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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

La trastienda del poder sobre la mesa

El actor y director Josep María Flotats ensaya con Carmelo Gómez 'La cena', de Jean-Claude Brisville. Gómez regresa al teatro con el encuentro entre los intrigantes Tayllerand y Fouché que cambió el curso de la historia europea. Por Rosana Torres

En sus Memorias de ultratumba, Chateaubriand cuenta cómo el 7 de julio de 1815, hacia las once de la noche y estando en una de las estancias que precedían a la del rey Luis XVIII, vio cómo una puerta se abría: "Entró silenciosamente el vicio apoyado en la mano del crimen, Talleyrand caminando sostenido por Fouché; la visión infernal pasa lentamente delante de mí, penetra en el gabinete del rey y desaparece...". Esa escena que Chateaubriand vivió sucedió 24 horas después de que se produjera un encuentro entre los ministros Joseph Fouché y Maurice de Tayllerand. Un encuentro entre dos hombres intrigantes y poderosos que el dramaturgo Jean-Claude Brisville imagina en La cena.

La obra, que obtuvo un gran éxito cuando se estrenó en el teatro Montparnasse de París, en 1989, la trae ahora a España Josep María Flotats como director, escenógrafo y actor. Comparte el reparto con Carmelo Gómez, que regresa a los escenarios, de los que ha estado ausente los últimos ocho años.

"Los poetas siempre tienen razón, me quedo boquiabierto porque hoy sigo oyendo frases que se dijeron estos dos señores en 1815"

El montaje (trabajan en él el iluminador Albert Faura, el figurinista Renato Bianchi y los actores Daniel Muriel y Bruno Ciordia, en el papel de criados de Tayllerand) se estrenará el 16 de septiembre en el teatro Bellas Artes de Madrid. Flotats y Gómez están metidos de lleno en la piel de dos personajes que sus contemporáneos y la historia han calificado de intrigantes, traidores y, sobre todo, grandes animales políticos. Fouché (Carmelo Gómez) sirvió en ocho regímenes y Tayllerand (Flotats) en 12, siempre en primera línea del poder, con la Revolución y los gobiernos de la República, el Directorio, el Consulado, el Imperio y la monarquía. "Fueron dos supervivientes", comentan ambos actores.

El director catalán aborda con éste su tercer montaje teatral desde que se instaló en Madrid en 1997, donde ha triunfado con Arte, de Jasmina Reza, y París 1940, de Louis Jouvé. "Es un texto que conozco hace tiempo, me fascina el trabajo de Bresville, hecho a partir de información histórica". Teñida de verosimilitud, la obra recrea la importancia que la gastronomía tenía para Tayllerand. Ofrecía grandes y famosas cenas; una de ellas es la que celebrarán cada noche Gómez y Flotats. Este último dice por boca de Tayllerand en dos momentos de la obra: "En Francia los regímenes pasan, pero la cocina permanece" y "Cuando se da de comer a las personas, se termina conociéndolas a la perfección".

"Con los años es inevitable que se descubra que los poetas siempre tienen razón", apunta el director, quien destaca la extraordinaria vigencia de esta obra con respecto a sucesos contemporáneos del mundo de la política: "Me quedo boquiabierto constantemente porque hoy sigo oyendo frases que se dijeron estos dos señores en 1815 y observo situaciones totalmente similares".

Para Carmelo Gómez lo más esencial, al margen del transfondo político, es que habla de conflictos entre personas que manejan un gran poder: "Es un gran duelo". Un duelo que, según ellos, no se reproduce entre los dos actores: "El teatro no es un juego en el que hay un ganador y un vencido, en teatro todos tienen que ganar, del primero al último que participa en la escena, pero no es una lucha, es un juego compartido".

Flotats deja claro que no están haciendo teatro político: "Ni siquiera en el sentido brechtiano del término, sólo hacemos arte, no estamos ante un discurso que intente convencer de algo, no es propaganda; es muy distinto, la intención de Brisville es hacer arte, algo que se puede corroborar con la magnífica versión castellana, con un alto nivel literario". Flotats hace referencia a la traducción de Mauro Armiño, quien dice de esta pieza: "Lo más atractivo es el tratamiento que se da al poder y cómo se lo reparten entre dos señores encima de una mesa, como suele ocurrir en la realidad". Armiño destaca que el lenguaje es de una concisión absoluta: "No sobra ni una coma, todas las frases están cargadas con lo que tienen que decirse y echarse en cara dos hombres que se odian desde hace cuarenta años, pero a quienes el destino les obliga a pactar". Carmelo Gómez deja claro que viendo La cena uno asiste a lo que pasa en la trastienda del poder.

Mientras Flotats jamás ha estado apartado del teatro (empezó su carrera en Francia en los años sesenta, llegó a ser primer actor de la Comédie Française), Gómez lleva retirado desde 1996. El actor cuenta por qué ahora ha dicho sí: "Durante mucho tiempo he estado en el cine muy cómodo, pero la llamada del bosque me gritaba permanentemente y yo sabía que tenía que volver tarde o temprano; pero tenía que ser con un texto muy preciso, y no sabía cuál podía ser", dice este actor, que siempre ha estado en contra de las funciones de dos personajes. "Por eso, en un primer momento, dije no, pero al leer la obra no podía olvidarla, me perseguía y terminé cayendo, pero no puedo volver a cometer el error imperdonable de apartarme del escenario porque esencialmente soy actor de teatro", señala Gómez.

"Como director tengo que decir que es maravilloso trabajar con Carmelo", cuenta Flotats, "es dócil en el mejor sentido de la palabra, acepta lo que se le apunta y lo aplica. Una vez puesto en marcha el cambio decidimos si nos convence. Puede ocurrir también que sea él el que propone un cambio después de haberlo ensayado y eso enriquece mucho las cosas. Esa humildad ante el director sólo la he visto en los grandes. Cuanto más talento tienen más fácil e inmediato es el trabajo; siempre pensé que era el Fouché ideal; tengo un partenaire delante que me va transmitiendo alegría y eficacia y eso me hace crecer a mí".

También Carmelo lanza piropos a su compañero: "Aporta una experiencia teatral muy importante y yo llevaba años sin subir a un escenario; tenía que ponerme con alguien que fuese frase a frase conmigo. Flotats es un profesional excepcional y me está ayudando mucho, además tiene un conocimiento muy profundo de la obra, lleva años detrás de ella y me gusta la visión que tiene de la función, de la que hace un análisis muy interesante, con una visión distinta a la mía, lo que lejos de ser un problema es una aportación; él siempre ve algo que no veo yo, que siempre encuentro una relación fuerte con la política actual, mientras él no quiere hacer ningún paralelismo", concluye.

Carmelo Gómez y Josep María Flotats, en <i>La cena</i>.
Carmelo Gómez y Josep María Flotats, en La cena.ULY MARTÍN

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