_
_
_
_

Neil Young y Beck dan un vibrante maratón de rock y 'funk' en A Coruña

12.000 espectadores asistieron al concierto

Alrededor de 12.000 personas, tres mil más de las previstas por la organización, abarrotaron el Coliseo de A Coruña en el desembarco en la Península de las giras europeas de Neil Young y Beck, que continuaron ayer en la localidad portuguesa de Vilar de Mouros y cerrarán hoy y mañana en el Espárrago Rock de Jerez. Fueron cinco vibrantes y agotadoras horas de rock and funk en una cápsula de sudor y cemento.

En realidad, podrían haber sido dos intensos conciertos de dos músicos esenciales, que la grandilocuencia de las instituciones públicas organizadoras y lo apretado de la agenda de las estrellas convirtieron en un completo menú de degustación de las tendencias del rock posterior a Elvis. 'Esto es un grupo de rock and roll', contestó en una ocasión Keith Richards a un asombrado músico que se extrañó al ver tocar juntos a los Rolling Stones en un estudio de grabación. Aplicada al escenario, ésta es la filosofía de Neil Young y Crazy Horse. El suyo no es uno de esos espectáculos diseñados milimétricamente. Todos cantan, haya o no micrófono, y si uno de los cuatro instrumentistas se pierde o se cruza (como efectivamente pasó en varias ocasiones), basta una mirada o un arqueo de cejas para citarse todos en el siguiente compás. Y el show depende del feeling entre ellos cuatro, que después de tres décadas juntos se supone que habrá atravesado todo tipo de variaciones.

La noche del pasado jueves (y la madrugada de ayer) en A Coruña el feeling debía de ser especialmente bueno. Fue el concierto más largo de la gira (casi tres horas), el de mayor número de bises (cuatro) y, posiblemente, en el que las canciones duraron más. Como en las tabernas irlandesas de las películas, bastaba un ademán, un guiño o un acorde para que se liaran en duelo las guitarras de Frank Sampedro y Neil Young entre sí y con el bajo de Billy Talbot, hasta que Ralph Molina lograba reconducir el asunto a golpe de batería. Y no sólo en himnos guitarreros como Hey hey, My my o Like a hurricane, en los que los punteos de Young ya están en el guión.

En definitiva, Young & Crazy Horse se comportaron como un grupo que sale a pasárselo bien después de unas partidas en el billar americano que habían solicitado a la organización, junto con unas cajas de cerveza (americana y local), un camerino que no oliese a desinfectante y una botella de aceite de oliva. Quizá ésa sea la única forma de hacer creíble e intenso un espectáculo basado en un repertorio que incluye canciones de siempre, como I've been waiting for you, la segunda que tocaron, que data de 1969, y en el que apenas uno de cada cuatro temas era inédito. Pero no todo fue acoplamiento y distorsión. Young descabalgó a la banda a mitad del concierto para desgranar con una acústica temas como From Hank to Hendrix o interpretar After the Goldrush al piano y de espaldas al público, sin perder intensidad él ni concentración los asistentes.

Pero la variación y la versatilidad la había puesto Beck, y no sólo por el par de cambios de traje que realizó en hora y media. Se supone que la misión del telonero, aunque sea de categoría y sobre todo cuando empieza a tocar a las nueve, a plena luz del día, es desentumecer los músculos del público. En este caso, los licuó. Beck Hansen, bajo una apariencia frágil, mezcla entre Andy Wharhol y Gabino Diego, esconde un motor turbo que utiliza tanto para interpretar como para componer.

El californiano empezó engañosamente su actuación interpretando con una guitarra acústica un tema que podría pertenecer al repertorio bluegrass de su padre, vestido con corbata y una chaqueta oscura que resultó ser una piel de cordero. Una banda de cuatro instrumentistas que se había deslizado discretamente en el escenario atacó inmediatamente Novacane, una tormenta hip hop incluida en su disco más conocido, Odelay (1996). Ya en mangas de camisa, desgranó temas de ese álbum o de la potente macedonia musical que es Mellow Gold (1994) y sus éxitos Loser y Devil's haircut. Después, reforzado con un par de coristas y una sección de vientos, se centró en la recreación de James Brown y Sly & The Family Stone, que constituye su último disco, Midnite Vultures (1999).

En definitiva, lo único malo fue el cemento.

Neil Young, durante su actuación en A Coruña.
Neil Young, durante su actuación en A Coruña.ÓSCAR PARÍS
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_