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FÚTBOL | La resaca de la jornada
Columna
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Beneficiosa estabilidad

Santiago Segurola

La cabalgada del Madrid en la Liga produce perplejidad por novedosa. La Liga española se había acostumbrado a las errantes costumbres de un equipo caprichoso. Como los brillantes y perezosos estudiantes, el Madrid se había instalado en la excusa continua para justificar las decepciones. Durante los últimos años se ha sospechado con fundamento que el equipo estaba muy por debajo de la calidad de sus jugadores. Dos datos confirman esa idea: cuando se sintió arrinconado ganó la Copa de Europa. No una sino dos veces. Equipo de esfuerzos cortos, discontinuos, sólo sensible a los estados de máxima urgencia. Su desinterés por el trabajo bien hecho terminó por repugnar al madridismo, harto de acudir al Bernabéu sin ninguna esperanza de recibir algo a cambio del dinero de la entrada.

No son pocos los que niegan la mayor y dicen que aquel Madrid no estaba en condiciones de competir con el Barcelona, y hasta con el Deportivo o el Valencia, por la Liga. ¿Cómo se explica entonces su espectacular trayectoria? El deslumbrante equipo actual es el mismo que el de las últimas temporadas, con el añadido de Figo y Makelele. Los demás -Casillas, Salgado, Hierro, Karanka, Roberto Carlos, Helguera, McManaman (Savio), Raúl y Morientes (Guti)- formaban parte del paisaje madridista, en algunos casos desde hace años. La tentación pasa por atribuir a Figo la causa del estado de gracia que atraviesa el Madrid, pero esta presunción parece excesiva. Con todas sus formidables cualidades como futbolista, a Figo no le da para tanto. Ni, por supuesto, a Makelele, cuyos progresos en las recientes jornadas han sido evidentes.

La impresión es que había un considerable desaprovechamiento de talento, palabra que sirve como muletilla para casi todo, pero que en el caso del Madrid define muy bien la categoría de sus jugadores. Las razones que abundaban en ese despilfarro pueden ser tan variadas como las que explican el éxito de ahora. Ninguna, en cualquier caso, es tan importante como la estabilidad y las nuevas maneras que se observan en el club.

Durante los últimos diez años, el Madrid ha estado sometido a una gravísima crisis institucional que ha tenido derivaciones económicas, sociales y deportivas. El club no sólo vivía un conflicto permanente, sino que lo hacía con un descaro exhibicionista. Así no hay manera de arrancar ni en el fútbol ni en ninguna otra actividad. Nada le conviene tanto al último Madrid como el giro que ha dado la institución. Cualesquiera que sean los problemas económicos y los conflictos internos, el club se ha vuelto opaco a la curiosidad. Ya no es la máquina de decibelios que contaminaba todo a su alrededor. Sin distracciones externas, amparado por el aire discreto que se respira en el Madrid, el equipo por fin está en las mejores condiciones para jugar al fútbol. Y hacerlo muy bien.

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