'El cómic puede aspirar al mismo nivel literario que cualquier novela'
Definir a Will Eisner es trazar la historia del cómic. En su producción más popular se encuentra The Spirit, un justiciero enmascarado antítesis de los superhéroes. Como teórico interesado en la docencia ha desarrollado una labor de análisis técnico del medio plasmado con los libros El cómic y el arte secuencial y La narración gráfica. Su constante experimentación de las posibilidades narrativas del medio le llevó a crear el concepto de novela gráfica. Su más reciente producción en este campo es el álbum Pequeños milagros, que acaba de publicar en España Norma Editorial. En esta obra, el veterano autor nacido en Manhattan en 1917, recobra su gusto por lo barrios pobres de Nueva York poblados por personajes humildes que pretenden romper con su destino. Próximamente se publicaran en España The Spirit Archives, un volumen de lujo que recogerá las primeras historietas de The Spirit, dibujadas a principios de la década de 1940.
'El mundo de la historieta no ha estado tan libre de censura como ahora'
'Es un error pensar que los cómics son inseparables del papel impreso'
PREGUNTA. En 1978, usted introdujo con Contrato con Dios el concepto de novela gráfica con el que intentaba que este medio alcanzara una consistencia narrativa equiparable a obra literaria. ¿Cree que la historieta ha alcanzado el mismo nivel de madurez que la literatura?
RESPUESTA. La novela gráfica fue mi tentativa de demostrar que el cómic es una forma válida de literatura capaz de dirigir su contenido más allá de las simples historias de entretenimiento. El cómic, dentro de las limitaciones de su lenguaje, puede aspirar al mismo nivel literario que cualquier novela.
P. Usted ha trasladado El Quijote y Moby Dick a la historieta ¿Qué puede aportar una adaptación al cómic de una obra literaria?
R. El cómic es un medio que emplea una sofisticada combinación de textos e imágenes. Cuando en un relato sólo existe un texto se puede alcanzar una gran profundidad, detalle y economía de espacio, pero las imágenes pueden aportar al lector una gran carga emocional. Tanto Moby Dick como El Quijote son adaptaciones y diseños que representan el punto de vista del dibujante de historietas. En este caso, el mío.
P. En Pequeños milagros vuelve a insistir en los relatos protagonizados por gente de barrio que siempre sueñan con salir de su mísero entorno para poder triunfar y llevar una nueva vida. ¿Refleja con ello los anhelos de la América del siglo XX?
R. Mis historias de gente pobre que sueña con aumentar su estatus social es universal. En América, el ascenso social se asume porque puede ser fácil conseguirlo ya que existen grandes oportunidades. Pero en cierta manera esto sucede en todas partes, en cada país del mundo, la gente siempre lucha por su supervivencia.
P. Piensa que la nueva situación en Estados Unidos tras el atentado a las Torres Gemelas puede influir en el cómic. Por ejemplo, que los superhéroes se hagan mucho más 'patrióticos'.
R. Seguro que los hechos del 11 de septiembre tendrán una influencia en el cómic. Como medio de cultura popular, la historieta se muestra siempre sensible a la mitología popular. La naturaleza de los superhéroes convencionales consiste en dar soluciones simples e inmediatas a las amenazas evidentes. Las historias se escriben realizando hipótesis de cómo podían haber sido los hechos reales. El público en este caso ha experimentado antes la realidad que la ficción. Ahora los escritores deberán hacer su propia adaptación de lo que ha sucedido. No es una simple cuestión de patriotismo, sino una cuestión cultural.
P. En la década de 1950, el cómic en su país fue acusado de pervertir a la juventud. Incluso las editoriales crearon el Comic Code, un código de autocensura. ¿Cree que existe ahora plena libertad en el mundo del cómic?
R. El mundo del cómic no ha estado tan libre de censura como ahora. Como de costumbre hay todavía creadores que abusan de esta libertad simplemente para llamar la atención.
