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¿Tienes costo?

El transporte de hachís desde Marruecos al consumidor eleva el precio del kilo de 30.000 pesetas a 500.000

Jorge A. Rodríguez

Unos 400.000 españoles fuman habitualmente hachís. La demanda es fuerte, el mercado amplio. Las redes de narcotráfico tienen que alimentarlo. Es un negocio ilegal multimillonario que provoca que cada kilo de hachís comprado al productor en Marruecos a unas 30.000 pesetas el kilo vaya elevando su precio hasta que en Madrid, por ejemplo, se venda a unas 230.000 pesetas, según la calidad. Y ya cuando se menudea, el gramo sube a 500 pesetas (medio millón el kilo). Esta droga se mueve desde las plantaciones del Rif o Ketama hacia España por redes perfectamente organizadas, con escalones bien delimitados, tarifas establecidas y rutas conocidas. Una línea que acaba en el camello callejero que pasa finalmente la barrita de costo (entre tres y cinco porros, menos de un gramo) a 500 pesetas. Es la droga iegal más barata.¿Tienes costo? Ésta es la pregunta que hacen a diario miles de consumidores a su proveedor habitual antes de cualquier compra de hachís. Es el último escalón de distribución de esta droga, que antes ha tenido un largo viaje, bien estudiado por las fuerzas de seguridad. Y hay un principio casi inamovible: a mayor distancia a recorrer, más cantidad de droga transportada. Hay que amortizar los viajes.

El principio de partida está en Marruecos, donde se calcula que hay plantadas unas 30.000 hectáreas de cannabis indiga, la planta de la que se extrae el hachís, que no es más que la resina de esta planta, prensada con polen y hoja. Cada agricultor marroquí dedicado a este cultivo suele tener su contacto con algún miembro de una red de narcos, generalmente establecido en Ceuta. Este contacto compra el kilo de hachís a unas 30.000 pesetas y se encarga de organizar el transporte hasta la costa -en camiones e incluso mulas-. El transportista cobra entre 5.000 y 10.000 pesetas por kilo.

Los cargamentos de hachís suelen llegar de noche a puntos discretos de la costa marroquí. A partir de ahí, las rutas de entrada se diversifican. La de mayor trasiego se concentra en la zona del Estrecho. En esta zona se registra un tráfico casi continuo de planeadoras (lanchas rápidas) y pateras que hacen frecuentes pases con entre 100 y 300 kilos de hachís. Las planeadoras, generalmente de organizaciones gibraltareñas, cobran un millón de pesetas por llevar la droga a las inmediaciones de Algeciras y Gibraltar. La distancia a recorrer es escasa.

La droga ya desembarcada es llevada rápida y sigilosamente a un almacen principal, donde cada kilo de hachís ha elevado ya su precio a unas 100.000 pesetas. El siguiente paso consiste en el traslado, en paquetes de unos 30 kilos, a almacenes secundarios, a los que acuden los camellos medianos a adquirir su mercancía: tienen que pagar ya a unas 170.000 pesetas. Luego a la carretera, en dobles fondos de coches, depósitos de gasolina trucados...

Los riesgos del transporte, la amenaza de una detención, hace subir el precio. Ya en cualquier ciudad, el penúltimo escalón tiene que pagar el kilo -según informes de enero pasado- a 230.000 pesetas. Y sigue subiendo, hasta que el consumidor viene a pagar 500 pesetas por gramo si compra por postura (pequeña cantidad en gramos) o el mismo dinero si lo compra en la calle en barritas.

Pero éste no es un camino único. Otra de las grandes rutas comienza con el cargamente de la droga, generalmente en pesqueros o yates, en la zona comprendida entre cabo Negro y la bahía de Alhucemas. Aquí los cargamentos suben: de 1.000 kilos para arriba. Los barcos suelen desembarcar en playas y puertos de Almería, costa levantina e incluso Barcelona. Es la llamada ruta oriental.

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La tercera gran ruta, la más importante en cantidades, se abre en cabo Espartel. El hachís se embarca en pesqueros y parte hacia, Huelva, Portugal y Galicia. Aquí el peso sube: entre 2.000 y 10.000 kilos de chocolate. Unos viajes organizados por redes gallegas o por residentes extranjeros en la costa, con rumbo a Europa en la mayoría de los casos.

Y todo esto sin contar el costo que viaja en camiones TIR en los ferrys que unen España con Marruecos y que generalmente se destina a Europa.

Excursiones de "culeros"

Los rayos X han acabado con el negocio del culero. Los viajes de cientos de españoles que bajaban al moro para traer hachís oculto en el ano o la vagina prácticamente han desaparecido desde que en casi todas las aduanas que registran tráfico de pasajeros con Marruecos se han instalado aparatos de ue radiografía. Antes de eso, algunas redes de narcotráfico habían llegado a fletar autobuses, en los que embarcaban a supuestos excursionistas que viajaban hacia Ceuta para venir con el cuerpo relleno de chocolate.Ya en esta ciudad, el culero acudía a la vivienda de algún traficante, generalmente residente en alguno de los barrios chabolistas, y comenzaban una penosa tarea. Los hombres solían introducirse por el ano bolas de hachís, untadas en vaselina.

Las mujeres se introducían cilindros de droga por la vagina y algunas bolas en el ano. Se conocen casos de algunas mujeres que llegaban a introducirse medio kilo en la vagina y 250 gramos en el ano.

Era una operación dolorosa pero que, una vez con la droga en España, reportaba beneficios. Hubo una época en España en que la frase "huele a culo" se asociaba a la idea de que el hachís era de calidad.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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