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Reportaje:

La memoria reabierta de la Guerra Civil

Jóvenes extranjeros dedican sus vacaciones a trabajar en fosas de la guerra

Carlos E. Cué

¿Qué lleva a un californiano, veterano voluntario, a cruzar el mundo desde Afganistán para abrir una fosa de la Guerra Civil en un pinar de La Horra (Burgos)? Una buena historia, claro. Escrita en el británico The Guardian, uno de los cientos de periódicos del mundo que se han interesado por la reapertura de la memoria española. La página del diario cayó en las manos de John Karren mientras trabajaba en Tayikistán, ayudando a paliar guerras y miserias mucho más recientes. Mientras otros compatriotas suyos se divierten en los sanfermines, él abre fosas.

No es el único. Hasta nueve personas llegadas desde Canadá, Finlandia, Holanda, Irlanda, Gran Bretaña o la República Checa colaboran estos días con unos pocos arqueólogos españoles, apenas sin medios técnicos, para sacar de ese pinar perdido y llevar a un lugar digno los cuerpos de republicanos asesinados en agosto de 1936. El golpe triunfó enseguida en Burgos, y la represión posterior fue brutal. Las lomas de esta zona, cercana a Aranda de Duero, famosa por sus vinos y llena de cepas trabajadas ahora por inmigrantes, están repletas de fosas comunes de los españoles que las levantaron hace 70 años.

"Llevaban años esperando para hablar. Es una catarsis colectiva"

Los vecinos de los pueblos de alrededor se acercan y les agradecen su trabajo. Los extranjeros, todos interesados por la Guerra Civil aunque no sepan mucho de ella, se quedan mudos al oír historias de la represión. Les gusta la idea de ayudar a recomponer el pasado, pero no paran de preguntar: "¿Por qué los españoles necesitan extranjeros para reabrir su memoria?". Y, sobre todo, "¿Por qué no lo hicieron antes?", se queja la finlandesa Eeva Sippola.

Están horrorizados por la brutalidad de la Guerra Civil. Layla Renshaw, profesora de antropología forense en una universidad de Londres, abrió tumbas "enormes" en Kosovo. Y decidió seguir ese trabajo en España. Aprovecha para pedir a todo el que se acerca a las fosas que cuente su historia. Con eso hará una tesis sobre el impacto de la reapertura, algo que es para ella "una cuestión de derechos humanos".

Y así, preguntando a los viejos, la mitad de los voluntarios acaba llorando. Una señora les contó que si duro era morir asesinado en un pinar, peor era quedarse como viuda o hija de rojo. Recordó cómo las insultaban, les rapaban la cabeza y las despreciaban durante años. Ella no quiere que se reabra la fosa, pero no por motivos políticos. Mataron a su padre por sindicalista, y lo enterraron en el monte. Su madre enloqueció y murió años después. No quiso que la enterraran, porque su marido no estaba en el cementerio. Decía que "había muerto como un conejo, sin poder luchar". Culpaba a los curas, y no pisó nunca más la iglesia. La incineraron. Y si ahora sacan de una fosa a ese hombre y lo entierran en el cementerio, la señora cree que se habrá traicionado la decisión de su madre.

"Es increíble ver las ganas de hablar que tiene la gente. Se nota que llevaban años esperando. Es una especie de catarsis colectiva", explica Renshaw. "Tuve que dejar de trabajar. Yo limpiaba huesos. Pero cuando escuché a esa señora, comprendí que detrás había miles de historias", cuenta Annabelle Bobmer-Roy, que ha llegado desde Canadá hasta La Horra para trabajar gratis y duro a pleno sol.

Localizar los 22 cadáveres ha sido relativamente fácil. Como casi siempre, mucha gente de los pueblos cercanos guardó en su memoria aquellos terribles días, y la verdad sale en cuanto alguien la busca. Aquí fue José Ignacio Casado, un hombre de Gumiel de Mercado, miembro de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica. En una de las fosas, según sus datos, está parte de la Corporación Municipal de su pueblo, incluido el alcalde, llevados allí por los falangistas en una de sus habituales sacas. Casado aloja y da de comer a los voluntarios, con ayuda de su Ayuntamiento, gobernado por el PSOE. Los jóvenes se pagaron su viaje.

Los voluntarios han sido reclutados por el Servicio Civil Internacional, una veterana ONG pacifista que se interesó por este asunto, muy distinto a los otros campos de trabajo que ofrece. Hana Sedlackova, su coordinadora, explica que es relativamente fácil reclutar a los extranjeros porque hay mucho interés por este asunto fuera de España. Esta semana abrirán otra fosa en Valdediós (Asturias).

Los jóvenes arqueólogos que trabajan en la fosa, como Jesús Martín y Andrea Alonso, no se explican cómo hay tanto interés por el proyecto entre los extranjeros y tan poco entre los españoles. Tampoco lo entienden los amigos de los voluntarios. "Les dije que me iba a España de vacaciones. 'Estupendo', respondieron. Pero cuando les expliqué qué iba a hacer, me miraron como un bicho raro", cuenta la holandesa Margrit de Rooij.

En las fosas se aprecian la goma de los zapatos y casquillos de bala.
En las fosas se aprecian la goma de los zapatos y casquillos de bala.C. E. C.

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