P. ¿Las nuevas tecnologías aplicadas al mundo del ocio y la creación gráfica han representado un retroceso para el mundo del cómic?
R. Las nuevas tecnologías simplemente desarrollan un vehículo de transmisión. La transmisión electrónica compite en algunos casos con la tecnología impresa, pero el hecho de contar una historia de manera inteligente con arreglo a un texto y unas imágenes quedará como el núcleo central del proceso de creación. En un futuro, los cómics en Internet, antes que nada, añadirán movimiento a la imagen estática. Es un error pensar que los cómics son inseparables de la impresión en papel, aunque no creo que este soporte sea eliminado totalmente por los medios electrónicos.
P. Durante la guerra de Corea y la de Vietnam usted realizó cómics cuya función era ser manuales de instrucción. ¿Cree que uno de los valores del cómic como lenguaje es su empleo didáctico?
R. Los cómics están capacitados para funcionar como una herramienta para el aprendizaje. La introducción de esta nueva función del cómic que hice en el mundo militar tuvo mucho éxito. Y yo me siento orgulloso de ello.
P. En otro aspecto, pero también relacionado con la docencia, usted impartió clases de cómic durante años y ha escrito dos libros teóricos sobre el tema.
R. El arte de la narración gráfica es un medio sofisticado. Es una disciplina que puede ser enseñada y que su práctica puede ser aprendida. Si se da una formación a los estudiantes que desean trabajar en este campo, cuando empiecen a trabajar tendrán una buena comprensión del medio.
P. En El Último día en Vietnam narra sus propias vivencias junto a otras que le relataron soldados en el propio frente de guerra. ¿Le interesa la temática bélica?
R. Mi interés personal y profesional se basa en la condición humana. Creo que las características primarias del género humano permanecen con nosotros en todas las circunstancias. Mis historias de Vietnam no tratan de combates militares sino del combate humano entre nuestro mundo interior y lo que nos rodea.
P. En su libro El soñador se muestra el contraste del dibujante de cómics que ama su profesión y el que forma parte de un engranaje industrial. ¿Cuál ha sido su secreto para combinar la parte creativa y la empresarial del cómic?
R. Los negocios son un juego. Si esto se comprende, jugar a ello no es difícil. Yo disfruto haciendo negocios, aunque unas veces se gana y otras se pierde.
P. En la década de 1990 muchos grandes autores de cómic de superhéroes crearon sus propias editoriales para ser más independientes. ¿Cómo se encuentra el sector profesional del cómic en estos momentos?
R. La razón de que muchos de los profesionales del cómic en América se hayan convertido en sus propios editores es porque ahora en Estados Unidos la distribución se ha vuelto ahora mucho más efectiva.
P. ¿Qué permanece en la actualidad de las aportaciones de los grandes maestros del cómic americano como Georges Herriman, Alex Raymond y Milton Caniff?
R. Además de otros autores, estos tres nombres han dejado un legado de destreza, calidad e ideas que se ha convertido en el patrón de excelencia sobre el que todos los que sigan se podrán medir.
P. ¿Cuáles son sus próximos proyectos?
R. En Estados Unidos se acaba de publicar The name of the game, trabajo en una adaptación de una leyenda africana sobre Malí titulada Sundiata y esta primavera empezaré una serie de conversaciones con colegas de profesión que darán lugar a un libro que se titulará One-on-one.
La ciudad dibujada
EL CENTRO histórico de la ciudad de Angulema, situado en una colina rodeada por un llano industrial, vive con intensidad la celebración del mayor festival de cómic de toda Europa. En estos días la mayoría de sus centros educativos, culturales y administrativos organizan exposiciones y actividades relacionadas con el llamado noveno arte (si se acude, por ejemplo, a la estafeta de correos, lógicamente se encontrará una pequeña exposición de sellos alusivos a la historieta). Los comercios también participan de esta escenografía que convierte la ciudad en una recreación fantasiosa.
