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Hijos del viento y de la tapa

45 segundos y 85 centésimas. Es el tiempo que invirtió David Marín, 22 años, en recorrer los 200 metros y proclamarse campeón de la carrera para camareros. Nació en Berna, la capital suiza, hijo de emigrantes: padre gaditana, madre de Asturias. Trabaja en el restaurante Las Escobas, fundado en 1386, vecino de Casa Robles, donde trabaja Antonio Gutiérrez Trigo, 20 años, natural de Umbrete, que fue segundo. El bronce fue para Juan Antonio Andrade, 23 años, camarero del hotel Renacimiento. Amén de los premios económicos, los tres se ganaron el derecho a viajar a Barcelona y participar el 3 de octubre en la cuarta edición nacional de esa modalidad de atletismo. Y la opción añadida de un buen papel en la carrera y conseguir plaza para Hong-Kong, capital mundial de los camareros veloces. Esta carrera fue una de las actividades inscritas en la celebración del día mundial del turismo y se celebró junto a la torre del Oro, a pocos metros del río que el 2002 será sede de los campeonatos del mundo de Remo y Piragüismo. "Tiene mérito, porque en Alemania hay 390.000 licencias de remo y España sólo cuenta con 11.000", dice José Núñez, consejero de Turismo que se congratula de que Sevilla le ganara el pulso a las candidaturas de Milán, que se retiró, y Munich, ciudad a la que en la votación final le ganó por un resultado de 93 a 6. Una humillación para los alemanes que pudo marcar el curso de la jornada electoral de ayer. El camarero más rápido de Sevilla no hace footing y se considera un especialista en el punto de cruz. Su padre fue cocinero en un restaurante suizo. David admira en el cine a Steven Segal y en la música a George Michael. El oficio no le obliga a este tipo de carreras, aunque persiguiendo a tironeros por las inmediaciones de la catedral mejoró su propia marca porque entonces se corre sin bandeja y con rabia. Juan Robles obtuvo en uno de sus pupilos el segundo puesto y además organizó el concurso de cortadores de jamón. Como quiera que en el reparto de gorras "por poco se comen al consejero", según uno de los organizadores, desistieron de repartir el jamón y decidieron destinarlo al hospital de la Caridad para que esta entidad benéfica lo repartiera entre los pobres. Se hacía añicos la leyenda de los menesterosos: "Si un pobre come jamón, o está malo el pobre o está malo el jamón". El campeón del año pasado, Juan Antonio Andrade, tuvo que conformarse con el tercer puesto. En aquella ocasión quedó segundo su padre, que trabaja de maître en el hotel Renacimiento. Andrade es un camarero atípico. Practica el taekwondo, juega al tenis y estudia tercer curso de Arquitectura. "Mi arquitecto preferido es el austríaco John Utzon, el que hizo la ópera de Disney", aunque no desdeña competir en Hong-Kong y extasiarse ante el aeropuerto de la ex colonia británica diseñado por Norman Foster. "Yo leo poco. Mi única lectura es la carta de tapas de Las Escobas", dice David Marín. Para todos hubo diplomas que con caligrafía de amanuense preparaba en una mesa petitoria el librero y editor José Manuel Padilla, que como buen bético opina de las carreras lo que en tiempos dijo Rogelio. "Yo conozco más atletas que camareros", miente Padilla mientras se esmera en los diplomas.

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