Desnudar a Isaac Albéniz
En su apellido, Albéniz, llevaba la certera definición de su personalidad primera y de su paradoja después. En vasco, según recoge la recién aparecida biografía del estudioso estadounidense Walter Aaron Clark, Albéniz, retrato de un romántico (Turner), este término significa flaco, delgado y también bajo y ladino. Así lo fue en sus primeros años. Tan verdad como que dejó de serlo en su edad adulta, cuando se convirtió en alguien corpulento que firmaba sus cartas como 'Saco', 'el gordo' o 'Saco gordo'.
Esta contraposición, esta paradoja física, define bien una personalidad de hombre insatisfecho, siempre entre la euforia y las tinieblas, perfeccionista, con una relación de amor odio con su tierra, de la que salió joven para recorrer mundo y apenas volver, sobre la que se han escrito biblias y se han engordado y dejado crecer las mentiras, los embustes, las fantasías que él mismo fabricó para esculpirse como una personalidad deslumbrante.
Su revisión se impone ahora. Urge adelgazar su nombre de leyendas para recuperar su auténtico significado. Averiguar cómo este niño, nacido en Camprodón (Girona), al borde de la frontera con Francia, todo un signo profético para algunos, educado en Barcelona, que se ganaba la vida desde los ¿ocho años? como niño prodigio y conoció a fondo ¿a Franz Liszt?, llegó a ser el músico eminente que fue.
Sencillamente, muchos intentan lavar esa vida de aventuras y desventuras, construida con ingenio por un espíritu posromántico puro y digna de ser llevada al cine, como así ha sido en dos ocasiones en Albéniz: una vida inmortal, dirigida por Luis César Amadori en 1947, y Serenata española, de Juan de Orduña, en el mismo año. Contra toda la fantasía hay una receta que prima ahora: rigor científico y el esfuerzo de muchos intérpretes por demostrar que la obra que legó es un ejemplo de modernidad y audacia casi insólito en la música española.
Si la biografía de Aaron Clark es un ejemplo nuevo que trata de desmitificar su vida y ensalzar su obra hasta el lugar que le corresponde, la revisión de una pieza fundamental como la Suite Iberia, su trabajo pianístico más importante, por estrellas como Daniel Barenboim e intérpretes españoles como Rosa Torres Pardo o Miguel Baselga es uno de los aspectos más importantes de este nuevo Albéniz desnudo. Todo empezó gracias al trabajo del también pianista y profesor Guillermo González y del máximo experto mundial en Albéniz, el profesor Jacinto Torres, que revisaron y editaron limpia de impurezas la partitura de Iberia hace cuatro años.
Precisamente, Torres celebra esta nueva reivindicación del autor después de tanto predicar en el desierto. 'Yo empecé a estudiar a fondo a Albéniz en 1985. Llevo mucho tiempo intentando ponerle en el lugar que le corresponde. Me alegro de que haya servido para algo', dice. Para Torres, 'Albéniz fue el músico que en su momento, de verdad, abrió las brechas y sacó la creación española a Europa y es este músico al que urge rescatar de sandios y mercaderes'. Dentro de las actividades relacionadas con el músico, Torres anuncia que en el mes de abril se presentará en Madrid el Catálogo sistemático descriptivo de las obras de Isaac Albéniz, que puede consultarse en www.albeniz.info, una dirección de Internet elaborada por Torres.
Otra de las recuperaciones
importantes es la relacionada con su obra vocal. El crítico Andrés Ruiz Tarazona, autor del libro Isaac Albéniz, la España soñada, es uno de los encargados dentro de la consejería de las Artes de la Comunidad de Madrid de un programa que pondrá en pie toda la producción operística, que Albéniz compuso con libretos del financiero Francis Money Coutts. Se ha empezado con Merlín, grabada para el sello Decca con el director José de Eusebio, ha sido candidata a los grammy y se escenificará en el Teatro Real en 2003. Se continuará en junio con la grabación de Henry Clifford y se terminará con Pepita Jiménez, la obra más conocida del autor, además de con la opereta The magic Opal y la zarzuela San Antonio de la Florida.
