Diez años de 'salvem' reivindicativos
Miles de personas se agrupan en torno a un centenar de entidades defensoras del territorio
Uno de los movimientos ciudadanos más veteranos es Salvem el Botànic, Recuperem Ciutat, que acaba de cumplir 10 años de existencia, una década de lucha constante contra la ocupación del antiguo solar de Jesuitas, en Valencia, por edificios junto al Jardín Botánico. Aunque quizá la primera experiencia de un movimiento de este tipo fuera la de Domeño, pequeña localidad de la comarca de Los Serranos donde a finales de la década de los ochenta los vecinos se organizaron para impedir la instalación en su término de un almacén de pararrayos radiactivos. Y lo consiguieron.
La lista de salvem, de plataformas, coordinadoras y asociaciones creadas en los últimos años en la Comunidad Valenciana es larguísima. Supera el centenar. Algunos salvem perduran durante años, como los del Botánico, el Benacantil y El Cabanyal. Otros son efímeros. Pero todos ellos responden a conflictos generados por decisiones o proyectos de las administraciones públicas que los ciudadanos que participan en estas entidades consideran lesivos, bien para el interés general, bien para su ciudad, su pueblo, su barrio... Prácticamente no hay ningún proyecto urbanístico que no genere automáticamente un salvem. Y ante los numerosos Planes de Actuación Integrada (PAI) que se promueven en toda la geografía valenciana, han surgido las correspondientes plataformas, coordinadoras... La preservación del patrimonio o de los humedales, la instalación de parques eólicos o la apertura de vertederos, la construcción de puertos deportivos... Los motivos que determinan la aparición de los salvem es extensa.
Prácticamente no hay ningún proyecto urbanístico que no genere un 'salvem'
Todos estos colectivos tienen características comunes y funcionan de forma similar
Casi todas estas entidades empiezan a funcionar por el impulso de pocas personas que, poco a poco, van reuniendo voluntades y comienzan a organizar actividades para alcanzar sus objetivos: convocan manifestaciones, editan libros y revistas, imprimen carteles, interponen recursos, organizan conciertos, realizan vídeos y discos, emiten pegatinas y pins, intervienen en los medios de comunicación, llegan incluso hasta alquilar un tren -como hizo Salvem el Botànic para viajar a Barcelona para protestar ante la casa del promotor del polémico hotel de Jesuitas- y, en definitiva, presionan a la Administración responsable del proyecto objeto de su rechazo.
Los salvem son movimientos cívicos de nuevo cuño, una nueva forma de participación en la vida pública, de iniciativa ciudadana, y reúnen, a veces en curiosas amalgamas, normalmente interclasistas y casi siempre de forma circunstancial, a miles de ciudadanos de toda la Comunidad Valenciana. En su mayor parte están integrados por ciudadanos afectados por el proyecto en cuestión, aunque otros surgen en defensa de ideas. Es el caso, por ejemplo, de Salvem el Botànic, un colectivo nacido para frenar la construcción en el famoso solar pero que está impregnado de una idea de ciudad. O el de Salvem el Benacantil, celoso de la imagen del emblemático monte que preside Alicante.
En contra de lo que parece, la mayor parte de los salvem nace en el entorno rural, destaca Joan Romero, catedrático de Geografía Humana de la Universitat de València, que, desde su óptica de geógrafo, explica que estos movimientos son la respuesta social a una nueva geografía de los conflictos territoriales, generada a su vez por dos corrientes de fondo: por un lado, "una nueva forma de entender el medio ambiente y el territorio" y, por otro, "la desaparición de la vieja dicotomía rural-urbano" según la cual el entorno rústico era contrario al progreso y el urbano representaba la modernidad.
Pero todos estos colectivos tienen características comunes: están integrados por voluntarios y abiertos a las iniciativas, se gobiernan de forma asamblearia y muestran una voluntad de participación en la vida pública y en su entorno. Y constancia, mucha constancia, porque celebran reuniones semanales para hacer un seguimiento de su caso, informar a sus integrantes y emprender nuevas acciones.
La proliferación de los salvem constituye, según Josep Sorribes, profesor de Economía Regional y Urbana de la Universitat de València, "un hecho sociológico importante", que muestra dos evidencias: por un lado, "la ineficacia de los partidos políticos de la oposición para canalizar y dirigir la contestación" ciudadana y, por otro, "la ya larga y tal vez irreversible crisis de las asociaciones de vecinos", que teóricamente deberían encabezar este tipo de protestas. Una apreciación en la que coincide Joan Olmos, ingeniero de caminos y profesor titular de Urbanismo de la Universidad Politécnica de Valencia: "Son la respuesta de la propia sociedad ante la incomparecencia de quien tiene la obligación de plantear oposición", señala Olmos. Los salvem reflejan también un fracaso, según Víctor Navarro, de Acció Ecologista-Agró: "Ha faltado compromiso para crear un movimiento a nivel de País Valenciano", explica este veterano militante ecologista en referencia a los intentos fallidos de crear un partido verde estable de ámbito valenciano.
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