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Reportaje:

El Parlamento 'marciano'

La mayor parte de los debates de las Cortes Valencianas están muy alejados de la actualidad

El pasado jueves, el consejero de Economía de la Generalitat, Vicente Rambla, comparecía ante el pleno de las Cortes Valencianas para explicar qué medidas había emprendido el Consell para adaptar la sociedad valenciana a la 'inminente' entrada en circulación del euro. La comparecencia se sustanciaba cuando los ciudadanos llevaban ya más de dos meses con el euro en sus bolsillos. Convertida ya en algo normal la nueva moneda europea y prácticamente olvidada ya la vieja peseta, la iniciativa tramitada por el grupo de Esquerra Unida en agosto del año pasado, meses antes de la implantación del euro, llegaba al pleno de las Cortes en un momento en que ya no tenía sentido alguno conocer las 'medidas adoptadas' para facilitar a los ciudadanos la transición de la vieja a la nueva divisa.

Este es sólo el ejemplo más reciente de un preocupante fenómeno que afecta a la vida parlamentaria en general y que en el caso de la Cámara valenciana parece haberse acentuado en los últimos tiempos: el creciente alejamiento de los debates respecto de la realidad diaria que viven los ciudadanos. Un fenómeno que genera muchos debates marcianos, en los que se habla de previsiones del inicio del curso escolar cuando éste ya ha concluido, de incendios forestales registrados casi un año antes, o de acciones de gobierno para facilitar unas negociaciones del sector de frutos secos tiempo ha cerradas. Así, no sería de extrañar que una iniciativa sobre la globalización presentada el pasado viernes por el Grupo Socialista-Progressistes con motivo de la presidencia europea de la UE y de la Conferencia Ministerial Euromediterránea que tendrá lugar el próximo mes en Valencia no se pueda debatir hasta finales de año, cuando ya todos hayamos olvidado la cumbre.

El Reglamento de las Cortes, aplicado casi siempre de forma restrictiva, y la propia composición del hemiciclo, donde el Grupo Popular tiene desde las elecciones de 1999 una holgada mayoría absoluta que le permite gobernar la Cámara a su antojo, son las causas inmediatas del evidente desfase respecto de la actualidad de los debates que allí se producen.

El resultado, aparte de esos debates marcianos y extemporáneos, es una clara merma de la labor de control del Gobierno por parte de las Cortes, que constituye uno de los pilares del sistema parlamentario. El Reglamento permite al PP bloquear y rechazar iniciativas incómodas para el Consell al que sustenta, ya que controla con comodidad el pleno, la Mesa y la Junta de Portavoces de las Cortes, de forma que puede hacer y deshacer a su antojo sin que la oposición pueda evitarlo. Y eso a pesar de que en su programa electoral de 1996 el PP prometía acercar el Parlamento 'a los problemas reales de la sociedad', así como fortalecer su capacidad 'para exigir la respuesta del presidente a preguntas e interpelaciones de especial relevancia'.

Pero la realidad es bien distinta. Entre las iniciativas cuya tramitación vetan -con los más peregrinos argumentos- los populares, y las que, pese a ser aceptadas, tardan muchos meses en ser debatidas -en la actualidad hay en las Cortes Valencianas iniciativas pendientes de discutir que fueron presentadas hace 18 meses-, esa promesa electoral está muy lejos de ser cumplida. La inmensa mayoría de las iniciativas que duermen en ese sueño de los justos parlamentario son propuestas por los grupos de la oposición.

Y las que llegan a debatirse en el pleno, aparte de que en su mayor parte son de escaso calado -el PP suele forzar la remisión de las iniciativas más espinosas a las comisiones, donde tienen menos repercusión que en el pleno-, llegan habitualmente con mucho retraso. Entonces la oposición sólo tiene dos formas de evitar los debates marcianos: aprovechar la discusión de esas iniciativas para introducir aspectos relacionados con la actualidad o retirarlas cuando considere que han quedado anticuadas. Esto último es, sin embargo, un mecanismo perverso que beneficiará siempre al grupo que tenga la sartén por el mango y pueda acelerar o retrasar los asuntos.

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Algo que, por otra parte, hace el PP siempre que puede: invariablemente, los asuntos que interesan al Consell, son colados en el orden del día. Así sucedió el pasado mes de noviembre con motivo de la nominación del presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, para un cargo europeo. Y más recientemente, a finales de febrero, cuando el PP forzó la inclusión en el orden del día del pleno de una comunicación del Consell en torno al PHN. En ocasiones como las citadas, la independencia de la Cámara queda en entredicho y el principio de la separación de poderes, cercenado gracias a la actitud sumisa del PP y de la presidenta de la Cámara hacia el Consell.

Cerrado por vacaciones

Las Cortes Valencianas están nuevamente de vacaciones. El periodo de sesiones que, tras las vacaciones de Navidad, se inició a principios de febrero, ha quedado nuevamente interrumpido hasta mediados de abril después de celebrar sólo cuatro plenos. Cuando se reanude la actividad, y antes de que se vuelva a interrumpir en verano, se celebrarán apenas media docena más de sesiones plenarias. Y después del verano, entre la sesión de política general y las dedicadas a los Presupuestos de la Generalitat, apenas tendrán cabida otros tantos. A continuación, nuevas vacaciones parlamentarias, un par de plenos en febrero del año que viene y, en marzo, disolución de las Cortes de cara a las elecciones autonómicas de mayo de 2003. Y todo ello con la misma tónica: plenos light y de contenido anticuado en los que difícilmente llegarán a discutirse cuestiones como el ya viejo proyecto de reforma del Reglamento de la Cámara, que podría contribuir a conferir mayor viveza a la institución. Y eso a pesar de que todos los grupos de las Cortes se han mostrado partidarios en los últimos meses de abordar una reforma de esa norma que rige el funcionamiento interno. O como la reforma del Estatuto de Autonomía, también vieja aspiración, en principio, de todos los grupos, aunque unas recientes declaraciones del presidente Zaplana hayan puesto de manifiesto la tibia disposición del PP a abordar una amplia reforma. De esta forma, las Cortes Valencianas llegarán al final de su quinta legislatura, dentro de un año, con un escaso bagaje: el que ha permitido el férreo control que, gracias a su mayoría absoluta, ha ejercido el PP con el solo objetivo de blindar al Consell.

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