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Columna
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Feroz

Mujer, trabajadora, inmigrante, negra. Tantos números llevaba que la mala suerte ha acabado por cebarse en Jenny, y su hija y su hijo, abrasados en Alzira por el machismo feroz.

Ayer los sindicatos recordaron que en los actos del 1 de mayo faltaban 190, muertos en los trenes de Madrid, la mayoría camino del trabajo. Y a otros más de mil, caídos mientras se ganaban la vida. Pero este año todavía habrá que sumar y seguir añadiendo a las 18 mujeres (por ahora) víctimas de la siniestralidad doméstica.

Muchas vinieron buscando una vida mejor. Una cuarta parte de las atendidas en centros Mujer 24 horas durante el año pasado eran inmigrantes, principalmente colombianas, ecuatorianas y rumanas. La cifra de extranjeras se ha multiplicado por tres desde 1999, probablemente porque denuncian más, pero también porque hay muchas más entre nosotros.

En el ya clásico debate sobre si es o no justo relacionar delincuencia con inmigración también se ha llegado a decir que latinoamericanos y musulmanes arrastran su cultura misógina donde quiera que vayan, y que contribuyen en gran medida al engorde de las estadísticas de malos tratos.

En el drama de La Ribera las cosas ha sido al revés: un español asturiano que no soportaba el abandono, y una mujer que pidió protección durante años para acabar así. Una de sus amigas gritaba indignada que después de recibir las denuncias la juez investigó a la víctima, por si hacía de prostituta. Pero no: sólo era una limpiadora que procuraba por sus hijos sin dejarse avasallar (y si lo hubiera sido, ¿qué?).

En otros casos recientes, la maltratada no se ha atrevido a dar parte, porque no será la primera vez que a una "irregular" la ponen de patitas en la frontera tras pedir amparo. Para ellas no hay derecho que valga , ni ayuda económica.

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También quemaron a la granadina Ana Orantes. Y quizá a una natural de Sagunt le habría pasado lo mismo. Pero siempre nos quedará la duda de si la piel oscura de la dominicana Jenny no ha actuado de coadyuvante para el desenlace fatal.

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