Una saga en torno a la Sociedad Bilbaína
Su aportación más reconocida en la villa que le vio nacer a finales del XIX es sin duda la Sociedad Bilbaína; pero en el panorama internacional de la arquitectura del pasado siglo destaca por un grupo de viviendas sociales ubicadas en el barrio de Solokoetxe. Calixto Emiliano Amann y Amann fue uno de aquellos arquitectos que en el desarrollo del Gran Bilbao compaginaron la dedicación al estilo tradicional con la introducción de las premisas del movimiento moderno. Y, además, encabeza una saga familiar que ya se descubría en su padre José Isaac, y que continúa hasta su nieto, Emiliano Amann Garamendi, actual representante de esta dedicación que atraviesa el siglo XX y que tiene a la Sociedad Bilbaína como hilo conductor.
Esta institución existía desde 1839, pero el edificio que albergaba a este club con reminiscencias británicas en el casco viejo de la villa se había quedado anticuado para el cambio de siglo. Así que, los prohombres bilbaínos, en un claro respaldo al ensanche de la ciudad, se embarcaron en la iniciativa de cruzar la ría e instalarse en la calle Navarra. Corría el año 1913 cuando se convocó el concurso para la nueva sede, que ganó Calixto E. Amann, quien ya mantenía relaciones con la burguesía vizcaína. No en vano su padre había sido fundador de Neguri, solución ideal para compaginar una residencia de lujo cerca del mar con el uso del ferrocarril de vía estrecha que él mismo había puesto en marcha.
La solución de Amann presenta una construcción que mira a la ría, con rotonda y cúpula en su esquina, en la confluencia de las calles Navarra y Bailén. El edificio tiene aires eclécticos, pero su solución interior goza de un decidido sabor inglés en sus salones principales. Las sucesivas reformas y ampliaciones que ha sufrido la Bilbaína han ido recayendo en los hijos de Calixto Emiliano, hasta hoy con el último de la saga, Amann Garamendi, quien se ha responsabilizado de recuperar el edificio tras las inundaciones de 1983.
Algo más de quince años después de que se inaugurara este club para las élites burguesas del momento, el Ayuntamiento de Bilbao decide afrontar la cuestión de la residencia para la cada día más numerosa clase obrera que se había instalado en la villa. Como recogían las bases del concurso, 'el fin que se persigue en este concurso es la creación de un tipo de vivienda racional orientada según las modernas tendencias, al objeto de que cumpla una finalidad esencialmente social en su doble aspecto técnico y sanitario'. Las bases recogían también hasta la distribución de cada vivienda, con habitaciones (2, 3 y 4), cocina y retrete. En fin, que debían ser unas casas económicas, dignas y cómodas al mismo tiempo.
Aquel concurso atrajo a los mejores arquitectos de España, aquellos que impulsaban el movimiento moderno en la península, además de la mayoría de los titulados vizcaínos. Una de las principales razones del éxito de la convocatoria residía en que por primera vez en el país un Ayuntamiento planeaba un proyecto de viviendas al estilo de lo que se venía haciendo en Europa. El carácter innovador del concurso llegó al punto de que se contó con Walter Gropius como miembro del jurado.
Y el ganador fue Amann y Amann con un modelo en forma de 'U', resultado de la suma de una serie de células conformadas alrededor de una habitación central (la sala de estar), a partir de la que se agrupaban las restantes dependencias: se trata de una planta concentrada, en la que se evitan los pasillos estrechos y oscuros y se aprovecha el espacio racionalmente.
El grupo de viviendas se construyó en 1931 en la plaza Zumarraga del barrio de Solokoetxe, al que se accedía por un ascensor que también diseñó el propio Amann, autor asimismo de los proyectos originales del elevador de Begoña (que acabó Rafael Fontán), uno de los emblemas de la capital vizcaína.
Entre las numerosas edificaciones que emprendió este arquitecto hubo algunas que se quedaron a medias, dado lo prematuro de su fallecimiento en 1942, a los 59 años de edad. Es el caso del edificio Delclaux, en la Alameda de Rekalde, junto al Club Deportivo y en cuyos bajos se encuentra la sala de exposiciones Rekalde.
El continuador de esta obra fue su hijo, quien a la muerte de su padre todavía estaba estudiando la carrera de Arquitectura, título que obtuvo en 1947. Si su padre había trabajado en el edificio entre 1933 y 1935, no sería hasta veinte años más tarde cuando su hijo remató la obra, con tres pisos superiores de sabor clasicista que casaban con armonía con los tres primeros, de leve aire decó.
El último de la saga, todavía en activo, mantiene una actividad más discreta, dedicada sobre todo a la vivienda particular.
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