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Columna
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El circo

Sería de desagradecida no reconocer que las nupcias de César con Europa han hecho de este viejo continente putarrón, por fin, una mujer decente. Brindo, pues, por la parte que me toca las narices. Ahora bien, he de afirmar que me falta, cómo decirlo, parafernalia. Por mucho que los periodistas se refieran a la escenificación, me ha parecido una representación de cuarta. Esto no se le hace a un continente que ha albergado entre sus límites nada menos que a Austro-Hungría y a Otomania. Y a Roma, ese filón; y a los nazis. Cielos, no la hacen honrada a una todos los días. ¿No podíamos celebrarlo con mayor boato? A Irak sólo lo han hecho demócrata, y miren ustedes qué fallas se montan por allí.

Faltaban atrezzo y pompa. Un vals póstumo compuesto por Elton John; un ballet sobre Los cuatro jinetes del Apocalipsis, de Blasco Ibáñez, y coreografiado por Maurice Béjart; un sibarítico banquete concebido para la ocasión por Ferran Adrià (sorbet de sapo a la gelatina de baba), un beso con lengua... En su lugar, patatas fritas, hay que fastidiarse. Cierto, el último reducto de la francophonie, ese ajado esplendor imperial de la France, son las patatas fritas, que en sus antiguas colonias, de Senegal a (ay) Siria, se cocinan con eficacia no exenta de alivio: son buenas y llenan mucho.

Mas, ¿nada más? O dicho de otra manera, ¿ello es todo? Perdonen, pero el día de mañana, los estudiosos del futuro leerán a los actuales Heródotos (análisis de Aznar en el Wall Street Journal, entrevistas del ídem en el berlusconiano Corriere della Sera), y no se enterarán de la importancia que revistió el tema. Tendrán que ver imágenes para deducir, de la reverencia de Javier Solana o de la perpleja mueca del propio Augusto (que en cada foto parecía buscar con desesperación el filete de vaca tejana que podía contrarrestar la fuerza de la brava patata francesa); del recelo con que Blair contemplaba a ZP, qué es lo que hemos estado haciendo estos días untuosos pero sosos.

El saludo en castellano de Augusto a Zapatero no subió el listón. Es la forma que tiene de hablar con el servicio. Más notable me pareció la ligereza con que el servicio le replicó: "Bien, ¿y tú?". Se me pusieron los pelos de punta.

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