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Columna
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Olvidarse

Las gentes comentan estos días, en vísperas de la vacación, que están anhelando 'irse y olvidarse de todo'. No sólo 'irse', prestación desarrollada y simple de las compañías de viajes y agencias de turismo sino, además, 'olvidarse de todo'. Para fugarse y llegar muy lejos no faltan diferentes medios que modifican en unas horas el emplazamiento habitual, realzan nuevos escenarios y alteran la composición del menú o el color del cielo; lo difícil de la vacación es, sin embargo, olvidarse. 'Olvidarse de todo'.

La ciencia de la mente inventó enseguida eficaces sistemas para recordar cualquier cosa y la nemotecnia ha prestado extraordinarios apoyos al recuerdo, pero no hay grandes auxilios para olvidar, nada que no sea amontonar la memoria con más y más recuerdos tal como si se atosigara el cuarto por donde penetra el rayo de luz que tiende a evocar el pasado. Y ni aun así. La acumulación de experiencias y sensaciones nuevas no siempre garantiza que alguna de ellas no conecte inesperadamente con la herida que se quiere olvidar y la lacere.

La vacación perfecta consiste, por tanto, en olvidarlo todo, en el goce de un alveolo despojado de restos cotidianos, flamante en su vacío para que el tiempo se aposente allí como un estreno. Un tiempo desnudo, brillante y sin uso, cuyo sabor original se parezca a un bocado natural del paraíso. ¿Cómo encontrar, por tanto, esa ración de placer? ¿Esa fruta plateada o intacta?

El olvido es a la vacación lo que el fruto primordial al paraíso divino. Igual a un limbo especial dotado para eliminar del alma cualquier rastro de experiencia o culpa, esquirlas de contacto humano, y brindar la sensación de hallarse totalmente nuevo y a salvo. 'Irse y olvidarlo todo' es entonces como dormirse feliz sin cerrar los ojos, morir sin dolor aquí y vivir allá, a partir de las vacaciones, una existencia sin peso. Las vacaciones ideales son la ausencia de todo menos de nosotros mismos, pero de nosotros mismos expurgados de memoria, convertidos de verdad en seres vacantes, desalojados de horarios, deudas, vecinos, jefes, familiares: bruñidos de un nuevo yo. Bendito, rozagante, esbelto, bronceado, indoloro, bebiendo un vermut.

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