_
_
_
_
_
Reportaje:

Atrapados, sin salida

Vecinos de Sueca-Literato Azorín, en Valencia, denuncian los abusos a que les somete la falla durante 45 días

El número 15 de la calle del Literato Azorín, en Valencia, es una de las mejores plazas para ver crecer la falla que se planta a sus pies y su particular ciudad de la luz. Pero la mitad de los vecinos no vive la fiesta como quien ocupa un palco privilegiado. Desde el 18 de febrero no pueden aparcar. El Ayuntamiento dio permiso a la comisión fallera Sueca-Literato Azorín (que cumple 50 años) para iniciar la tarea de montaje de una estructura de luz babilónica que tiene un presupuesto de 180.000 euros, que consume 2.200.000 watios (cuatro veces un estadio de fútbol y 200 veces la portada de la Feria de Abril de Sevilla), usa medio millón de bombillas, y genera una factura de más de 23.000 euros. Ese mismo día empezaron para muchos las fallas. "No es una semana, es un mes y medio el que estamos privados de movernos para nuestra vida cotidiana, que incluye trabajar", dice María, vecina de uno de los áticos de un edificio rosa que exhibe pancarta con el lema "Fallas sí, abusos no" o "Esta falla es un abuso".

Más información
Zaplana asegura a los pensionistas de Carcaixent que tiene fuerza y ganas para seguir en el Gobierno

Desde el pasado día 5 el espectáculo de luz está encendido hasta altas horas. Y desde el pasado sábado, los artistas que han diseñado un monumento gigantesco que se elevará 22 metros y ha costado más de 258.000 euros (la falla la componen 140 falleros) han incorporado a la decoración urbana ninots, maderas, plásticos, vallas, hierros... "Vivo aquí desde hace 30 años con mi hermana, tengo polio y el coche es para mí un elemento imprescindible para ir a trabajar, soy maestra. El año pasado tuve que pedir una baja. Me quedé aquí, atrapada, sin poder salir. No puedo sacar el coche del garaje", cuenta Emma Sánchez Mateo. Desde hace dos semanas está pensando alternativas para poder cumplir con sus responsabilidades laborales. "¿Dónde están mis derechos?". Emma fue una de las vecinas que el pasado año denunció lo ocurrido al Ayuntamiento. "Ni siquiera me han contestado". Y este año es una de las que ha puesto su firma junto a otros vecinos de su finca y de otras próximas en un escrito en el que solicitan que se tomen medidas, apelan a la solidaridad de la comisión fallera y piden una tela ignífuga para proteger sus viviendas la noche de la cremà porque el año pasado hubo incidentes. "Varias carcasas cayeron por el deslunado y quemaron la terraza del vecino del primero", apunta Pablo Sanjuán, quien cree que "la comisión fallera actúa con una prepotencia y falta de respeto insólitas, inaceptables". Y quieren dejar claro algo claro: "Nos gustan las fallas, mucho además, pero no las podemos disfrutar porque esto no es una fiesta es una dictadura que modifica nuestras vidas y atenta contra nuestra salud durante más de un mes". Dicen que no pueden dormir, que el año pasado se juntaba la música de la calle hasta las cinco de la mañana durante tres semanas con la de las carpas del patio de la manzana, que fue alquilado para ello, y que tienen miedo de que haya una emergencia: "¿Por dónde pasaría una ambulancia?", se pregunta Pablo. Recibieron la ceremonia de encendido con un buzoneo y una cacerolada. Pero la respuesta ha sido una carta de disculpa de la falla por las molestias y dos entradas para poder ver gratis el monumento cuando esté plantado. "¿Cómo nos lo tomamos? Es una broma de mal gusto. Esto afecta a la convivencia", dice María.

Bernardo Morosoli, presidente de la falla, considera que "son unos pocos, que no son del barrio, los que protestan" y que "esta falla la visitaron el año pasado 3.200.000 personas y cualquiera querría tener esto en su calle".

TANIA CASTRO
Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_