'Estas obras tienen rasgos victorianos de compositores como Elgar y otros menos conocidos como Parry y Stanford, que mezcla con su admiración por Wagner y aspectos de su formación francesa, muy próximos a Debussy', dice Tarazona. Merlín era la primera de las tres óperas que tenía previsto hacer con Money Coutts como parte de una trilogía artúrica que también incluía otras dos: Lancelot y Ginebra. 'Money Coutts, que admiraba a Albéniz sobre todas las cosas y le consideraba el músico más grande de su época, quiso hacer un Anillo de los Nibelungos anglosajón, con lo que no contó es que la salud y la mala vida que había llevado Albéniz iban a dar al traste con su proyecto', asegura.
Quedan las canciones. Auténticas joyas desconocidas que suenan hoy modernas, desgarradas, verdaderas. Torres también las ha publicado. Hay cuatro grupos en diferentes idiomas: españolas, italianas, francesas e inglesas. La pianista Rosa Torres Pardo se ha adentrado junto con la mezzosoprano Marina Pardo en las inglesas, que piensan grabar próximamente tal y como han hecho Antón Cardó y Elena Grajera, con la integral de las mismas, y Jorge Robain y Mercedes Díez, con las francesas.
'Son de las piezas más modernas y profundas del músico', asegura Torres Pardo, presa de una cierta albenizmanía, ya que está en plena investigación de la Suite Iberia, también, que tocará integralmente en Madrid, con sus cuatro cuadernos, la temporada que viene. 'En mi caso, sabía que lo tendría que hacer algún día', cuenta esta intérprete. Actitudes así indican que si los músicos están dispuestos a pagar la deuda pendiente con él, seguramente su nombre ocupará el lugar que le corresponde.
Mitos y leyendas desmentidos
UNA DE LAS TEORÍAS de Walter Aaron Clark, en su biografía Isaac Albéniz. Retrato de un romántico, sobre su capacidad fantasiosa es que se vio obligado a mentir en ocasiones a sus padres para justificar los dispendios de sus viajes. Cuando vagaba por el Danubio, 'más marrón que azul', dice el artista, y fue a parar a Budapest donde dicen que surgió el mito de haber conocido a Liszt, Albéniz pudo haber encontrado una mina en esta coartada para retrasar su regreso. Cuenta Albéniz que le recibió Liszt, se interesó mucho por su capacidad, le preguntó por España y luego sobre esto se ha fabricado el bulo, con la colaboración de muchos investigadores, de que fue su alumno.
La teoría queda desmontada en el libro de Clark, lo mismo que la confusión sobre sus giras infantiles por América o su relación con la familia real, con Alfonso XII, que, según la leyenda, le proporcionó ayuda para estudiar en Bruselas. No hay acuerdo sobre la edad en la que comenzó sus periplos por Argentina, Uruguay, Brasil, Puerto Rico, Cuba y Argentina, ni siquiera si estuvo en todos esos lugares. Unos dicen que a los doce, otros a los trece, él afirma que a los ocho y medio. Todo tiene que ver con esa faceta para la invención al parecer, irreprimible, que el biógrafo explica así: 'Los engaños, manipulaciones y secretos de Albéniz, por ejemplo sus métodos de conquista, parecen indicar una facilidad bien desarrollada para la falsedad. Sospechamos que esta aptitud debió ser una facultad aprendida en su turbulento entorno familiar por motivos de supervivencia. Llegado el momento se convirtieron en hábitos que no siempre era capaz de controlar'.
Y una forma de ocultar su tremendamente pesimista y trágica visión de la vida, de su país, con el que mantuvo una obsesiva relación de amor-odio, y al autoexilio en Francia y el Reino Unido, e incluso impulsos suicidas. Ese Albéniz oscuro, víctima de una muerte demasiado temprana, que se vio obligado a esperar acompañado del bálsamo que le proporcionaba la morfina, es una cruda verdad que también describe la nueva biografía y que ocurrió el 18 de mayo de 1909. Tenía 49 años y toda una obra por delante.
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