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Reportaje:

Un liderazgo poco discutido y poco ejercido

Sectores del PP reclaman a Rajoy una dirección más vital y más visible. El problema, según bastantes dirigentes del primer partido de la oposición, no es que se discuta su liderazgo; es que, voluntariamente, Rajoy manda poco

Soledad Gallego-Díaz

A pocos días de que se cierre definitivamente la Comisión de Investigación del 11-M y se conozca el resultado de las elecciones vascas, el Partido Popular atraviesa un momento delicado en el que tiene que decidir qué línea seguirá, no sólo en las próximas semanas, sino en el próximo semestre. Para algunos, el PP tiene que seguir marcando una oposición verbalmente muy agresiva, con temas y tonos parecidos a los actuales, porque así mantiene excitados y unidos a quienes les votaron hace un año. Para otros, la posición actual es insostenible, no porque sea demasiado dura, sino porque es monotemática y porque terminará arrastrando al PP hacia una etiqueta de derecha radical y haciéndole perder la referencia de centro-derecha, tan duramente lograda en los 80.

"Siempre dijimos que Rajoy sería un estupendo presidente y un jefe de la oposición algo peculiar"
La reacción es urgente porque están a la vista las elecciones vascas y, sobre todo, las gallegas
"Las elecciones gallegas las ganará o las perderá don Manuel, no la dirección en Madrid"
Zaplana se ha visto engullido en un lenguaje extremo, en la línea de Acebes, sin perfil propio

Todos coinciden en una cosa: Mariano Rajoy no se encuentra amenazado, ni es discutido ni puenteado, ni se toman decisiones importantes que no cuenten con su visto bueno. El problema, según explican bastantes dirigentes del PP, no es que se discuta el liderazgo de Rajoy en el partido. Es que, voluntariamente, Rajoy manda poco.

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Esa indefinición y dejar hacer es lo que alienta a los partidarios de seguir igual, y desalienta y frustra a quienes desean que, de una vez, el presidente del partido dé un nuevo impulso y muestre más ambición. Si no reacciona e impone un liderazgo más activo, insinúa un diputado popular que siempre se ha identificado como próximo a Rajoy, "el vacío que deja será ocupado por otros". "No basta con ser un gran parlamentario, que lo es, ni con tener finura y criterio, que lo tiene", se lamenta. "Hacen falta directrices más claras, más vitalidad y más visibilidad. Este partido está acostumbrado a liderazgos fuertes y en este momento es evidente que no lo tiene". La reacción, afirma, es tanto o más urgente porque están a la vista las elecciones vascas y, sobre todo, en octubre, las gallegas, que pueden suponer "un deterioro" y para las que Rajoy ya debería haber "recuperado fuerzas".

"Es cierto que el PP tiene una imagen algo difuminada en estos momentos. Sólo es rocosa en el tema del 11-M, pero no se ve muy claramente qué proponen y adónde van en otros muchos capítulos de la vida política española", sugiere un analista vinculado al mundo financiero y con antiguas responsabilidades políticas. "Quizás sería mejor para el PP que existiera de verdad una batalla por el liderazgo, porque así se verían obligados a reaccionar", ironiza.

El presidente del PP, por su parte, no parece agobiado. Espera ser padre por segunda vez en fechas próximas y los miembros de su equipo aseguran que mantiene el "equilibrio" y "talante moderado de siempre". "Hace una oposición muy dura, es cierto, a veces chocante en él, pero así se lo reclama el partido y su militancia. Y también es verdad que en ocasiones se desmarca de iniciativas que no le gustan, como el famoso vídeo de FAES. Quizás, eso es lo que le hace aparecer a veces como poco tajante", asegura uno de sus asesores.

"Rajoy no es un personaje inédito. Tiene ya acreditada una personalidad determinada y cuando transmite un mensaje que no le cuadra, se hace flaco favor como líder político porque los electores detectan inmediatamente esos desajustes", replica el diputado crítico antes citado.

"No hay nada que reprochar a Rajoy", considera, por el contrario, otro importante dirigente regional del PP. "Todos hemos dicho siempre que Rajoy sería un estupendo presidente del Gobierno y un jefe de la oposición algo peculiar. Eso es así. Ahora bien, nadie podrá decir nunca que no ha tenido todo el apoyo y la lealtad del PP".

