_
_
_
_
_
Reportaje:

La llegada de los clones

Javier Sampedro

Olvidemos por un momento a Rael, sus obispas y sus ovnis, y hagámonos una pregunta sensata: ¿es posible ya clonar un bebé?

"No hay la menor duda de que sí", responde Lee Silver, catedrático de Biología Molecular de la Universidad de Princeton. "Un equipo científico experto puede ya clonar un bebé, siempre que tenga financiación para comprar el material necesario".

¿Cualquier equipo científico podría resolver los problemas técnicos de la clonación?

"Los problemas técnicos no son triviales", admite Silver, "pero pueden ser resueltos por un embriólogo altamente preparado -hay miles en el mundo- que tenga un suministro suficiente de óvulos donados por mujeres".

¿Por qué, entonces, muchos científicos son escépticos ante esta posibilidad?

Lee Silver: "Un equipo científico experto puede ya clonar un bebé, siempre que tenga financiación para comprar el material necesario"
La demanda existe ya para clonar animales de compañía que han muerto por alguna causa. ¿Cómo no va a existir para clonar a un hijo fallecido?
Habrá parejas estériles que decidan tener un hijo clónico. A veces hará falta una madre de alquiler, pero ésa será la parte más barata
Entra dentro de lo posible que la clonación se haya intentado ya. Si es así, se trata de una grave negligencia por el alto riesgo de malformaciones
Richard Schultz: "El asunto Antinori es muy distinto al de la secta raeliana, porque él sí tiene historial en reproducción asistida"
Príncipe Drácula Kretzulesco: "Aunque mi apellido está ligado a historias tremendas, soy buena persona y no me presto a la clonación"

"Los cerdos, las ovejas, las vacas, las cabras y los ratones han sido clonados ya. Quien diga que la clonación es imposible en humanos está siendo deshonesto o ingenuo. Clonar un bebé es ya posible, no hay la menor duda sobre esto".

Silver publicó en 1998 Vuelta al edén, un serio, lúcido y premonitorio ensayo científico sobre las posibilidades, no siempre tranquilizadoras, que la genética y las ciencias reproductivas han abierto para el futuro de la especie humana. Las predicciones más inmediatas de Silver ya no son ciencia-ficción: han ido apareciendo en los periódicos durante los últimos cuatro años. Y sus vaticinios secundarios -la clonación humana es uno de ellos- están justo ahora abriéndose paso entre las brumas de la incertidumbre.

Granujas

Advanced Cell Technology (ACT), una empresa biotecnológica de Massachusetts, se empleó a fondo en los últimos años noventa para fichar a los mejores especialistas del mundo en clonación y embriología humana. En noviembre de 2001 alcanzó las primeras páginas de la prensa mundial al anunciar la primera clonación de un embrión humano, y ello a pesar de que el éxito del trabajo fue sólo relativo. El vicepresidente científico de ACT, Robert Lanza, declaró la semana pasada a este diario que "la ciencia para clonar un embrión humano ya existe", y que "hay una posibilidad muy real de que los raelianos, el ginecólogo italiano Severino Antinori o algún otro grupo de granujas clonen un bebé".

Silver y Lanza son dos científicos serios, muy bien informados sobre este asunto y extremadamente solventes. ¿Habrá que seguir tomándose a risa a la secta raeliana y sus patéticos anuncios de las últimas semanas sobre el nacimiento de dos clones?

Rael, el líder de esa secta, es obviamente un farsante. Su verdadero nombre es Claude Vorilhon, y asegura a todo el que quiera oírle que el 13 de diciembre de 1973, mientras visitaba el cráter de Puy de Lassolas, en la Auvernia francesa, se le apareció un extraterrestre de piel verde y un metro veinte de estatura que le dijo en un perfecto francés: "Nosotros somos los que hemos creado la vida en la Tierra. Estamos en el origen de vuestras principales religiones. Ahora que estáis lo bastante avanzados para comprender esto, deseamos establecer un contacto oficial por medio de una embajada. La vida en la Tierra es una creación deliberadamente elegida por un pueblo científicamente avanzado, que creó a los humanos exactamente a su imagen".

