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¿Hay alguien más que quiera firmar aquí?

Soledad Gallego-Díaz

¿Tiene razón Franco Modigliani cuando escribe que muchos economistas y políticos comparten su análisis de que la única forma creíble de luchar contra el paro en Europa es lanzar una campaña masiva de inversiones ("a big revíval of investments"), pero no se atreven a decirlo públicamente por la enorme presión dogmática que ejercen los partidarios del ultraliberalismo y los acuerdos no escritos, ni publicitados, a los que han ido llegando los gobiernos?Modigliani tiene apellido de pintor, pero es un economista italo-norteamericano que ganó el Premio Nobel en 1985 y que mantiene su puesto como profesor emérito en el famoso Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Fue uno de los primeros defensores de la Unión Monetaria Europea (UME), argumentando que la moneda única tendría efectos beneficiosos para la economía europea en su conjunto porque ayudaría disminuir el precio del dinero. Ultimamente, sin embargo, parece algo irritado con la marcha de la UME.

Franco Modigliani sigue creyendo que el plan del euro es positivo, pero teme que todas las ventajas que puedaacarrear se vean comprometidas por la falta de reacción de los gobiernos ante lo que constituye su principal problema,el paro, y que este hecho, y la contestación social que provoca, termine destruyendo todo el proyecto. Para este economista, es cierto que las rigideces del mercado de trabajo ayudan a aumentar el número de desempleados, pero "ciertamente no son la única causa, ni incluso, la más importante". (Perils of unemployment, Financial Times). Mucho más decisiva fue la brutal disminución de inversiones experimentada entre mediados de los 70 y 1997 en laUnión Europea, mientras que en Estados Unidos se mantenía más o menos estable.

El problema es que ningún país de la UE puede aumentar individualmente sus tasas de inversión, primero porque Maastriclit prohíbe terminantemente sobrepasar el 3% de déficit público y, segundo, porque aunque fuera posible hacerlo sin rebasar ese límite, los resultados de esa política, con la fuerte demanda que desencadenaría, se traducirían en beneficios para otros países comunitarios y en problemas de balanza de pagos para el osado. Así que la única solución sería una política de inversión desarrollada por la propia Unión Europea en cuanto tal.

Modigliani acaba su artículo animando a "otra voces" a que se unan a su petición de una política europea de inversiones. Seguro que no le resultaría difícil obtener la firma del ex presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, que acompañó su proyecto de Unión Monetaria con un ahora olvidado programa de inversiones de la UE, o la del ex ministro de Trabajo del primer Gobierno Clinton, Robert Reich, quien aseguró hace poco en este mismo periódico que el empleo permanecerá en Europa en un punto muerto hasta que se ponga en marcha una política económica expansiva.

Pero, sin duda, son voces, insuficientes. Hay quizás una forma de que aquellos economistas y políticos que saben lo que está sucediendo, pero se lo callan, se animen a firmar bajo el artículo de Modigliani. Que los miles de parados franceses que se manifiestan estos días en la calle sepan también exactamente dónde deben poner su nombre: tras la exigencia de que el nacimiento del euro esté acompañado por la revitalización del Plan Delors o de un proyecto parecido. Es posible que, detrás de los sorprendentes franceses, empiecen a asomar las organizaciones sindicales e, incluso, algún político socialdemócrata. ¿Hay alguien aquí que quiera firmar debajo?

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