_
_
_
_
_

Fericgla señala paralelismos entre Internet y el chamanismo

Jacinto Antón

¿Chamanismo e Internet? El antropólogo catalán Josep Maria Fericgla, que no ha dudado anteriormente en analizar asuntos como el uso cultural de las sustancias alucinógenas, se ha embarcado ahora en otra singular exploración. Se trata del estudio de la figura milenaria del chamán y, más allá de la moda actual del neochamanismo de la Nueva Era -que critica-, su relación con un fenómeno que uno imaginaría tan ajeno a esa figura como el de Internet. "Internet se parece al tipo de realidades alternativas en las que entran los chamanes en sus prácticas extáticas", afirma Fericgla.

El piso de Fericgla en Barcelona tiene mucho de museo etnológico, aunque los objetos que acumula constituyen a la vez un recorrido por la trayectoria del antropólogo. Una colección de figuritas de amanitas recuerda el interés que dio pie a El bolet i la gènesi de les cultures. El tambor y las flechas remiten a sus largas estancias entre los jíbaros. Un violín amazónico hecho con el caparazón de un armadillo y una raqueta de squash entablan en un rincón un modélico diálogo intercultural. Es imposible no echar una mirada disimulada a las macetas de la terraza.Acaba de aparecer Los chamanismos a revisión, obra subtitulada De la vía del éxtasis a Internet (Kairós), en la que Fericgla se enfrenta al tema del chamanismo. "Algunos estudiosos niegan su existencia, siguiendo en esto a los marxistas radicales; otros niegan la profundidad cognitiva del chamán, y otros hablan del chamanismo en singular -algo que arranca de las obras de Mircea Eliade, obsoletas en su faceta teórica-, como si existiera un patrón único", explica. "Ahora ya podemos observar que se trata de una realidad compleja, que hay muchos chamanismos".

"En mi opinión", prosigue, "la esencia del chamán es construir límites para su sociedad. Límites morales, mentales, sobrenaturales, e incluso estéticos. Es el especialista en delimitar la realidad, y por eso él mismo traspasa los límites a veces. Por esa razón se le identifica con sacerdotes, sanadores y locos. Todos esos papeles tienen que ver con los límites de la sociedad". Fericgla señala que los chamanes clásicos son figuras propias de las sociedades de transmisión oral, que se organizan en torno a las emociones, en contraposición a las sociedades alfabetizadas, que se organizan alrededor de la lógica abstracta. "El chamanismo existe aún, pero sólo puede darse en un entorno de cultura chamánica", subraya. Dice que aquí "tuvimos nuestros chamanes autóctonos": las meigas en Galicia, las bruixes en Cataluña..., pero que todo eso pasó, y que la figura de moda del neochamán vegetariano, sabio y feminista es una pura proyección occidental. Explica que todos los chamanes auténticos que ha conocido "dicen que con los blancos no pueden hacer nada, no pueden curarlos ni atacarlos".

Aunque formen parte de un universo cultural lejano, los chamanes, con su acceso al inconsciente a través de ritos extáticos, sustancias psicotrópicas, ayunos o aislamiento sensorial, están muy cerca del fenómeno de Internet y su universo virtual, juzga Fericgla. "Internet constituye una forma nueva, distinta, de construir la realidad, con superposición de tiempos y espacios. Permite moverse en diferentes planos de realidad y tiempo a la vez, asumir identidades distintas y cambiar de sexo. Son experiencias similares a las milenarias del chamán, que cree que se encarna en otros seres, viaja al plano de los espíritus y construye su visión de la realidad a partir de signos que sólo él sabe leer". Fericgla apunta que los virus informáticos, enemigos que pueden matar los datos vitales, tienen incluso algún parecido con las flechas mágicas, invisibles, que lanzan los brujos y que los chamanes deben saber conjurar para evitar enfermar o morir. "Creo que el estudio del chamanismo puede ayudar a entender el fenómeno de Internet", concluye. "Puede ofrecer un modelo cognitivo para un nuevo mundo caótico, móvil, de fronteras cambiantes". En todo caso, " es un modelo muy interesante para reflexionar, pero, insisto, no importable".

Consuelo Bautista

Los jíbaros y la cabeza del perezoso

Cambio sustancial en el proyecto de Fericgla de filmar una ceremonia jíbara de reducción de cabeza: finalmente se empleará la de un perezoso (bradypus) y no la de un ser humano como estaba previsto. La razón del cambio no es la que podría parecer, sino que los propios jíbaros se han opuesto a la idea de reducir una cabeza humana. No por ningún prejuicio hacia el asunto en sí, qué va, sino por miedo. Los shuar -tribu jíbara- no han querido reducir la cabeza del cadáver anónimo que las autoridades ecuatorianas iban a facilitar para que ejecutaran su secreta ceremonia de reducción a fin de que un equipo de antropólogos la documentase, explica Fericgla. "Me dijeron que ni soñarlo, que por qué iban a reducir la cabeza de alguien que no les había hecho nada. Creen que su espíritu o sus parientes les perseguirían. Si no es enemigo, qué ganas de buscarse uno, opinan. Así que vamos a usar la cabeza de un perezoso, un animal que ya se empleaba tradicionalmente como sustitutorio en esta ceremonia cuando no se podía decapitar al enemigo. Espero que no tengamos ahora una bronca de la sociedad protectora de animales".Sobre la cuestión de por qué los jíbaros no reducen a las personas enteras, sino sólo las cabezas -una pregunta que se harán muchos-, Fericgla señala el interés de tantos pueblos -desde los celtas a los dayaks- por la cabeza como sede del espíritu del hombre. "Además, tenemos el aspecto práctico: aparte que es mucho más difícil procesar un cuerpo entero (de entrada hace falta un recipiente muy grande), en la selva es mucho más cómodo y seguro llevarse la cabeza del enemigo que cargar con todo el cuerpo, sobre todo si te persiguen sus parientes".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_