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Crítica:TEATRO | 'Made in Argentina'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los llorones

Se llora en el escenario, se llora en el patio de butacas. Hay razones para ello: es el drama de la Argentina, pero el drama de tantos países, y ha sido y puede ser el del país en que se represente -éste, claro- que hay mucho que llorar. La obra tiene casi 20 años: la escritora Nelly Fernández Tiscornia la escribió entonces sobre una actualidad trágica, y ha tenido que ir retocándola a medida que las tragedias se sucedían: hasta esta última de la pobreza absoluta, del nuevo exilio; o de la nueva resistencia. No es sin embargo un discurso: es teatro, mucho teatro. Hay dos parejas en escena: los que se fueron al exilio cuando los matones militares podían llamar en cualquier momento a su puerta y hacerlos desaparecer y los que se quedaron, pero uno de ellos piensa en irse porque el ahogo económico puede con ellos. Es una dialéctica entre irse y no irse, entre qué es mejor: la he oído en muchos sitios, se está oyendo ahora en toda África -por citar lo más próximo a nosotros, los que mueren por huir-, y hay una carga de patriotismo en la mujer que se queda: la necesidad de hacer renacer el país desde dentro. En esta obra parece triunfar la idea de la que se queda, en excelentes discursos cuajados de llantos, de rabia y de emoción, sobre la del argentino llorón, que no pierde sus razones: ésta es la esencia del teatro, que el protagonista y el antagonista tengan razones suficientes para enfrentarse.

Made in Argentina

Autor: Nelly Fernández Tiscornia. Intérpretes: Hugo Arana, Víctor Laplace, Ana María Picchio, Soledad Silveyra. Escenografía y vestuarios: Pepe Uría. Iluminación: Mariano Franco. Coordinación musical: Martín Bianchedi. Luces: Luis Quesada. Sonido: Javier Huarte. Dirección: Manuel González Gil. Madrid. Teatro Muñoz Seca.

Más que actuar, la compañía pelea. Es una actuación sin duda sobreactuada, pero también está sobrecargada la obra sin respiro, fuera del antiguo juego tragicómico que hacía alternar momentos de humor para que el espectador "descansase". No rehuye interpretar como melodrama una situación, porque tal situación fue y es cierta. No es posible destacar ningún intérprete. Los cuatro hacen sus cargados papeles con emoción, y saben conservarla después de tantos años de interpretarla. Y el público, sin dejar de llorar, les aplaude con entusiasmo, y se oye algún bravo. Con acento argentino.

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