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LA HORMA DE MI SOMBRERO
Columna
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Víctor Ripoll, el terror de la 'cultureta'

Tras el seudónimo de Víctor Ripoll -Víctor, por seguir la tradición: Víctor Català, Víctor Alba...; Ripoll, por ser hijo de aquella población- se oculta el profesor, escritor y periodista Lluís Bonada, un tipo bastante especial al que conocí, hace años, en una aula de la Escuela de Periodismo, en el CICF, y con quien me une una buena amistad. ¿Qué tiene de especial Bonada?, pues que es una persona fácil y sumamente irritable. Según me ha confesado él mismo, cuando ve a un perro cagarse en medio del paseo de Gràcia tiene que hacer un esfuerzo considerable para no abalanzarse sobre su dueño y darle de hostias (con mayor razón si, encima, como resulta harto frecuente, éste no recoge la mierda en un papelito), para acto seguido merendarse al chucho de un par de bocados. Igual le ocurre cuando ve una moto saltarse un semáforo en rojo, o a una pareja fornicando en el césped de la plaza de Catalunya, o a un canónigo meándose de madrugada en la esquina de la calle del Bisbe.

Lluís Bonada se ha sacado de la manga a Víctor Ripoll, un currinche justiciero que, semana tras semana, pasa revista a algunas de las 'joyas' de la 'cultureta' editorial catalana

Mi amigo Lluís Bonada es así, lo parieron así. Pero, como les decía, sabe contenerse a tiempo, virtud que conlleva una dolorosa contrapartida: algún que otro esguince muscular, afortunadamente sin mayores consecuencias, y la posibilidad, que desearía remota, de acabar herniado. Ante tan dramática expectativa y la desagradable sensación mientras tanto de tener que merendarse chuchos y sodomizar canónigos de madrugada, Lluís Bonada se ha sacado de la manga a Víctor Ripoll, un currinche justiciero que, semana tras semana, en una columna del semanario El Temps, sin derramar una sola gota de sangre y con un envidiable sentido del humor, pasa revista a algunas de las joyas de la cultureta editorial catalana / en catalán de este bendito país: el Diccionari de la llengua catalana del Institut d'Estudis Catalans -'que ignora que colló, abans de covard, és un ximplet, curt d'enteniment'-; el Nou diccionari 62 de la literatura catalana, el cual omite que Jaume Balmes fue cura y no hace ni la menor mención de su libro El criterio; de la inefable traducción de Salvador Oliva del best seller de Lewis Carroll: Alícia al país de les meravelles, y de la no menos inefable y vergonzante traducción de Assumpta Camps del Zibaldone de Leopardi.

Y es que Lluís Bonada / Víctor Ripoll, ese curioso e irritable personaje -en realidad una bondadosa y encantadora criatura-, siente un profundo cariño, devoción, por la lengua catalana. Bonada nació para tomar el té con Carner en Can Llibre, para cenar con el doctor Jordi Rubió en el Suizo, para tomar copas con Ferrater y Gimferrer en El Marsella, para desayunar con Martí de Riquer en el Cuartel de Lepanto, para tomar el aperitivo con Narcís Garolera en el Ateneu, y subirse al tren para, al día siguiente, cenar con Just Cabot en La Coupole, en Montparnasse.

Víctor Ripoll / Lluís Bonada, tanto monta..., es de los que no perdonan. A Salvador Oliva no le perdona que existiendo una traducción excelente del libro de Carroll, la de Carner, y otra no menos excelente de Víctor Compta (Barcanova, 1990), se permita introducir en el poema introductorio del libro, cuando Carroll recuerda la tarde veraniega del 4 de julio de 1862, en que llevó a las tres hermanas Liddell de paseo remando por el Támesis, que el autor del libro y las tres niñas en vez de remar por un río, remasen por un lago. '¿Por qué un lago?', me dice Bonada, mientras se zampa, delicadamente, un pincho de tortilla en la terraza del Bauma. ¡Porque el tío es de Banyoles!'. Y tras el paseo por el lago, asoman cien disparates más, en los cuales el señor Oliva demuestra que, o bien no sabe el idioma inglés, o bien no se ha tomado la molestia de consultar a los traductores catalanes -Carner, Compta-, castellanos, franceses, italianos..., que le hubiesen ahorrado las incorrecciones, algunas de ellas gravísimas, de que hace gala en su traducción.

Pero la palma se la lleva la señora Assumpta Camps, profesora titular de italiano en la Universidad de Barcelona y traductora del Zibaldone leopardiano. Según me cuenta Bonada / Ripoll, la señora en cuestión se permitió el lujo de traducir al catalán una parte considerable del cuaderno de notas leopardiano -considerable en relación con el trabajo realizado recientemente en otras lenguas europeas- y, encima, traducirla en un año. De resultas de ello, y tras la bendición del poeta Àlex Susanna, director literario de Columna, donde se publicó la traducción, nos encontramos con que el Zibaldone di pensieri, de Leopardi, ha sido traducido por El Zibaldone dels pensaments y, a continuación, un montón de estupideces que ponen de manifiesto la ignorancia de la señora Camps del idioma leopardiano y, si me apuran, del catalán. Sin embargo, ello no fue obstáculo para que le diesen a la señora el premio Serra d'Or a la mejor traducción de un libro en catalán, y no descarto que en la decisión del jurado debió de influir la crítica del libro que el señor Triadú, el viejo fiscal, publicó en el diario Avui, y en la que al notar algunas 'incongruencias' en el texto de la señora Camps no se le ocurrió otra cosa que... ¡atribuírselas a Leopardi!

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Afortunadamente, Bonada / Ripoll descubrió la liebre. Y tras su denuncia en El Temps, la responsable del área de italiano de la Universidad de Barcelona, la doctora María de las Nieves Muñiz Muñiz, se hizo eco de la irritabilidad de mi amigo y publicó en Belfagor, una revista florentina, una cargada en toda regla -Maleffatte Leopardiane di Stato a Barcelona- contra la traducción de la señora Camps. Seguida, poco después, de otra crítica, durísima, de la doctora Muñiz y de Lola Badia en Els Marges (diciembre de 1999). Por si fuera poco, tres diarios italianos denunciaron la traducción catalana del Zibaldone perpetrada por la señora Camps, al tiempo que pedían explicaciones al ministro italiano de Exteriores por haber subvencionado la traducción, así como a una cierta fundación leopardiana.

Mientras tanto... El jurado del premio Serra d'Or (Sebastià Alzamora, Isidor Cònsul, Vicenç Llorca, Àlex Broch...) no ha retirado el galardón a la señora Camps. El libro se sigue vendiendo, tranquilamente. Los traductores y las editoriales implicadas califican a Bonada / Ripoll de quisquilloso: 'Fácil de irritarse u ofenderse con pequeña causa'. Pequeña causa: Leopardi, Lewis Carroll, Carner, el catalán, la feina ben feta, el respeto al lector, al propio país... ¡Bien por Lluís Bonada!

Lluís Bonada, curioso personaje cuyo seudónimo es Víctor RIpoll.
Lluís Bonada, curioso personaje cuyo seudónimo es Víctor RIpoll.JOAN GUERRERO

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