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DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Columna
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Rentable capitalismo de ficción

Es posible que en cuanto se disuelva la varicela autista nuestra comunidad figure en todos los manuales universitarios como pionera de las burbujas de payaso desvanecidas por un soplido de expiración

A lo grande

Es tarea de sociólogo -pero no precisamente a lo Amando de Miguel, ese Rappel vocacional de onda radiofónica- cuantificar las ratios que median entre la realidad y el deseo impostado. A la misma hora en que José María Aznar clamaba que España camina hacia el pleno empleo, se hacían públicos los datos que sitúan a nuestro país a la cabeza del mayor índice de paro de la Comunidad Europea, y apenas unas horas más tarde la vida de muchos viajeros del Talgo encuentra en Chinchilla su fin de trayecto debido a que todavía abundan los raíles en los que la cesión de paso se hace así como al ojeo. Aznar el Grande, y sus secuaces, sufren de la ilusión paranoide de vivir acordes con sus fantasías, una pulsión de mucho peligro porque apenas considera las grandes proporciones en que se pierde y ni se molesta en los detalles vitales que destroza cada día.

Por lo mismo

Una cosa es que el político magnifique su gestión, echando mano por lo común de una prosa hiperbólica que le escriben sus asalariados, lo que no siempre coincide con la verosimilitud de su jeta mediática, y otra muy distinta que se tilde como de ficción las argucias de un capitalismo que, en rigor, es el del atajo. Los escándalos de las grandes compañías que cotizan en bolsa, las cuentas falseadas de las corporaciones transnacionales, la reciente falta de credibilidad de las auditorias antaño de mayor solvencia, no apuntan a ninguna clase de nueva ficción sino a su consolidación en una nueva fase del capitalismo de siempre en la que se trata de obtener los mayores beneficios en el menor tiempo posible aún a riesgo de terminar en prisión previa comparecencia ante los tribunales. Progresa el desparpajo en la gestión, no los hallazgos de ficción en un escenario que lo debe casi todo a su indispensable propensión a la impostura.

Bochorno en Madrid

Que las mafias de la construcción se están convirtiendo en el peligro más serio de la democracia política lo muestra bien a las claras la ausencia calculada de dos diputados socialistas en la Asamblea de Madrid a la hora de una votación decisiva. La poca vergüenza y la corrupción navegan siempre bajo bandera de conveniencia, y no estaría de más que los socialistas, después de lo que les ha caído encima desde hace más de un decenio, exigieran algo distinto al carné de afiliado para designar a los responsables políticos elegidos más o menos por los ciudadanos. La derecha no tiene esos problemas, porque va a lo suyo, que es lo de siempre y de cualquier modo, pero a ver qué socialista depura a un partido tan dado a las argucias del navajeo a cuenta de un buen negocio a la vista. Cuando no es una maruja son dos marujos con cemento hasta las cejas.

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Todos putos

Hasta Mario Vargas Llosa sale en defensa del derecho a la libertad de expresión a propósito de un tedioso librito de cuentos de un tal Hernán Migoya, publicado por una editorial participada por la directora del Instituto de la Mujer, en el que un insípido violador se justifica como malamente puede y un pederasta, en otro de los, digamos, relatos, hace lo propio a cuenta de su creencia en que todo el mundo desea en lo más profunda la humillación que se le inflige. Como es natural, Vargas Llosa (y tantos otros, desde Muñoz Molina a su esposa Elvira, sin tener que escarbar mucho) están contra la censura, faltaría más, y defienden el derecho de Hernán Migoya a expresarse como buenamente pueda, que no es mucho. Una reacción que ignora que el librito no tiene ningún interés literario, como tantos otros firmados por los autores que defienden a Hernán Migoya, y que una cosa es hacer ficción sobre la contradictoria conducta humana y otra distinta aprovecharse para hozar en el oportunismo.

De otro modo

Viene a ser todo lo mismo. Un tal José Manuel de Prada empezó, hace unos quince años, su carrera literaria con una colección de relatos que se llamaba Coños, ni más ni menos, se ve que por falta de pelotas, y que el mismo Francisco Umbral lamentó, mira por dónde, no haber escrito. El autor recibió algunos premios previamente ventilados y hasta departió con Sánchez Dragó en algunos de esos temibles programas televisivos que el místico monta acerca de sí mismo. En la última novela del tal de Prada, que lleva ya muchos años de oficio y que seguro que se llama simplemente José Manuel Prada, aparece lo que su autor debe creer una métafora, a saber, "las almorranas del alma", que ni siquiera es una metáfora sino una estúpida ocurrencia indigna de un escritor con varios quinquenios en sus páginas. Ni censura ni nada. Autocensura implacable en la mercancía al por mayor que venden tantos autores.

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