Pasado un año de su derrota electoral, parece claro que Rajoy ha optado por un trabajo bastante en solitario y a su propio ritmo. Asiste, por supuesto, a numerosas actividades del PP, a las reuniones de dirección y a los maitines, en los que algunos afirman que tiene cada día más presencia e influencia el sociólogo Pedro Arriola, experto en cuestiones electores y en análisis de encuestas, muy vinculado a José María Aznar. Pero, en general, explican en su entorno, el jefe de la oposición ha optado por un tono intermedio, reservándose algunas intervenciones parlamentarias puntuales, y dejando margen exterior a Ángel Acebes y Eduardo Zaplana.

Acebes, absorbido por su papel de ministro del Interior en la crisis del 11-M, funciona, según sus críticos, como una segunda voz muy previsible, con intervenciones casi monocordes. "Todos comprendemos su dolor por lo sucedido y le apoyamos humanamente, pero la verdad es que no da la imagen que vamos a necesitar en pocos meses", asegura un destacado diputado. Más sorprendente resulta, según su análisis, el papel del portavoz parlamentario, Eduardo Zaplana, que llegó a Madrid con una imagen de gestor eficaz y moderno y que se ha visto engullido en un lenguaje mucho más extremo en la línea de Acebes, casi sin perfil propio. "Quizás se deba a que no está cómodo como portavoz parlamentario en el Congreso y necesita buscarse otro encaje", comenta otro parlamentario popular.

En relación con la Comisión del 11-M, la verdad es que prácticamente todo el PP, por unos u otros motivos, comparte la línea que se ha venido siguiendo hasta ahora. Aunque a algunos les parezca más o menos zafia, nadie en la dirección ha ofrecido, ni defendido, otra línea de actuación. "Es un tema muy delicado, porque, cara al futuro, no podemos dejar que se cierre sin que tengamos una posición clara. Hay que formar ahora el parapeto en el que situarnos cuando dentro de tres años se convoquen las elecciones y el PSOE vuelva a acusarnos, porque lo hará, de mentirosos. En ese momento, nosotros tenemos que poder contraatacar con algo: con que el PSOE no quiso averiguar toda la verdad. Ésa es la estrategia y en eso estamos todos de acuerdo", asegura un dirigente popular.

Las diferencias se plantean sólo en cuanto al calendario. Algunos dirigentes son partidarios de cerrar el capítulo del 11-M cuanto antes. Son, incluso, bastante críticos con quienes dentro del PP quieren "prolongar y calentar" el tema, exclusivamente por razones personales, para colocarse bien cara a la militancia. "Es absurdo que nosotros hurguemos en el tema y queramos prolongarlo. El PP no saca nada, absolutamente ningún rédito de este asunto. Lo único es evitar que nos laminen. Punto", explica un diputado popular muy experimentado. "Perdimos las elecciones entre el 11-M y el 14-M y aunque la militancia quiera caña, los dirigentes debemos ser lo suficientemente sensatos como para saber que lo que nos conviene es dejar de chapotear, superar este trauma de una vez", se suma otro dirigente regional.

Desde el punto de vista estrictamente político, también existen diferentes análisis internos y, sobre todo, muchas dudas sobre la posición del propio Mariano Rajoy. Quienes están protagonizando esta etapa, capitaneados por Ángel Acebes, parecen considerar que la línea actual de extrema dureza verbal no tiene coste electoral: las encuestas, afirman, no indican una defección notable entre quienes les votaron el 14-M. "Por el contrario, es gracias a ella a lo que no hemos sufrido una debacle", asegura un representante de este sector. Hay, incluso, quienes mantienen (en su mayoría desde la FAES que preside José María Aznar) que las últimas elecciones norteamericanas demostraron que si se insiste con rotundidad en unos principios y en unas consignas, incluso en unos hechos (se puedan demostrar o no), el mensaje termina calando.

