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Europa desnuda al Madrid

La Juve rácana y ramplona eliminó a un cuadro de Arsenio sin talla, carácter, estilo y decisión

José Sámano

Europa le viene grande al Madrid. Le falta talla, carácter, estilo y decisión. Justo los atributos que le condenaron en Turín ante un equipo rácano, nada perfumado en su juego y de corte muy ramplón. Suficiente para tragarse a un Madrid patético, pálido y desdibujado que pasó por el partido sin una brizna de fútbol, sin un ápice de hidalguía para virar la eliminatoria. Siempre fue un colectivo frágil y asustado. Sin nada que decir durante toda la noche, el peor Madrid soñado dio así un nuevo portazo a Europa, en una temporada que está a punto de precipitarle al vacío.En la grada juventina -donde todo es estentóreo- se juntaron dos centuriones del fútbol continental, pero en el campo sólo hubo cicatería. En la Juve, una devastadora tentación por atrincherarse, por un repliegue irritante desde donde adivinar alguna rendija para herir al adversario. El fútbol italiano hace años que legalizó el aburrimiento y casi todos sus equipos están acostumbrados a ganar sin jugar bien. Y esta Juve es un fiel exponente de la usura. En el Madrid sólo hubo impotencia.

Con ese fútbol barato, la vieja señora del calcio -un apellido ideal: a su paso nadie bizquearía en la Castellana-, se topó con un choque que le exigía una remontada. Cierta iniciativa y el balón. Y, ni así. Desde el primer suspiro escupió la pelota al Madrid y puso sobre la batalla su fútbol barato y se enclaustró en el burladero. El Madrid no supo qué hacer. Tardó un mundo en metabolizar el partido y, sobre todo, le faltó ese punto de excitación que exigía la cita. Exprimir el carácter heráldico que se le supone. Al menos eso dice la historia, por remota que sea.

Arsenio tuvo que coser sobre la marcha varios remiendos. A la falta de estilo que desde hace años azota al Madrid, despersonalizado por la diarrea de técnicos y el empacho de manuales que ha soportado, se sumaron algunas bajas inquietantes. A Arsenio se le mutiló el equipo por donde más le duele. Su sello está en el embudo del campo, en el paisaje de Hierro y Redondo, y tuvo que echar el lazo precipitadamente sobre Milla y Michel. Así, el equipo quedó decapitado para la presión hacia las bandas, como demanda Arsenio. También abrochado en la creación, expuesto a la cadencia anodina de Milla, y absolutamente vacío en la llegada al área.

Desde esa descomposición el Madrid intentó sobrevivir con la defensa adelantada. Se fue por la Juve al medio campo, con la intención de estrujar el escenario. Y los turineses sin inmutarse: en su guión sólo existe el pelotazo. Tan temoroso andaba el Madrid que sólo se ocupó del blindaje. Jamás exhibió otro argumento y siempre tuvo cara de perdedor.

Acongojado el Madrid, la Juve fue mascullando el partido. Sin aroma, pero con más decisión que su enemigo. Sólo Del Piero podía quitarle las telarañas. Y apareció Del Piero. Primero para medir a Cañizares. Después, para cachetear la pelota en la falta del primer gol. Exquisito su toque, suficiente para enviar al Madrid al garete. Ahí encontró el duelo su punto de inflexión: sin dibujar nada estridente la Juve ya tenía la igualada, había metido el encuentro en el congelador que tanto aprecia.

Era el turno del Madrid. Pero no estaba. Se advertía un equipo esposado, derretido, asfixiado en nube de azufre en un momento de decadencia total. Todos y' cada uno de sus jugadores dieron la sensación de tener un censor en las tripas, un abate que inmovilizaba cualquiera de sus movimientos. No estaba Laudrup y, mucho menos, Raúl. Triste, difuminado en el duelo de mayor altura en su corta carrera, el joven delantero selló su peor encuentro con la camiseta grande. ¡Ni un sólo remate a puerta en toda la noche¡ En realidad, sólo un tibio cabezazo de Alkorta en el primer tiempo y un disparo de Milla al filo de consumarse la tragedia consumieron los arreones ofensivos de los españoles. Fue un Madrid lánguido, blandito y acaramelado que dejó al descubierto su tono terminal. Está descuartizado en todás sus arterias y ya no siquiera tiene el remangue suficiente para soportar batallas pétreas. Nadie sabe sobre quién está nucleado, ni cuál es su estilo. Unos están al borde de la jubilación, otros a punto de la liquidación y otros muchos ni siquiera conocen su papel. Europa le dejó desnudo, fulminado por un equipo metalúrgico al que le valió el destajo para sentenciar con un gol de Padovano.

Se cumplieron así 30 años. de frustraciones europeas. Un trecho abismal, suficiente para desterrar de una vez la maniática insistencia de un sector del madridismo por bucear en el ombligo de una sala de trofeos continentales cada vez más roñosa. Sólo a partir de la sensatez, de la conciencia colectiva de un club que lleva tres décadas a la sombra de la élite, de la necesidad de un proyecto, se divisa un horizonte más despejado. Es hora de quitar el polvo de las vitrinas y preguntar a Gento si conoce a alguien que enterrara un sapo en el 66. Hasta entonces sólo queda soñar. Y si aprieta el insomnio pongan nombre a las ovejitas (Suker, Mijatovic). Hoy por hoy, Europa queda muy lejos.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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