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Recta final

Si las noticias que circulan en los mentideros políticos son ciertas todo apunta a que la confección de la lista definitiva de los componentes de la AVL está llegando a la hora de la verdad. Según se señala, antes de Navidad debería estar en poder del Parlamento valenciano para que pudiese aprobarse antes de las vacaciones de enero. Ante esta inminencia, y puesto que desde el primer día he mantenido una posición favorable a una solución negociada del conflicto político que envuelve a la identidad de la lengua propia de los valencianos, quiero dejar constancia escrita de algunas reflexiones que brindo tanto a los negociadores cuanto a quienes en definitiva vayan a conformar la AVL, para que, si en otros momentos mi criterio fue seguido, respetado y asumido, ahora pueda conseguir lo mismo. Dije en su día que el gobierno de la AVL debía ser motivo de pacto expreso a la vez que la designación de los miembros, y que dicho gobierno debía comprometerse, de entrada, a desarrollar una estrategia de consenso y eficacia para garantizar que al día siguiente de la designación no se reproducirá la olla de grillos que ha acompañado a cada uno de los pasos que se han dado para conseguir una solución consensuada e institucional del conflicto. Dije también que me parecía procedente que el núcleo directivo de la AVL tuviese cierto sesgo político con el fin de asegurar el cumplimiento exquisito de los propósitos recogidos en el dictamen del CVC, y en los términos expresos de la ley que creó la AVL; por ello, que la designación de la presidencia, la vicepresidencia, la secretaría y los dos vocales del órgano de dirección debían ser motivo de una especial atención para asegurar, mediante un pacto expreso de los futuros miembros de la AVL, la sujeción al objetivo institucional que la creación del órgano dicta. Formulé también en otra ocasión, que debía guardarse cierta correspondencia entre el rango profesional de todos los componentes, incluso más allá del cumplimiento de los requisitos que la ley establece para un número limitado, pero mayoritario de los 21 miembros; y que no se trataba de cuadrar con calzador excelencias con mediocridades, porque sólo la excelencia asegura el cometido técnico que les aguarda. Yendo más lejos, pedí que de un modo u otro debía asegurarse que todos y cada uno de los futuros miembros de la AVL debían hacer pública manifestación previa de estar de acuerdo con la institución, con sus fines y su papel de institución discreta, disciplinada, científica, eficaz y, en este caso, providencial para que la lengua propia de los valencianos no continúe como cenicienta a expensas de un conflicto del que la política se apropió, y que ahora la política devuelve a la academia, a los leales y estudiosos alquimistas de la lengua. Mediante esa panoplia de precisiones y garantías que ahora me permito recordar, la futura AVL podrá cumplir con creces su cometido y servir, de verdad, a lo único importante, que es la dignidad y rango del valenciano. Porque se trata de algo que le debemos al instrumento lo que motiva que miles y miles de valencianos hayamos apostado clara y honestamente por encontrar un punto de encuentro para que sean leales gramáticos e inquietos lingüistas quienes decidan, como debe ser. Lo que esas 21 personas hagan en esa institución no sólo debe interesar a la aritmética política de los negociadores sino a la esperanza que hemos depositado el resto de valencianos. Deseo fervientemente que en la recta final no se pierda de vista lo esencial, para que podamos felicitarles por tan inestimable servicio a la lengua.Vicent.Franch@uv.es

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