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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ruptura yugoslava

DURANTE AÑOS se dijo que lo único que mantenía a Yugoslavia unida era el carisma del mariscal Tito; se sobreentendía que el cemento que tapaba las fisuras era suministrado por el partido comunista y el Ejército. Muerto el viejo líder, y descompuesto el sistema comunista, han vuelto a aflorar en el país las tensiones étnicas, es decir, nacionalistas. A principio de 1990 se produjo una sangrienta intervención del Ejército en la provincia serbia de Kosovo, poblada en su mayoría por albaneses que pretendían librarse de la demagogia del líder nacionalista serbio Slobodan Milosevic. Es probable que al Ejército no le hayan quedado muchas ganas de intervenir en los asuntos internos; lo que sí es seguro es que los simultáneos esfuerzos democratizadores y líberalizadores de Eslovenia, la república más rica de la federación yugoslava, aun suscitando las iras de Serbia, concitaron las simpatías inmediatas y el apoyo mimético de otras nacionalidades yugoslavas (Croacia, Bosnia, Macedonia).Las elecciones celebradas en Eslovenia, en abril, dieron el poder a la oposición democrática -democristianos, nacionalistas, socialdemócratas y verdes-. El pasado martes, su Parlamento aprobó el principio de soberanía de las leyes locales sobre las federales, es decir, el germen de la independencia en una futura confederación yugoslava. Al mismo tiempo, el Parlamento de Kosovo -de mayoría albanesa- declaraba su independencia de Serbia, cuyo Gobierno se ha apresurado a condenarla por "ilegal". Era la respuesta al referéndum celebrado en Serbia el pasado fin de semana y convocado por Milosevic para imponer una nueva Constitución rígidamente unitaria. Una actitud y otra son los dos únicos polos posibles en torno a los que gira el futuro de Yugoslavia: la desintegración o la confederación, lo que algunos definen como optar entre Líbano o Suiza.

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