Para otro sector, lo preocupante es que los indicadores sociológicos demuestran que en la percepción general, el PP se está desplazando hacia la derecha de la derecha. "Esto no es Estados Unidos. Aquí, con la ley electoral en la mano, una posición a lo USA sería un auténtico suicidio. Una estupidez memorable", asegura un dirigente popular nacional que, además, recurre al propio Aznar como fuente de autoridad: "Aznar ya dijo hace muchos años que el problema del PP no era ganar votos, sino disminuir las altas cifras de rechazo que provocaba. Por eso no ganábamos elecciones y por eso las podemos volver a perder". Afortunadamente, ironiza, el PSOE tampoco está cortejando mucho al voto de centro y el PP puede intentar desarrollar a su vez una estrategia para colocar al Partido Socialista a la izquierda de la izquierda. ¿Una estrategia mutua de llevar a los extremos algo peligrosa en un país como el nuestro? "Quizás", replica este dirigente popular, "pero las cosas están así y muchos de nosotros, en el PP, creemos que el PSOE está jugando con la idea de que aparezca un grupo de extrema derecha que nos quite voto".

La idea de que el PSOE le coloca continuamente al PP pieles de plátano para que resbale está muy extendida entre los dirigentes populares. "¡Quieren que defraudemos a los votantes populares que proceden de ese espectro", protesta un dirigente regional con gran protagonismo en el PP. "Claro", le replica un diputado más veterano, que tuvo responsabilidades políticas en la etapa Aznar, "pero lo importante es que no las pisemos. Lo que no puede ser es que ahora, si hablamos de sanidad, nuestro problema sea la eutanasia. Si de educación, la asignatura de religión; si de libertades, la estatua de Franco; si de investigación y desarrollo, nos encontremos prohibiendo las células embrionarias". Y se lamenta de la apatía que, según él, demuestra Rajoy en todos estos campos.

"En los medios de comunicación no se pueden colocar tres y cuatro mensajes al mismo tiempo. Y mientras estemos encharcados en el 11-M, no habrá manera de tener una presencia política más potente", comenta el mismo diputado.

Nadie prevé, sin embargo, grandes cambios en la estrategia del PP, por lo menos de momento. Mucha gente en el Partido Popular alude a las elecciones gallegas como posible punto de inflexión: "En las elecciones vascas bajaremos algo, pero allí no estamos en el poder ni bajar uno o dos escaños trae realmente consecuencias. En Galicia es distinto. Vamos a ver en qué situación está el partido, de verdad, y si la idea de Arriola de que todo marcha estupendamente y de que con este discurso terminaremos deteriorando al PSOE y llegando a las próximas elecciones generales es cierto, o si se va al traste junto la presidencia de la Xunta".

Para el sector más cercano a la actual dirección, este análisis es "injusto". "Las elecciones gallegas las ganará o las perderá don Manuel Fraga, no la dirección en Madrid", alega un miembro de la ejecutiva.

"En el fondo, da igual si la dirección asume o no esa responsabilidad", comenta un diputado regional. Lo que importa, según él, es que si el PP pierde Galicia quienes van a empezar a preocuparse son los presidentes de las comunidades autónomas "populares", Comunidad Valenciana, Baleares o Castilla y León. Todos ellos son políticos jóvenes pero experimentados, bien enraizados en su zona, y por ahora no han reclamado un gran papel en la dirección del partido. Pero si Galicia se va al traste, muchos dirigentes populares creen que reclamarán inmediatamente su parte de poder en la dirección del partido.

Un caso especial es el del PP de Madrid, donde Esperanza Aguirre ha ido identificándose con un lenguaje de gran dureza y acumulando al mismo tiempo cada vez más poder e influencia, hasta el extremo de considerarse ahora una auténtica "baronesa". Algunos, incluso, se refieren ya a ella como una posible candidata presidencial para después de 2008, aunque otros consideran que se trata de un imposible. "Si Rajoy llega a 2008 y pierde", asegura un alto cargo del PP, "habrá ya en el escenario cuatro o cinco personas perfectamente situadas para sucederle. Las mismas cuyos números dos y tres están ya calentando motores. Pero todos ellos saben que si Rodrigo Rato decidiera volver a la política española, nadie en el PP sería capaz de echarle un pulso. Salvo que en tres años pasen muchas cosas imprevistas. Lo que suele suceder".

Ángel Acebes, Eduardo Zaplana y Mariano Rajoy, en el Congreso de los Diputados.

GORKA LEJARCEGI
Ángel Acebes, Eduardo Zaplana y Mariano Rajoy, en el Congreso de los Diputados. GORKA LEJARCEGI
Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre.
Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre.RICARDO GUTIÉRREZ

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