Un vendedor de la Gran Vía, detenido por el 'crimen del contenedor'
La muerte andaba por la Gran Vía de la mano de Ould Chelk. El hombre, un mauritano de 35 años que vendía tabaco y golosinas a la puerta de los grandes cines del centro, ha sido detenido como el supuesto autor del asesinato de Rosa Gabarre, de 32 años, cuyo cadáver fue descubierto el lunes pasado dentro de un paquete abandonado en la calle de Bárbara de Braganza. La policía también relaciona a Ould Chelk con la muerte de Yolanda V. R., de 24 años, cuyo cuerpo atado con una cuerda de esparto y envuelto en bolsas de plástico, mantas y cartones fue hallado en diciembre en la calle de Puebla (Centro). Ambas mujeres, toxicómanas y limosneras, coincidieron en su derrota por las calles de Centro con Ould Chelk; ambos cadáveres, atados y envueltos de forma similar, acaba ron en sendos contenedores. Ould Chelk vivía en un piso compartido del número 39 de la calle de Fuencarral. Su habitación, angosta y descolorida, daba a un patio interior. A ese cuarto de 25.000 pesetas al mes entraron Rosa y Chelk el 28 de febrero. Era viernes y los dos se abrazaban. No era la primera vez. Pero en esta ocasión, siempre según la versión policial, discutieron. Chelk la acusó de haberle robado 325.000 pesetas. Ella lo negaba. Él, con los puños, la golpeó hasta matarla. Luego puso el cuerpo en posición fetal, lo encintó, lo cubrió con telas y bolsas de basura y lo metió en una caja de cartón.Dos días con el cadáver
Dos días permaneció Chelk con el cadáver en la habitación. El lunes, finalmente, lo abandonó en un contenedor, junto al Tribunal Supremo. A las nueve de la mañana, unos obreros vieron la caja y avisaron a la policía. El juez de guardia ordenó su traslado al Instituto Anatómico Forense. El cadáver presentaba seis heridas contusas en la cabeza, con fractura en las partes derecha e izquierda. También mostraba cortes en una mano, presumiblemente por haberse defendido.
El primer paso del Grupo VI de Homicidios fue reconstruir los últimos días de Rosa. Sus familiares, incluido su marido, recordaron que la mujer pasaba las tardes en la Puerta del Sol con la mano extendida en busca de monedas. Por las noches, sobre las once, regresaba a su hogar, en La Celsa. La policía también consiguió una descripción del hombre que la acompañó la última vez que se la vio con vida.
El miércoles, a las doce, Chelk fue reconocido por los investigadores en la calle de Tudescos. Dijo llamarse Alí. En su oscura habitación fueron descubiertos restos de sangre, así como el carné de identidad y la tarjeta del Inem de la víctima.
"Él es inocente. Siempre se portó como un caballero conmigo; me traía la leche y el pan, me bajaba la basura y una vez que tuve un problema con un hombre, me ayudó", dijo ayer de Chelk una compañera de pensión. "Es un polisario que se refugió en Mauritania. Yo con él hablaba de política y de Europa. Jamás le vi violento", comentó otro compañero del detenido.
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