cuestión muy difícil. Creo que hubo un impacto nórdico, como se lo denominó, cuando Finlandia y Suecia se unieron a la Unión Europea. Las políticas de igualdad, por ejemplo, conocieron un cierto impulso. Creo que también aportaron apertura y transparencia y que han sido un modelo de inversión en investigación y educación, capaces al tiempo de ser pioneros en reformas, como ha hecho Suecia con las pensiones.

P. Sí, pero insisto. Si en Suecia hubiera ahora un referéndum, no sería sorprendente no sólo que sus ciudadanos dijeran no a la Constitución, sino que dijeran no también a la Unión Europea.

R. En efecto, se ha instalado un cierto escepticismo, pero, créame, hay mucha gente que se da cuenta de que hoy día la única manera de actuar es a escala europea, unidos. Nuestra labor de pacificación, por ejemplo, ya no tiene sentido individualmente. Hay que actuar a escala europea con el resto del mundo.

Margot Wallström, comisaria europea de Relaciones Institucionales y Comunicación.
Margot Wallström, comisaria europea de Relaciones Institucionales y Comunicación.REUTERS

Otras formas de hacer política

MARGOT WALLSTRÖM no pudo o no quiso reprimir las lágrimas cuando rindió homenaje público a su amiga, la entonces ministra de Asuntos Exteriores de Suecia Anna Lindh, el mismo día en que fue asesinada. Wallström, a pesar del peso del formalismo de las instituciones europeas, ha ensayado tímidamente, pero con cierto éxito, otras formas de hacer política, como la de presentar públicamente el resultado de un análisis de sangre para demostrar la exposición de los europeos a las sustancias químicas. Lo hizo, entre otras cosas, para apoyar su proyecto de directiva para exigir mayor control de las sustancias químicas a la industria europea. El proyecto (REACH) sigue hoy negociándose ante la resistencia de la industria a afrontar el coste que supone la normativa.

Quizá su mayor éxito durante su mandato al frente de Medio Ambiente en la Comisión Europea (de 1999 a 2004) fue lograr el respaldo total de la UE para comprometerse con los acuerdos de Kioto de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, aprobando incluso una distribución por países que tiene fuerza de ley, de manera que, en el futuro, Bruselas pueda pedir cuentas a todo aquel que no cumpla su objetivo particular. Desde este puesto le tocó lidiar con el espinoso asunto del Plan Hidrológico Nacional y el trasvase del Ebro hasta que el nuevo Gobierno español lo retiró el año pasado, ya casi al final de su mandato en la Comisión, para alivio de su equipo, que acumulaba decenas de denuncias contra el vasto proyecto.

También durante todo su mandato al frente de Medio Ambiente trascendió a la prensa su permanente enfrentamiento con su colega española Loyola de Palacio, entonces vicepresidenta y responsable de Transportes y Energía. Mientras Wallström se manifestó siempre en contra de la energía nuclear, De Palacio la atacó sistemáticamente en la línea de flotación argumentando que, sin energía nuclear, Europa nunca alcanzará el objetivo de Kioto. Fue un enfrentamiento versallesco nunca verbalizado públicamente con rudeza, sobre todo por parte de la sueca. Porque, por lo demás, Wallström es tan prudente y discreta como el resto de sus colegas, máxime ahora que le ha tocado una difícil cartera de nuevo cuño en la que, según fuentes próximas, no se siente cómoda del todo y desde la cual añora sus antiguas responsabilidades medioambientales.

Nacida en Suecia hace 50 años, casada y con dos hijos de 11 y 20 años, ocupó ya en 1974 un cargo típicamente nórdico, el de Ombudsman de la Liga Joven Social Demócrata. Ha sido ministra de Asuntos Civiles, de Cultura y de Asuntos Sociales, y directora ejecutiva de una cadena de televisión regional. Ahora, desde Bruselas, desde su complicado puesto su obsesión es escuchar al ciudadano y ser capaz de vender el proyecto europeo a la gente más joven que no ha conocido las devastadoras guerras del siglo XX. Aparentemente optimista por naturaleza, asegura no tener intención de volver a la política nacional, en la que aún gobierna su partido.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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