Pese a estas credenciales, o precisamente a causa de ellas, los raelianos consiguieron en 2001 una audiencia en el Congreso estadounidense y explicaron allí sus razones para hacerse clonar. Rael lo ha expresado así: "Una vez que clonemos réplicas exactas de todos nosotros, el siguiente paso será transferir nuestra memoria y personalidad a nuestros nuevos cerebros clonados, lo que nos permitirá vivir verdaderamente para siempre". Vistas así las cosas, sólo cabe esperar que los raelianos fracasen en su intento, porque la mera idea de tenerlos por ahí eternamente, y con esa empanada mental "transferida a sus nuevos cerebros clonados", produce verdaderos escalofríos de terror.

La inmortalidad, ciertamente, no es uno de los objetivos más creíbles de entre cuantos pueden adjudicarse a la clonación. La madre de la oveja Dolly estaba ya criando malvas cuando la clonaron Ian Willmut y los demás científicos del Instituto Roslin de Edimburgo, en 1997, y el nacimiento de la célebre oveja clónica no hizo nada por devolver a la vida al fiambre lanudo que le aportó su genoma. Los clones humanos existen desde hace decenas de miles de años -no otra cosa son los gemelos idénticos- y, sin embargo, la muerte de uno de los hermanos gemelos nunca ha sido reparada por el hecho de que el otro le sobreviva. Si los seres humanos se vuelven inmortales algún día, cabe asegurar que la clonación no tendrá nada que ver con ello. Rogamos a los marcianos que estén leyendo este artículo que se inventen otra, porque ésa no cuela.

Pero entonces, ¿hay alguna razón concebible para que alguien en su sano juicio quiera hacerse clonar? En contra de la opinión más comúnmente expresada, lo cierto es que sí la hay, y que un científico experto con pocos escrúpulos no tendrá graves dificultades para encontrar miles de clientes dispuestos a pagar por ello. He aquí algunas posibilidades, ordenadas por grado decreciente de sensatez:

Lista de clientes

Habrá parejas estériles que no puedan ser ayudadas por ninguna de las técnicas existentes de reproducción asistida, y que decidan tener un hijo clónico de uno de ellos. La esterilidad suele deberse a algún problema en las células sexuales (óvulos o espermatozoides) o en el sistema reproductor de la madre, pero el material de partida para una clonación (el genoma de uno de los padres) puede obtenerse de otros tejidos perfectamente normales, como la piel. En ocasiones habría que recurrir a una madre de alquiler, pero ésa sería probablemente la parte más barata de todo el proceso.

La razón que suele aducirse contra esta posibilidad -que hay miles de niños que necesitan una familia adoptiva- ignora un hecho doloroso pero obvio: que muchas parejas preferirán siempre un hijo genéticamente relacionado con ellas antes que uno adoptado. Puede parecer injusto y egoísta, pero el mundo está lleno de gente injusta y egoísta. Sin ir más lejos, el ginecólogo italiano Severino Antinori asegura disponer ya de miles de parejas de este tipo en lista de espera para clonarse.

Una variante de lo anterior son las parejas homosexuales. Aun cuando las legislaciones de los distintos países les vayan permitiendo adoptar niños, siempre habrá parejas que prefieran tener un hijo clónico (o hija clónica) de uno de los miembros de la pareja. O tal vez un clon de cada uno de ellos. Nuevamente, la demanda de las parejas existirá en cuanto exista la oferta, oficial o no.

Por absurdo que le pueda parecer a una mente templada y racional, cabe poca duda de que habrá padres que, habiendo perdido a un niño en un accidente, sientan un deseo irreprimible de revivirlo mediante la clonación de una de sus células. Por supuesto, ese niño clónico será una persona diferente de la original, aunque comparta todos sus genes con él, pero el parecido será tan convincente que generará la ilusión de una segunda oportunidad, un Qué bello es vivir de Frank Capra para el infante malogrado. Los argumentos en contra de esta opción son racionales, pero nuevamente ignoran que los seres humanos rara vez lo son, sobre todo cuando actúan guiados por la desolación. Si hay quien cree que sus familiares fallecidos vuelven al mundo como espectros para charlar un rato sobre la decoración de la casa, ¿cómo no va a haber quien crea que el Antinori de turno le va a devolver a su ser querido gracias a los milagros de la técnica? La demanda existe ya para clonar animales de compañía que han muerto por cualquier causa. ¿Cómo no va a existir para clonar a un hijo fallecido?

