_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

'Eurogal'

La correcta adecuación del hombre al medio exige un determinado porcentaje de suicidios. Por cansancio o por vergüenza, los hombres deciden, a veces, matarse, y esa actitud forma parte de un capítulo de la vida moral. En Menorca, según palabras de una nativa, cuando las gentes se cuelgan 0 se despeñan, los vecinos suelen elegir por todo' comentario: "Ja en tenia prou" (ya tenía bastante), que es un comentario sobrio, avezado. En Europa, recientemente, una catarata de suicidios ha afectado, en especial, a dos países: Italia y Francia. En el primero, y a causa de la revolución judicial, importantes financieros y algún segundón decideron irse, quizá porque estaban acabados los días de vino y rosas. En Francia, algún político y un grupo de filósofos decidieron añadir su suerte personal a la suerte de sus ideas en un bello gesto que encierra sin aspiración de respuesta las preguntas fundamentales.En España, por el contrario, en esa España de gentes apáticas y frías contra el tópico de Mérimée, así somos los españoles hoy, según el CIS-, el suicidio queda muy lejos de las opciones morales disponibles. La vergüenza existe, y diseminada, pero aquí no se suicida nadie. Aquí se ha preferido otro espacio común europeo: el del cinismo imperturbable. Imperturbable y transversal: en los últimos días, Jorge Semprún -que ha escrito sobre lo que es matar a un hombre-, Jordi Pujol -que ha sufrido la tortura a manos de la razón de Estado- y Manuel Fraga -sobre el que no me extenderé- coinciden en que los GAL fueron un asunto de impericia, mientras invocan con descomunal frialdad pedagógica una cierta tiniebla de Europa. Ese discurso de exculpación avanza imparable. Ya sólo Felipe González parece ajeno a él. No me hago ilusiones, sin embargo: ejercer de malvado puede repugnarle. Pero, sobre todo, debe repugnarle ser el responsable de tanta impericia, tan poco europea.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_