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Liaño intenta reconstruir papeles de Perote con el sargento que los destruyó

Javier Gómez de Liaño, titular del juzgado número uno de la Audiencia Nacional, intenta que el sargento que, por orden del coronel Juan Alberto Perote, microfilmó y destruyó en 1991 en el Cesid los documentos originales sobre la guerra sucia contra ETA le ayude a reconstruir su contenido. Este documentalista y una secretaria del Cesid, conocedora de tal destrucción, invocaron el secreto profesional hace una semana al ser interrogados en el caso Lasa-Zabala. El juez interroga hoy como testigo al jefe del Cesid, Javier Calderón.

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A falta de originales del Cesid sobre la guerra sucia, el testimonio de ambos es una posible vía que el juez intenta para reconstruir o legitimar las copias en papel de las microfichas que circulan fuera del Cesid. Su citación ha causado sorpresa en medios de la Audiencia Nacional y del Cesid, ya que ni el sargento ni la secretaria habían sido vinculados nunca al caso Lasa-Zabala ni sus nombres habían sido relacionados con los documentos secretos difundidos en la prensa por Perote. Por el contrario, su oscura labor burocrática era conocida sólo por personas estrechamente relacionadas con la Agrupación Operativa que dirigió el coronel encarcelado.Gómez de Liaño no pudo rentabilizar la batería de preguntas que tenía previstas, según fuentes jurídicas, dado que ambos funcionarios exhibieron un documento que recordaba su imposibilidad legal de declarar sobre materias secretas. Por su específico puesto en el Cesid, el interés judicial por ambos se interpreta en medios jurídicos que arranca del conocimiento o papel directo que tuvieron en la destrucción de los documentos originales de la guerra sucia hace cinco años. Estos hechos aparecen fielmente retratados en el sumario que instruye el juez togado Jesús Palomino, y del que ya tiene conocimiento el abogado de Perote y Mario Conde, Jesús Santaella.

En tomo a junio de 1995, un sargento de la Guardia Civil destinado en la secretaría de documentación de la Agrupación Operativa del Cesid recibió órdenes del jefe de la unidad, el entonces teniente coronel Juan Alberto Perote, para microfilmar y destruir cientos de informes y notas de la sección de Documentación de dicha unidad, incluidas las referentes a la guerra sucia. El funcionario no dudó en cumplir la orden del máximo jefe de la unidad, aunque se saltaba a sus superiores inmediatos -el jefe de la sección- y al número dos de la agrupación, el entonces comandante Pedro Herguedas Carpio-.

Irregularidades

El sargento, en una serie de jornadas, no tardó en triturar cuantos documentos le seleccionó Perote. La secretaria de la sección fue testigo de tan inusitada operación de limpieza. Esta acción suponía dos irregularidades: la destrucción de un informe del Cesid requiere el levantamiento de un acta, ya sea firmada por el jefe la unidad central de documentación o un interventor. La microfilmación de cualquier documento secreto precisa también una serie de controles: que se efectúe en la unidad central de documentación, que se levante acta y que quede una copia de la microficha para garantizar la fiabilidad y la conservación siempre de una copia. Nada de esto se hizo así. El sargento, ante la presión de Perote, omitió todos los controles De tal modo, que se trató de una microfilmación clandestina, carente de todo control.Destruidos todos los originales del archivo de la unidad, sucesivamente convertidos en microfichas, Perote fue sacando éstas su brepticiamente del centro. Sólo cuando el Cesid advirtió la fuga de información, Perote devolvió 1.200 microfichas. A partir de ahí, surgió el problema: El centro por falta de un correcto control de la documentación de la Agrupación Operativa, era incapaz de averiguar qué papeles trituró Perote. Sólo se sabía que había limpiado la despensa. Las microfichas, habían regresado, pero ¿cómo confirmar si se correspondían con los originales? Fácilmente se podría colar una microficha de un documento elaborado en el exterior.

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También cabía la sospecha de que Perote no hubiera devuelto todo el material microfilmado, con lo que el centro estaba huérfano no sólo de original, sino de su copia en celuloide. Así las cosas, ni Perote ni Cesid podían disponer ya de originales. Unos y otros sólo pueden acceder a copias de las microfichas, pero sólo Perote podría conocer si se trataba de una foto del original o un amaño. En algunos casos, ni siquiera el Cesid dispone de la microficha made in Perote, como en el caso Mengele (supuesta utilización de mendigos como cobayas).

Tanto este sargento como la secretaria ya fueron citados por el juez togado Jesús Palomino Yébenes, instructor del sumario contra Perote por robo de documentos, dado su conocimiento de tal destrucción de documentos ordenada por el coronel. Su invocación al secreto profesional ante Gómez de Liaño se ha traducido en la citación como testigo de Calderón, autor del escrito que ambos presentaron para justificar tal reserva profesional.

Este alto funcionario, amén de su cita de hoy ante el juez Javier Gómez de Liaño, debe comparecer también hoy mismo ante el magistrado Baltasar Garzón, que le imputa un delito de encubrimiento por no desvelar a qué miembros del Cesid corresponden cuatro sobrenombres publicados por El Mundo relacionados con la operación Mengele.

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