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Reportaje:

El Quijote se enfrenta a gigantes virtuales

La Fura dels Baus fascina al público en el estreno de su último montaje en Salamanca

El estreno de Yo no he leído a Don Quijote, el jueves en la plaza Mayor de Salamanca, ha representado para La Fura dels Baus la conquista de un nuevo peldaño de fascinación mediante una escenografía que se sirve de elementos industriales transformados en instrumentos inquietantes arropados por el perfecto manejo de la luz, la imagen, la música y, sobre todo, el logro de una plástica que refuerza el ilusionismo de la propuesta de un Don Quijote transformado en caballero andante carcomido por el ansia de alancear a los gigantes de la realidad virtual.

La cumbre del espectáculo, de una hora exacta de duración, se alcanzó durante los 10 minutos en los que el caballero, desde su Rocinante metálico a modo de araña suspendida, bregó frente al molino ciertamente amenazante de una figura molecular con 60 trapecistas aéreos siempre en movimiento. Las oscilaciones por el espacio y a gran altura del enjambre humano colgado de la plataforma que transformaba su alineación metálica en rueda insinuante para provocar las ensoñaciones del Quijote que retaba con la lanza recibida al ser armado caballero, resultaron de una plasticidad y belleza fascinantes. Los espectadores estaban embelesados por las audacias creativas, mientras la luz aportaba una nueva dimensión a la aventura del empequeñecido caballero frente a la enormidad y capacidad de evolución del molino de cuyas figuras se desprendían chorros de agua y mientras las labras barrocas de las fachadas de la plaza Mayor reflejaban inquietantes sombras.

Cuando la voz del sensato Sancho sonó para apuntar que no se trataba de gigantes, Don Quijote replicó presto: "Son gigantes multinacionales", y estalló el primer aplauso. En ese pasaje fue cuando se advirtió cómo los vástagos recios y poderosos alzados a más de cincuenta metros de las dos grandes grúas emplazadas en los laterales del recinto se transformaban en brazos dúctiles que movían los hilos de una aventura plena de onirismo, donde, además, la estridencia de la destacada aportación de la música de ópera reforzaba la ensoñación que danzaba suspendida en el espacio.

Huracán destructor

El arranque del espectáculo, con la crisálida que Sancho Panza alzó al espacio, dio paso a Don Quijote metido en sus ensoñaciones de internauta dentro de un gran reloj de arena, del que se descolgará para internarse por el espacio de la aventura que lo enfrentará al molino humano, pero también a un amenazante núcleo-depósito, antes de alzarse dentro de un enorme zepelín-Clavileño metálico que gira y danza a 30 metros de altura.

El cierre dispone al caballero acoplado al caballo volador, en medio del huracán destructor mientras el mago Frestón coloca de nuevo en el espacio las figuras suspendidas del molino giratorio, en tanto que desde el espacio se bombardea a los espectadores con fragmentos de libros.

En torno a 9.000 espectadores pudieron vivir la situación única de un marco monumental barroco convertido en corral de comedias en interacción con montajes de sorprendentes estructuras y despliegue de aventuras quijotescas frente a la informática y la tecnología. Tanta desmesura motivó la agitación bien alimentada por La Fura, aunque la parte final del espectáculo pierde potencia, quizá porque antes se alcanzaron cotas de plenitud creativa en el comienzo del I Festival Internacional de las Artes de Castilla y León.

Escena de <i>Yo no he leído a Don Quijote,</i><b> de La Fura dels Baus.</b>
Escena de Yo no he leído a Don Quijote, de La Fura dels Baus.EFE
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