Klaus Croissant, abogado de la Baader-Meinhof
La biografía de Klaus Croissant, que alcanzó notoriedad en Alemania en los años de plomo como abogado de la llamada Fracción del Ejército Rojo (RAF), el grupo terrorista Baader-Meinhof, es la expresión palpable de la patética trayectoria de la izquierda alemana posterior a la rebelión de 1968. Procedente de una familia de drogueros de la región de Suabia, donde el ideal de vida se resume en ahorrar para construirse una casa propia, Croissant comenzó su carrera como abogado especialista en divorcios. La concluyó como defensor, y cómplice, de lo más granado del terrorismo alemán de los setenta, los Holger Meins, Ulrike Meinhof, Gudrun Ensslin y Andreas Baader. Uno tras otro se suicidaron en la cárcel con huelga de hambre, ahorcada o con tiros en la nuca, para simular un asesinato y acusar así al odiado 'Estado fascista'. El día que murió Meins, Croissant asistía a una asamblea y, al recibir la noticia, gritó fuera de sí: '¡Asesinos!', y se apoyó cabizbajo contra la pared. La solidaridad con sus defendidos le llevó a convertir su bufete en Stuttgart en un centro coordinador de la banda terrorista en tareas de agitación, propaganda y tráfico de información, y tal vez más cosas, con los presos. Esta actividad le valió un proceso por apoyo a una organización criminal. Croissant se refugió en Francia en busca de asilo político. No le sirvió de nada. El Gobierno francés lo devolvió sin más al otro lado del Rin. En 1979 lo condenaron a dos años y medio de cárcel, y cuatro de prohibición para ejercer la abogacía.
A principios de los ochenta, de la izquierda del 68 ya no quedaban más que los restos del naufragio y un nuevo proyecto, Los Verdes, el pujante nuevo partido ecopacifista. Data de esa época la relación de Croissant con la periodista Brigitte Heinrich, ya fallecida, que llegó a eurodiputada de Los Verdes. Al mismo tiempo, inicia Croissant otra relación oscura con la Seguridad del Estado (Stasi) de la desaparecida República Democrática Alemana. Tras la caída del muro salió a relucir este trabajo de Croissant, como informador de la Stasi sobre la izquierda alemana. Esto le valió el odio de sus antiguos compañeros de la izquierda y en 1993 un proceso por espionaje, del que salió con una condena a 21 meses de cárcel. En un discurso de defensa de cuatro horas, negó Croissant haber recibido pagos por su actividad y acusó a los jueces de querer vengarse por sus ataques al Estado en su época de abogado de la RAF. Llegó incluso Croissant a sostener: 'La tarea de todos nosotros tiene que ser levantar el socialismo sobre nuevas bases'. Sus palabras ya no convencían a nadie. Su auditorio era un minúsculo grupo en la sala del tribunal. Quedaban lejos los días en que Croissant llegaba a la cárcel de Stammheim junto con Jean-Paul Sartre para entrevistar a Andreas Baader. Un familiar anunció que Croissant murió el jueves a los 71 años sumido en el olvido.-
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