Una auténtica puñalada trapera
Lo asombroso de Boadella es que, bajo su nada sutil forma de atacar a sus víctimas con dentellada feroz, late una de las formas artísticas más depuradas que pueden verse en nuestro país. Daaalí es de una perfección formal y, sobre todo, de una poesía con una delicadeza insospechada en el Bufón. De La increïble història del Dr. Floït y Mr. Pla, que es, de las tres piezas de la trilogía, la que a mí menos me sigue interesando, no puede decirse que no sea una sofisticadísima bomba de relojería teatral. Y Ubú president o els últims dies de Pompeia, que hará correr ríos de tinta por la brutalidad con que Boadella y su pandilla lanzan petardos dentro de las alcobas del Excels al tiempo que auguran nuevas gamberradas y palizas a futuribles Excelsos, no tiene ni un segundo de desperdicio escénico.
Ubú president o els últims dies de Pompeia
Dirección, dramaturgia y espacio escénico: Albert Boadella. Intérpretes: Jesús Agelet, Xavier Boada, Jordi Costa, Ramon Fontseré, Minnie Marx, Rosa Nonell, Montse Puig, Jordi Rico, Pilar Sáenz, Dolors Tuneu, Pep Vila. Atrezzo: Castells i Planas. Vestuario: Dolors Caminal y Fabià Puigserver. Iluminación: Bernat Jansà. Teatro Poliorama, Barcelona, 29 de noviembre.
Tiene razón Boadella cuando repite una y otra vez que nadie practica en nuestro país la sátira política y que todo el teatro es blanco. Incluso las tragedias y los dramas son de un blanco inmaculado, como si nunca pasara nada a nuestro alrededor. No sé si es la censura, la autocensura o, simplemente, la pérdida del norte creativo; pero sólo un creador con un sentido muy afinado de la estética o, lo que es casi lo mismo, de la justicia social puede tener el valor de terminar su obra, ya en la oscuridad, con las palabras 'Bin Laden', en boca de un Maragall-Maremàgnum, que lo propone como presidente para su Fórum 2004 de las Culturas Oprimidas. Cualquiera que sea capaz de entender la poesía comprenderá lo que Boadella ha querido decir.
De la misma manera como Boadella cuenta que en su infancia mató a hachazos a un perro que lo había agredido, atiza en Ubú president a un Jordi Pujol a quien presenta ya casi con un pie en la calle, acabado, desahuciado. Dice que hay ternura en su mirada, y quizá sea cierto, aunque sea más la ternura con que el enorme Fontseré compone su personaje del Excels, una caricatura humanamente perfecta, adornada con mil detalles que rehúyen la grosería, la falta de inteligencia, el chiste fácil, la imitación barata. Ahí hay, más que ternura, respeto, y no tanto por el personaje real como por el teatro en sí, por la composición del personaje reinventado.
Ubú president (que ha tenido dos etapas precedentes, en 1981 y 1995; como quien dice, acompañando la completa trayectoria del pujolismo) presenta a un Excels con ataques de llantina, deprimido ante el desamparo en que se ha colocado al anunciar su retiro. Acude a un psiquiatra que, en sesiones de psicodrama, le intentará curar esa tristeza inmensa a fuerza de interpretar al Padre Ubú de Jarry. Un psiquiatra (Xavier Boada) que, a los ojos del Excels, sufre frecuentes transformaciones que lo convierten en la persona de Maremàgnum (una imitación perfecta de Maragall).
Boadella no deja títere del pujolismo con cabeza: TV Res, el Avui, Mas Cardot, la Moreneta, el Barça, la Senyera, Pau Casals, Montserrat Caballé, la Ferrusola, todo el repertorio musical popular del que se ha apropiado el pujolismo. Personajes públicos de todo pelaje y condición, incluso los propios hijos de Pujol, que transitan por el escenario siempre ocupados en trajinar maletines repletos de dinero. Inefable es la escena del entierro, disputándose todos el primer puesto, al borde del abismo de la tumba. E inefable es el retablo final, el museo de autómatas de un pujolismo finiquitado.
¿Hay que insistir en que los actores de Els Joglars son la mejor banda de locos que hay en este país? Si Ramon Fontseré es el centro, a su alrededor un equipo compacto de actores brillantísimos se desdoblan en multitud de personajes, pero también de imágenes. Cristo o futbolista, abad o guardaespaldas, es tal la profusión de signos que son capaces de componer estos 11 atletas de la escena que sencillamente desbordan la imaginación. Es una verdadera pena que nuestros políticos no estén a la altura de un humor que los supera en inteligencia, en elegancia y, sobre todo, en dignidad. Ninguno fue al estreno.
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