El sexo de un artista
Pier Paolo Pasolini nació en Bolonia en 1922; su padre era una autoridad del fascismo, su madre era antifascista. Él llegó a ser comunista, y fue homosexual militante; y un gran poeta, narrador, pintor. Fue la creación y dirección de cine la que le dio fama mundial, desde Accattone de 1961 a Saló o los cien días de Sodoma. Le mataron en la calle los chaperos, 1975. Sobre esta muerte hubo otras sospechas: quizá el asesino estaba pagado por la extrema derecha porque, se dijo, Pier Paolo "hablaba demasiado". Fue el último escándalo de una vida escandalosa, con juicios y detenciones, insultos y amenazas. Wilde vivió más respetado hasta el final. El partido comunista le expulsó por homosexual. Era frecuente: Luchino Visconti no quiso afiliarse al partido porque él mismo consideraba que su homosexualidad no le hacía idóneo. Fidel Castro persiguió a los homosexuales.
Vida y muerte de Pier Paolo Pasolini
De Michel Azama. Traducción de Margarita Musto. Intérpretes: Adolfo Fernández, Alberto de Miguel, Alfonso Torregrosa, Rafael Rojas, Iñaki Font y Pedro Cebrino. Director: Roberto Cerdá. Sala Pradillo. Madrid.
Esta nota como de enciclopedia es necesaria para informar de qué va esta obra de Michel Azama, autor francés (y actor, director) de numerosas obras, de la que quizá Cruzadas sea la más conocida (hay edición española). En poco más de una hora traza exclusivamente la cuestión del sexo del artista y su vocación por él en la vida y en la obra; sus relaciones con el hampa y sus persecuciones. Hay fragmentos del gran escritor, trozos del juicio y de los alegatos del fiscal y de algún comentario: pasados, claro, del italiano al francés muy de ahí al castellano con evitables galicismos. Una vez más, el teatro para el género documental, y sirve bien. Dentro de una representación como de servicio, neutra y distanciada dirigida por Roberto Cerdá (director de Tomeo, de Paloma Pedrero, de Pinter...) con la intención de resaltar solamente el caso, destaca naturalmente Adolfo Fernández: vestido de blanco entre el escenario y los personajes de negro, como un mártir inocente; y también porque Pasolini gustaba de vestir así. La imitación del personaje real no llega a ser agobiante, y el primer actor, que lleva una importante carrera en el teatro y el cine, no exagera ni amanera más que lo justo. Había poco público en la tarde del domingo. Aplaudió con insistencia; no tanta como la que reclamaban los autores en sus salidas finales.
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