Sudor patrio
Los comentarios sobre la espectacular sudoración de Camacho durante el España-Eslovenia son tremendamente injustos. Los niveles de humedad, el calor, los nervios y el sentido de la responsabilidad son motivos suficientes no sólo para sudar como un jamón, sino también para desgañitarse en la banda como suele hacer nuestro impulsivo seleccionador. Y, sin embargo, se disparan las coñas y los comentarios sobre si Rexona debería patrocinarle, sobre si mejor una americana encima de la camisa o un color más apropiado para resistir los escapes de fluido sobaquil.
Hasta ahora, podíamos discrepar del estilo dialéctico de Camacho, de su criterio futbolístico, de sus expeditivas respuestas en las conferencias de prensa, incluso de lo poco estimulante que resulta su primario discurso patriótico. Hasta ahí, las opiniones se movían en un terreno más o menos lógico, sobre todo teniendo en cuenta que, antes y después de los partidos, de algo hay que hablar.
Entrar en estas consideraciones fisiológicas y mirar con lupa las glándulas sudoríparas del seleccionador, en cambio, me parece un golpe bajo y un precedente peligroso. ¿Qué ocurrirá cuando las imágenes de televisión nos muestren un primer plano de un entrenador que, por culpa del sufrimiento que le produce estar viendo a su equipo, va perdiendo el pelo de un modo alarmante? ¿Y seremos capaces de criticar al pobre tipo que se muerde las uñas de manera compulsiva mientras su equipo hace el ridículo o a aquél al que se le desencaja la dentadura postiza a causa de un error arbitral?
El asunto del sudor de Camacho no debería convertirse en un tema de interés nacional. Pertenece a su intimidad y así debería seguir siendo. Es muy probable que cualquiera de nosotros, con las condiciones climatológicas que se produjeron durante el partido, sudaría igual o más que Camacho y acabaría noqueado por una lipotimia del carajo. Y, de no ser así, deberíamos ser lo bastante agradecidos para admitir que es un orgullo tener un seleccionador que suda la camisa mientras sus muchachos sudan la camiseta. Es más: en solidaridad con la selección, yo, mayor de edad y vecino de Barcelona, en pleno uso de mis facultades, confieso que durante el partido también sudé lo mio, pero, por respeto a todos ustedes, no especificaré qué zonas de mi anatomía sufrieron esta mutación térmica.