En el extremo más insensato de la lista figuran quienes desean clonar a alguna persona notable (o considerada notable por ellos mismos, que casi nunca es lo mismo). Uno de los ejemplos más pioneros fue el de una profesora italiana que, en los años setenta, le solicitó al biólogo británico John Gurdon que clonara al papa Pablo VI. Y el último caso, una vez más, se lo debemos a la calentura imaginativa de los raelianos, cuya dirigente Brigitte Boisselier se ofreció generosamente la semana pasada a clonar... ¡al conde Drácula! Por fortuna, el único descendiente reconocido del afamado aristócrata, el príncipe Rodolphe Vlad Drácula Kretzulesco, respondió a Boisselier a través de la revista Bild: "Aunque mi apellido está ligado a historias tremendas, soy buena persona y no me presto a estas cosas".

Drácula Kretzulesco

Drácula Kretzulesco, por cierto, añadió un comentario interesante: "Espero que las autoridades prohíban de forma efectiva estas prácticas, pues de lo contrario asistiremos a la clonación masiva de gente tan loca como el dictador Sadam Hussein, quien seguramente se dejará copiar cien veces". Muy cierto. Pero, según la misma lógica, ¿no deberían las autoridades permitir la clonación de gente tan sensata como Drácula Kretzulesco? El genetista español Ginés Morata ya dio hace tiempo un sólido argumento contra este tipo de ideas: "Podemos sentirnos tentados de clonar a un genio como Albert Einstein, pero ¿quién nos garantiza que el resultado no será un genio del hampa?".

En fin, nunca faltará gente que quiera clonar a alguien, sobre todo si ese alguien es él mismo. Pero ¿quién podrá hacerlo? ¿Los raelianos? Uno de los mejores expertos en embriología humana, Richard Schultz, de la Universidad de Pensilvania, responde a este diario: "No. Este grupo ni siquiera tiene un historial científico en los métodos básicos de la reproducción asistida. Dicen que han establecido 10 gestaciones, de las que 5 progresan bien. No puede ser: sería un resultado mejor que el de los mejores programas mundiales de fecundación que están haciendo simplemente reproducción asistida normal, no hablemos ya de clonación".

Robert Lanza y Lee Silver coinciden con Schultz: los raelianos no tienen credenciales científicas y no han presentado la menor prueba sobre los dos niños clónicos que aseguran haber dado a luz. Los tres científicos, sin embargo, cambian ligeramente de tono cuando se les pregunta por Severino Antinori:

Schultz: "Ésa es una cuestión distinta, porque Antinori sí tiene un historial científico en tecnologías de reproducción asistida".

Lanza: "Tiene más credibilidad que los raelianos, aunque es exactamente igual de irresponsable científicamente".

Silver: "A diferencia de muchos de mis colegas, creo que es posible que Antinori haya intentado la clonación de bebés. Al igual que en el caso de los raelianos, sólo estaré convencido si permitieran a un experto independiente tomar muestras de ADN de la madre y la hija, y si esas muestras son analizadas por un laboratorio de genética independiente. Pero, por otro lado, no creo que Antinori tenga nada que ganar mintiendo sobre este asunto".

Los científicos coinciden en que intentar la clonación de bebés en el momento presente es una grave negligencia. "La clonación requiere sofisticados métodos de micromanipulación de células", explica Schultz, "y todavía no dominamos los fundamentos científicos que permitirían incrementar la eficiencia del paso crucial, que es la reprogramación de los genes para que abandonen su modo de activación adulta y adopten la del embrión. Hay que tener en cuenta que muchas de las vacas, ovejas y ratones que se han clonado hasta ahora manifiestan una alta incidencia de anormalidades físicas, e incluso si éstas pudieran evitarse, en el caso humano no sabemos qué puede pasar con las cuestiones relacionadas con la cognición y el comportamiento".

