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Reportaje:

Dos décadas de declive en el mundo árabe

WEF analiza las causas del empobrecimiento de su población y los riesgos de su marginación en una economía global

Ángeles Espinosa

¿Qué pasa en el mundo árabe? ¿Por qué en las dos últimas décadas los ingresos de su población se han reducido o, en el mejor de los casos, estancado? A éstas y otras preguntas similares intenta contestar el Informe sobre Competitividad en el Mundo Árabe que el World Economic Forum (WEF) ha presentado esta semana en Ginebra.

'La trayectoria del crecimiento en el mundo árabe durante los últimos veinte años ha sido decepcionante', según el WEF
'Su parón se debe a la inestabilidad política y social, el deterioro del entorno empresarial y la baja calidad del capital humano'
Con una tasa de natalidad del 4,2% anual, los 287 millones de habitantes con que hoy cuenta la región van a ser 470 en el año 2025

No hay respuestas sencillas, pero sí algunas recomendaciones muy claras para evitar que esa región bajo cuyo suelo se hallan dos tercios de las reservas conocidas de petróleo, se descuelgue del proceso de globalización. Mejora de las instituciones de gobierno, desregulación, reforma de la educación y acceso a las nuevas tecnologías, son el eje de la receta del WEF.

Para este año el Banco Mundial, y otras instituciones internacionales, prevén que el conjunto de los países árabes crezca por debajo del 3%, bastante menos que en los dos ejercicios anteriores. 'La fragilidad económica de la región se ha agravado en el último año a raíz de la sacudida que ha seguido a los atentados del 11-S', reconoce Klaus Schwab, presidente del WEF, en el prefacio del informe.

Aún así, el clima político que desde hace años ha eclipsado el debate sobre el desarrollo económico y social de la zona no justifica el parón. 'La trayectoria del crecimiento en el mundo árabe durante los últimos veinte años ha sido decepcionante', asegura el informe elaborado por un equipo de expertos para el WEF. Tras una etapa, entre 1963 y 1980, en la que el producto interior bruto (PIB) per cápita aumentó con rapidez en toda la región, se produjo un gigantesco declive en los años ochenta (cuando bajaron los precios del petróleo) y sólo una modesta recuperación en los noventa (gráfico 1).

Aunque se aprecian diferencias de comportamiento entre los países petroleros y los que no lo son, el informe subraya cómo a medio y largo plazo, todos ellos muestran una tendencia negativa. 'Las extraordinarias tasas de crecimiento de los sesenta desaparecen tras la primera crisis del petróleo', constata el texto. Una situación que se agrava, además, con un aumento de la población que Peter Cornelius, director del programa de competitividad global del WEF, califica de 'muy dinámico' y otros analistas, de 'exuberante': 4,2% frente a menos del 2% de los países occidentales. Esta elevada tasa de natalidad se traduce en que los 287 millones de habitantes con que hoy cuenta la región van a ser 470 para el año 2025, para los que hay que facilitar educación, sanidad y trabajos, sino se les quiere condenar a la pobreza.

El reciente Informe sobre Desarrollo Humano en el Mundo Árabe de la ONU (junio 2002) relacionaba el estancamiento económico con un descenso en las tasas de inversión, el primer dato en el que se fijan los economistas para evaluar el éxito o fracaso de una zona económica. Sin embargo, los analistas que han trabajado para el WEF muestran su perplejidad porque no encuentran ninguna correlación entre ambos datos: el crecimiento negativo se inicia cinco años antes de que descienda ligeramente el nivel de inversiones y, a pesar de la reducción, se mantiene bastante alto para la media internacional (una tasa del 24,6% entre 1974 y 2000, frente al 22,9% en los países de la OCDE en el mismo periodo).

Por eso subrayan que el problema no es de 'nivel de inversiones', sino de su 'calidad y eficiencia'. Esta distinción resulta muy pertinente cuando se observa que en el mundo árabe la inversión privada es apenas dos veces mayor que la estatal, una proporción que queda muy lejos de la media de las economías de la OCDE (hasta seis veces mayor) e incluso del este asiático (cerca de cinco veces mayor). Y es que las inversiones públicas muchas veces tienen objetivos políticos más que de eficiencia, e incluso erróneos.

Infraestructuras ineficientes

Sólo así se explica que a pesar de las importantes inversiones del sector público en el mundo árabe, los autores hayan encontrado que 'las infraestructuras permanecen altamente ineficientes'. Entre los ejemplos remiten a un informe del Banco Mundial según el cual, el número de llamadas telefónicas fallidas alcanza el 35% en Túnez, el 46% en Yemen, el 50% en Líbano, el 57% en Marruecos y el 60% en Jordania. Dificultades de este tipo agravan el retraso tecnológico que también se observa en la mayoría de los países del área (gráfico 3).

Los autores miden la ineficiencia económica en términos de descenso de la productividad (el gráfico 2 se refiere a ese factor entre 1975 y 2000) y destacan tres razones como principales responsables: 'La inestabilidad política y social, el deterioro del entorno empresarial debido al exceso de intervención pública y de regulación y la baja calidad del capital humano'. De ahí que propongan la mejora de las instituciones de gobierno, la desregulación y la reforma de la educación como receta para desbloquear su actual estancamiento.

En este terreno las conclusiones del WEF son consistentes con el informe de desarrollo humano de la ONU que señalaba tres déficit principales en el mundo árabe (en derechos humanos, situación de la mujer y educación). Pero más allá de garantizar esas 'condiciones necesarias' para el desarrollo y el crecimiento, el WEF insiste en la importancia de lo que denomina 'motores de crecimiento' (ambiente empresarial incentivador, impuestos bajos, acumulación de capital, innovación y transferencias tecnológicas, y exportaciones). Los Gobiernos árabes tienen una larga lista de tareas por delante.

Una imagen reciente de la actividad comercial en una calle de la ciudad marroquí de Fez.
Una imagen reciente de la actividad comercial en una calle de la ciudad marroquí de Fez.LUIS MAGÁN

El desarrollo tecnológico, asignatura pendiente

La valoración de los dirigentes empresariales que han participado en la encuesta para el informe del WEF sobre competitividad en el mundo árabe, varía mucho cuando se les pregunta sobre el grado de sofisticación tecnológica de sus respectivos países.

Emiratos Árabes Unidos sale bastante bien parado: extrapolando los datos al Informe de Competitividad Global del propio WEF quedaría en el 18º puesto, entre Austria y Bélgica. Le seguiría Bahrein, en un eventual 24º, entre Corea del Sur y Nueva Zelanda.

Sin embargo, y en contra de la percepción que asocia tecnología con recursos económicos, ése no es el caso de otros dos países de la península Arábiga. Omán y Arabia Saudí, que ocupan los últimos lugares. En el presente informe, el WEF no ha elaborado un ránking por ausencia de datos suficientes, 'una razón por la que los países árabes han permanecido poco estudiados respecto a otras zonas'.

Las respuestas de los encuestados se unifican en sentido negativo cuando se les pregunta por la inversión en investigación y desarrollo. Todos, desde Túnez hasta Líbano, pasando por Egipto y Jordania, perciben como bajo el nivel de gasto de las compañías en esa rúbrica. Y, con excepción de Túnez, estiman que tanto las ayudas estatales cono los crédito tributarios con ese fin son escasos.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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