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Columna
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Oportunidad

Así se las ponían a Fernando VII. El president de la Generalitat tiene una oportunidad de oro. Definitivamente va a tener delante de sí la posibilidad de ejercer de acuerdo con todos los poderes. Preside el partido que ha obtenido los mejores resultados autonómicos en las últimas elecciones generales y es la primera autoridad valenciana. Al tiempo puede ser el adalid de los intereses valencianos ante la Administración central, ahora sí gobernada por el PSOE. Dispone del respaldo de su partido y de la mayoría de los ciudadanos según los resultados de 2003. El famoso poder valenciano va a ser posible sin cortapisas ni tapujos. Correspondería comenzar recomponiendo el equilibrio del territorio para que sea más comunidad integrada y menos jaula de grillos provincianos. Abordar la comarcalización con decisión más que una necesidad es una urgencia.

El papel de la capitalidad de Valencia es otra cuestión permanentemente aplazada y ya se sabe que donde no hay cabeza todo son pies. Es quizá el aspecto político que le queda por abordar al Ayuntamiento de Valencia, para pasar de una municipalidad de ferias y fiestas, al empaque que requiere el cap i casal de una comunidad autónoma con vocación de país decisorio en el contexto español. Y la Comunidad Valenciana tiene por establecer sus relaciones conjuntas y particulares con sus vecinos (Cataluña, Aragón, Castilla-La Mancha, Murcia y Baleares) así como con otras zonas emergentes de la geografía española (País Vasco, Andalucía, Canarias o Galicia). Sin olvidar su papel en el arco mediterráneo o como región europea, donde hay que reforzar su posición geoestratégica y el potencial económico y cultural del que dispone. No podemos permitir que se ningunee a la Comunidad Valenciana en aspectos clave de potenciación cultural o de desarrollo lingüístico porque hemos perdido demasiado tiempo debido a nuestras contradicciones.

Aunque la mediterraneidad y la vocación europea marcan en la Comunidad Valenciana su trayectoria histórica, no se puede olvidar la faceta internacional que se ha plasmado en el comercio exterior, como factor diferencial de los diferentes sectores productivos. Este hecho se une a la novedad que introduce la ampliación de la Unión Europea en diez nuevos miembros. Quizás es el momento adecuado para replantearse las relaciones con la UE, aunque éstas están reservadas a la Administración central por lo que respecta a los contactos oficiales entre el Reino de España y las instituciones europeas. No estaría de más reforzar el papel de la Oficina de la Comunidad Valenciana en Bruselas, con el fin de que su cometido sea conocido y entendido por las entidades y por los ciudadanos.

Se ha terminado una época caracterizada por la resignación y el seguidismo dócil que modulan las reivindicaciones legítimas para que los organismos y entidades funcionen con eficacia. En Bruselas se ejerce la presión que convenga y si es preciso se le planta cara a Madrid. Esto, además de deseable, es posible y ofrece una oportunidad inmejorable para la Generalitat de Francisco Camps. Una nueva forma de hacer política.

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