Clonación insegura

Silver, por su parte, opina: "Hasta el momento, no se ha logrado que la clonación sea segura en animales. Es imaginable que, con los métodos adecuados de análisis de los embriones y de los fetos, pudiera evitarse el nacimiento de niños con malformaciones congénitas, pero esto es muy especulativo. En mi opinión, es muy probable que los niños tuvieran problemas médicos. Ésta es mi mayor preocupación".

Así pues, entra dentro de lo posible -aunque las discrepancias entre los mejores expertos son notables- que la clonación humana se haya intentado ya. De ser así, se trata de una grave negligencia. Y, de no ser así, caben pocas dudas de que se intentará en un futuro no muy lejano, y de que será una negligencia igualmente grave, puesto que la resolución de los problemas técnicos no va a ser inmediata.

La reacción de los políticos ya se ha empezado a atisbar. El comisario europeo de Investigación, Philippe Busquin, respaldó el miércoles pasado una iniciativa francoalemana para establecer una prohibición mundial de la clonación reproductiva humana. Japón también ha expresado su intención de apoyar una prohibición internacional. Estas iniciativas cuentan con el apoyo de la mayor parte de los científicos, aunque está por ver si los vetos legales de ese tipo pueden hacerse efectivos sin colocar un policía en todos y cada uno de los laboratorios del mundo.

El Congreso de Estados Unidos, por su parte, está recibiendo una fortísima presión para prohibir todo tipo de clonación: es decir, no sólo la reproductiva, que intenta el nacimiento de bebés, sino también la terapéutica, que sólo pretende clonar embriones de pocos días para obtener de ellos células madre y tejidos que puedan trasplantarse al paciente sin rechazo inmunológico. Si estas prohibiciones totales salen adelante, Antinori y los raelianos habrán hecho un flaco favor al futuro de la medicina.

Claude Vorilhon, el llamado Rael (derecha), junto a la directiva de su secta Brigitte Boisselier.
Claude Vorilhon, el llamado Rael (derecha), junto a la directiva de su secta Brigitte Boisselier.AP

La próxima polémica

AL FIN Y AL CABO, la clonación reproductiva no es más que una técnica para fabricar el equivalente de un hermano gemelo, sólo que nace más tarde que el individuo original. Pero la biología abrirá tarde o temprano una posibilidad técnica que va mucho más allá de esa simple fotocopiadora biológica: la modificación genética de los embriones. Por supuesto, se trata de una cuestión completamente tabú en la actualidad. Pero también la clonación lo es, y ya se ve que eso no es una garantía que proteja contra prácticas marginales. Además, en el caso de la modificación genética, no es difícil predecir la forma gradual en que el tabú se irá disipando cuando la técnica sea posible y segura

.¿Quién podrá negarse a evitar una enfermedad en su futuro hijo? Ya ahora, antes de que sea posible modificar genéticamente el embrión, los padres que son portadores de una enfermedad hereditaria apelan a la selección de embriones para tener un hijo sano. Los científicos generan varios embriones por fecundación in vitro, examinan sus genes, y sólo implantan en el útero los que tienen el ADN correcto. La práctica está prohibida en países como Alemania, y la consecuencia es que los padres alemanes ya han empezado a viajar a España (al Instituto Valenciano de Infertilidad, para ser más exactos) con el objetivo de eludir la prohibición.

Hay casos, sin embargo, en los que la selección de embriones no será suficiente: por ejemplo, cuando ambos cromosomas de ambos padres lleven el error genético, y por tanto todos sus embriones estén condenados a llevarlo también. Cuando la técnica lo permita, esos padres querrán modificar sus embriones para introducirles un gen correcto. E, igual que ahora, viajarán adonde haga falta para ello.

La modificación genética para evitar enfermedades será aceptada mucho antes que la destinada a mejorar cualidades de los hijos como la forma física o la inteligencia. Pero la frontera es demasiado difusa. Si se introduce en un embrión un gen de resistencia al sida, ¿es prevención de enfermedades o es mejora genética? Cuando se descubran los genes que afectan a la inteligencia, ¿habrá fuerza legal capaz de impedir su uso en los embriones?

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_