Pero lo que hace que este festival no aterrice como una ficción pasajera es el Centro Nacional del Cómic y de la Imagen de Angulema (CNBDI), situado en un edificio construido a principio de la década de 1990 sobre una antigua fábrica cervecera y que alberga un museo, diversas salas de exposiciones y un centro de estudios sobre la imagen virtual. Aunque oficialmente el salón fue inaugurado el pasado miércoles y se clausura mañana domingo (24-27 de enero), las exposiciones estrella de este año permanecerán abiertas hasta el 5 de mayo. Se trata de Maestros del cómic americano, con páginas originales de Georges Herriman, Jack Kirby, Robert Crumb, Charles M. Schulz, Hal Foster, Alex Raymond, Steve Dicko, Walt Kelly y Will Eisner, invitado especial del salón, y La generación de los independientes, que mostrará obras de Mike Mignola, Jill Thomson, Alan Moore, Neil Gaiman, Jeff Smith y Tom Hart, entre otros. Estos autores, cuyos inicios se encuentran a mediados de la década de 1980, han consolidado en los diez últimos años una nueva manera de entender el cómic. Algunos de ellos son de procedencia británica, lo que ha permitido una transformación, con cierto halo europeo, del cómic en Estados Unidos. Hasta el 1 de diciembre de 2002 podrá visitarse la exposición del gran premio del salón de la pasada edición: Martin Veyron, autor de irónica y moderna mirada costumbrista.
Un argentino será también centro de atención estos días. Se trata del dibujante Carlos Nine, que el pasado año obtuvo el premio de autor revelación. Su trabajo se expone hasta el 3 de marzo en el CNBDI. Durante los días del salón podrá contemplarse la exposición itinerante Cómics y deportes, producida por el diario deportivo L'Equipe y el Museo Olímpico de Lausana.
Junto a diversas actividades dedicadas a los más pequeños, entre las que se encuentra un homenaje a Morris, creador de Lucky Luke, fallecido el pasado año.
Un país a través de sus viñetas
LA HISTORIA del cómic en Estados Unidos no puede desligarse de los vaivenes sociales y políticos de la nación. Vinculadas en su nacimiento a finales del siglo XIX a los suplementos de entretenimiento de los diarios, las tiras cómicas -de ahí procede el nombre de cómic- cumplieron su función de integrar a los millones de emigrantes que llegaron al país en las dos primeras décadas del siglo XX. La asociación de texto simple e imágenes fueron de gran ayuda para el aprendizaje del inglés. En este periodo, las historias eran básicamente relatos de corte costumbrista protagonizados por personajes caricaturescos.
En los años treinta, tras el crac de la Bolsa de Nueva York de 1929, empiezan a publicarse historias de estilo realista con personajes que viven grandes aventuras en territorios exóticos. Estados Unidos cohesiona su cultura marcando distancias con el mundo colonial en el que habitan individuos y culturas más primarias. Así, Lee Falk crea The Phanton (El Hombre Enmascarado), un justiciero que reina en una jungla cuyos habitantes le creen inmortal. Del mismo autor es Mandrake el Mago, cuyo fiel servidor, Lothar, renuncia a ser jefe de su tribu africana para servir al hombre blanco. Alex Raymond envía a Flash Gordon al planeta Mongo a luchar contra el dictador de rasgos orientales Ming. Las penas y la inseguridad de la Depresión se contrarrestará con la sensación de fortaleza y predominio del mundo occidental frente al peligro exterior. Los treinta serán también una época en que el ruido de sables en Europa empezará a oírse en América hasta que el ataque japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941 ponga en marcha la maquinaria de guerra americana. Antes, el mundo de la ficción del cómic ya se habrá preparado para luchar contra los enemigos de la democracia, y Jerry Siegel y su amigo Joe Shuster crean en 1938 a Supermán, uno de los iconos más sólidos de toda la historia de la cultura de masas y punto de partida de toda la mitología de superhéroes del cómic que defenderá a la humanidad -que suele circunscribirse al ámbito de Estados Unidos- de todo peligro, sea de origen natural o no. Los cómics de superhéroes recogerán la herencia de los seriales radiofónicos de misterio y de los relatos de novela popular que habrán realizado una función de auténtico bálsamo evasivo ante la realidad de penuria económica vivida por amplias capas de la población. La llegada de Supermán coincide con la aparición de las primeras revistas de cómic, los llamados comic-books. En este contexto, The Spirit, de Will Eisner, nace en 1940, pero a diferencia de los héroes al uso no dispondrá de superpoderes. Su gran ventaja es que nadie conocerá su identidad ya que The Spirit es en realidad Denny Colt, un investigador privado al que todos dan por muerto. Este personaje utilizará la inteligencia para resolver los casos y dejará que sean las contradicciones de los propios malhechores las que finalmente acaben con ellos. En determinadas épocas, The Spirit será un mero espectador de su propia serie dando protagonismo a los personajes secundarios y a otros invitados que trazarán el retrato social de su época. Todo ello realizando un continuada experimentación gráfica y narrativa.
