Un 'Chilavert' en Riazor
Munúa, sustituto de Molina en el Depor, lanza faltas y, de juvenil, fue centrocampista
Detrás de Molina, oculto más de un año en el banquillo, llegado de Uruguay como un fichaje casi furtivo, había otro Molina. O un Chilavert, el ídolo que ha guiado la carrera de Gustavo Munúa (Montevideo, 1978), un portero con el alma dividida entre el claustro de la meta y los espacios abiertos. Como Molina, cuya lesión le ha brindado su oportunidad en el Deportivo, Munúa es un guardameta de los modernos, al que no le asusta salir del área y jugar con el pie. Y, como Chilavert, llegó a ser el lanzador de faltas y penaltis del Nacional de Montevideo, el club de su vida.
Munúa empezó en el Nacional cuando tenía ocho años: "Mi segunda casa. Desde muy chico, fui seguidor suyo y no jugué en otro sitio. Conozco a todos, desde el primer equipo hasta los babys". Pero su referente estaba al otro lado del río de la Plata, en un paraguayo excéntrico y genial, Chilavert, portero y algo más del Vélez Sarsfield. El loco y bravucón Chilavert, capaz de abandonar la portería para transformar un golpe franco por la escuadra, fue "el espejo en que mirarse".
Como su ídolo, el niño Munúa sentía el impulso de escapar: "Ser arquero es lo más grande. Pero también me gustaba ser jugador. Aunque jugué en el arco entre los 8 y los 14 años, tenía mis dudas y en el juvenil del Nacional decidí probar en otra posición. Y estuve una temporada de ocho. Luego, me di cuenta de que mi físico no valía para esa posición".
Llegó a la selección uruguaya y estuvo como suplente en el Mundial de 2002. Sus prestaciones excedían a las de un portero normal: "No pretendía copiar a Chilavert, pero en mi última temporada en el Nacional empecé a tirar las faltas y los penaltis. Y metí algunos goles. Me convenció Carreño, el entrenador. Y me apoyaron todos los compañeros".
Llegó al Depor la pasada temporada y vivió a la sombra de Molina: "Sabía que sería difícil encontrar un hueco, pero quería jugar en Europa. El banquillo es duro, pero se aprenden cosas. Esa experiencia me ha hecho madurar". Hasta que una lesión de Molina puso fin a su espera. El Depor se reconoce satisfecho. A su entrenador, Javier Irureta, también le ha sorprendido su solvencia con el pie. Aunque, por ahora, prefiere que las faltas sólo las lance en los entrenamientos.
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