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Los tíos de Sicilia

Confieso una atracción duradera por los relatos y textos de Sciascia, cuya lectura me permito recomendar. Releyendo el que lleva por título el encabezamiento de esta colaboración no pude por menos que sustituir el que pensé originalmente: "¿agujero negro?" Quien tenga la paciencia de leerme entenderá la sustitución.

El agujero negro se refería a la Comunidad Valenciana, y en especial a los sucesos políticos y económicos que se acumulan en los últimos meses. O tal vez lo que es peor, durante décadas.

Se nos suele percibir como extraños. Quiero decir, fuera de nuestras fronteras comunitarias. Puede que la cosa venga de muy lejos, desde aquella tilde de "muelles" que nos "otorgara" el Conde-Duque de Olivares. O puede que de más cerca: cuando empezamos a asomar nos plegamos al primer palmetazo. Siempre en la medianía, esto es de las medias en todo, economía, población, comportamientos sociales, incluidos los electorales. Y a la vez destacamos por la ferocidad de los enfrentamientos propios, internos, y por la escasa capacidad para transigir y obtener beneficios de los demás.

El resultado está a la vista. La pérdida de oportunidades colectivas es total - las privadas son harina de otro costal, y tal vez expliquen la lenidad con que nos comportamos como cuerpo social. Las infraestructuras para la competencia, la capacidad de adaptación a nuevas situaciones, se pospone en aras de los combates cainitas, así en una familia como en otra, y me refiero a las famílias políticas. Se descartan estrategias sin estudio ni análisis porque vienen de otros, o de otra parte. Así la Eurorregión, el AVE mediterráneo, o la inaplazable discusión y decisión sobre el territorio, desde las organizaciones metropolitanas a la sostenibilidad medioambiental.

Unos tíos sicilianos en el peor de los sentidos, convirtieron en un tiempo al socialismo indígena en campo de Agramante, con clanes, familias y territorios. Esta peste, todavía no descuajada de raíz, ha infectado según parece, a los populares, y con menor relevancia mediática también a otras fuerzas políticas más reducidas.

Pierde el país, esto es, perdemos todos sus habitantes, la ciudadanía. Y los tíos tan tranquilos, a su labor a apropiación de lo que quede, migajas en unos casos para los opositores, y parte del pastel para quienes todavía gozan de su mayor parte, aunque sea de forma provisional y con fecha de caducidad. Mientras algunos miembros de la familia saquen tajada, a seguir.

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Quienes entienden de ello creen poder afirmar que los agujeros negros existen, aunque tengan sus dudas como expresara Stephen Hawking. Los agujeros negros en política requieren de explicaciones consistentes. Esta sociedad ha sido capaz de mantenerse a lo largo de siglos y ha demostrado ser eficiente, con directrices o sin ellas, para reconvertir repetidas veces su tejido productivo, para satisfacer demandas sociales. Para transformar sus ciudades y marcarse objetivos ambiciosos, y por ello realizables. Entrar ahora en un pozo sin fondo cuya oscuridad sólo iluminan los destellos de los enfrentamientos entre los tíos, se llamen Zaplana o Camps, o, amortiguados, Lerma, Pla o Ciscar, constituye el peor de los despilfarros.

¿Acaso tiene razón un desvergonzado y trasparente personaje social que proclamaba aquello de que "aquí no hay proyecto colectivo porque todos mojan algo y se vive bien"? Pueden sustituir el mojan por expresión más precisa. Los tíos reparten; el problema es cuando mengua el botín, cuando se agotan los sucesivos trapicheos, se queman los recursos y se cortan las complicidades. Entonces los tíos de cada familia echan mano de navaja o lupara y no cejan hasta reducir a los díscolos propios, para luego enfrentarse con los ajenos, en éste último caso, como es bien sabido, mediante honorables acuerdos para el reparto de lo que quede, sea un campo de golf o un puerto deportivo, de mar o de montaña.

Eso sí, atribuyendo al "otro", al de allende las fronteras, todo mal y toda peste. Sobre todo si es más próximo, que con el romano o madrileño obsequiosidad, inclinación de cerviz y genuflexión permanente: que todos, y ésta es otra, tienen familia en la capital imperial a la que se deben a cambio de liquidar sus rencillas en el territorio. Mientras, en éste, fragmentación sobre fragmentación, para que cada capo forme su corte, y entre todos destruyan cualquier proyecto colectivo. ¡Qué tíos!

Ricard Pérez Casado es doctor en Historia.

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