Pero el protagonismo en el cómic americano, a pesar del éxito de la serie The Spirit, seguirá siendo a lo largo de los años el de los superhéroes que llegarán, con sus lógicas adecuaciones al talante de cada época, hasta nuestros días. El cómic de superhéroes ha sido la columna vertebral de la creación de cómic en Estados Unidos. Así, durante la Guerra Mundial, superhéroes como el Capitán América se enfrentarán al enemigo nazi; en los cincuenta, en un periodo de crisis de este género, se batirán en retirada para renacer en los sesenta, sobre todo de la mano de la compañía Marvel, para volver a vivir una época dorada. En la década de 1960, los superhéroes ya no tendrán un diseño mental plano. Mucho de su renovado éxito tendrá mucho que ver en la identificación del público con los personajes. Los nuevos superhéroes también tendrán problemas domésticos, económicos y amorosos.
A partir de 1970 cobrarán fuerza los llamados mutantes, superhéroes nacidos con superpoderes y que en cierta manera expresan el mundo marginal, el outsider que se siente diferente e incomprendido. Esto también dará pie al nacimiento de la corrección política en el campo de los superhéroes: aparecerán nuevos personajes de origen indio, chicano o afroamericano. Incluso ya en la década de 1990, siguiendo la estela del cómic estadounidense, autores españoles, entre los que se encuentra Carlos Pacheco, crearán la serie Iberia Inc, un auténtico estado de las autonomías del mundo de los superhéroes. En la actualidad, y tras una época en la que los superhéroes se han caracterizado por poner de relieve la parte oscura, ambivalente, esotérica y demoniaca, vuelve el héroe patriota de valores puros. Al menos, tras el atentado de las Torres Gemelas, las directrices marcadas por las grandes compañías de cómic estadounidense han aconsejado un retorno a los valores genuinamente americanos.
CLÁSICOS EE UU
Little Nemo
en el país de los sueños. Winsor McCay (Norma). Los viajes oníricos de un niño, en dibujos deslumbrantes.
Krazy Kat. George Herriman (Eseuve). Una gata (¿o quizá un gato?) que se enamora del ratón que le tira ladrillos. El surrealismo antes de Breton.
El príncipe
valiente. Harold Foster (Ediciones B). Fantasía épica de ilustración
detallista.
El gato Fritz.
Robert Crumb (La Cúpula). Una obra mítica del cómic
underground.
Contrato con Dios. Will Eisner (Norma). El tebeo con el que nació la 'novela gráfica'.
Watchmen. Alan Moore y Dave
Gibbons (Norma). Una lúcida revisión del mundo de los superhéroes.
Maus. Art
Spiegelman (Planeta DeAgostini). El diálogo entre un hijo y su padre, que sobrevivió al holocausto. Premio Pulitzer especial en 1992
Ghost World.
Daniel Clowes (La Cúpula). Una
muestra del mejor cómic alternativo.
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