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Las listas del darwinismo político

Pendientes sólo de que la convocatoria de elecciones les conceda estado oficial, las candidaturas al Congreso y al Senado han sido ya aprobadas -en su gran mayoría- por los partidos que concurrirán a las urnas. El sistema de la Cámara alta permite al votante escoger libremente a los candidatos a senadores en cada circunscripción provincial, con independencia de que pertenezcan a diferentes formaciones políticas. Por el contrario, las listas cerradas y bloquedas de la Cámara baja no le dejan al ciudadano otra opción que seleccionar la papeleta de un determinado partido, de forma tal que la supresión o la introducción de otros nombres o el intento de cambiar su ordenación implicaría automáticamente la nulidad del sufragio.Dado que la Ley Electoral atribuye las credenciales de diputado respetando el orden prefijado en las candidaturas bloquedas y cerradas beneficiadas por los votos de los ciudadanos, la posibilidad de lograr un escaño en el palacio de la carrera de San Jerónimo depende del lugar ocupado en la papeleta por cada aspirante. Para los candidatos de un partido con elevadas expectativas de conquistar o retener el Gobierno, la consecución de un puesto bajo que les garantice la pertenencia al Poder Legislativo no es cuestión de vida o muerte política: el Poder Ejecutivo ofrece un amplio catálogo de variadas oportunidades a disposición de los diputados descolgados. Así se explica que el proceso de formación de las listas del PP se haya desarrollado de forma versallesca, plácida y amable. Cosa bien distinta ocurre cuando las perspectivas de vencer en los comicios se presentan oscuras (como le sucede al PSOE) o una previsible costalada en las urnas reduce al mínimo los escaños del reparto (situación de IU). Profesionales de la política nada deseosos de volver a ganarse la vida como hace veinte años, la lucha darwiniana por la supervivencia, explica la ferocidad e implacabilidad de sus peleas por conseguir un lugar al sol en las listas que les asegure otros cuatro años de mandato.

El rasgo de carácter fundamental seleccionado por las direcciones de los partidos para la formación de las candidaturas es la disciplina. No se trata únicamente de que los jefes prefieran la docilidad y la obediencia al espíritu levantisco y crítico; la evolución de la especie de diputado tampoco exige a los candidatos de nuestros días las virtudes requeridas a sus antepasados durante la Restauración y la II República. El actual Reglamento del Congreso dejaría inédito a don Emilio Castelar redivivo si el portavoz de su grupo parlamentario no le dejase graciosamente lucir su inflamada oratoria en el hemiciclo. La apropiación casi exclusiva por el Gobierno de la iniciativa normativa -mediante el envío a las Cortes Generales de proyectos de ley elaborados por los expertos de la Administración pública- también reduce las exigencias de saberes técnicos de los diputados. Y la suposición de que los ciudadanos no votan a personas de carne y hueso sino a siglas abstractas limita el atractivo de enriquecer las candidaturas partidistas con gente representativa de la sociedad civil: al PSOE nunca se le olvidará su experiencia de 1993 con los jueces Garzón y Pérez Mariño.

La importancia de la disciplina queda reforzada por la prohibición constitucional del mandato imperativo, que permite a un diputado, tras ser expulsado del partido en cuyas listas bloqueadas y cerradas fue elegido, no sólo retener su escaño contra viento y marea, sino además elegir con su voto presidente del Gobierno al candidato del partido rival. Abstracción hecha de los cambios producidos en la vida municipal por razones estrictamente locales, el transfuguismo ha tenido efectos desestabilizadores, sobre todo en el ámbito autonómico: Galicia y Aragón presenciaron en su día algunos lamentables episodios protagonizados por tránsfugas aliados con los socialistas. Pero también el Congreso de los Diputados podría ser escenario futuro de alguna de esas sórdidas conspiraciones en que las venganzas personales y los sobornos económicos dan la vuelta a los resultados de las urnas y a la voluntad de los ciudadanos en beneficio de los profesionales del poder y sus ambiciones.

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