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Reportaje:

Olga Gallego Domínguez

La primera mujer que accede a la Real Academia Gallega

Olga Gallego Domínguez, una experta en archivos e investigación histórica, ha sido designada recientemente miembro de la Real Academia Gallega, hecho que la convierte en la primera mujer que accede a esta institución. Su entrada no ha sido una irrupción polémica a lo Marguerite Yourcenar, ni ha causado apenas el revuelo de la novedad; ocupó uno de los 40 sillones académicos de una forma tan callada y casi tan anónima como su labor diaria en el Archivo Histórico Provincial de Orense, que dirige. "Yo no soy una artista de cine o una vedette", justifica, "sólo soy una profesional, y una profesional vieja".

A esta funcionaria del Cuerpo de Archiveros, que define su profesión como "historiadores al margen" o "preparadores de fuentes", la designación le supuso, en palabras de un amigo, " casi un disgusto". Hace años, el académico Xesús Ferro Couselo, su mestro, le insinuó la posibilidad, "y yo le contesté que eso era cosa de hombres", dice, sonriendo. Olga Gallego nació en Orense hace 63 años, lo que no impide al etriógrafo Xaquín Lourenzo, superviviente de la xeneración Nós, referirse a ella como "una rapaza extraordinariamente preparada" y calificar su dedicación de "relativamente reciente". Hija de una conocida familia orensana, no recibió en su época el aliento intelectual que habían dado y darían a la ciudad gentes como Otero Pedrayo o Vicente Risco. "Era una chica normal que no vivía en aquellos ambientes", explica. Fue al acabar la licenciatura de Filosofía y Letras en Santiago de Compostela cuando le nacieron los "deseos de aprender" que todavía mantiene. El interés por la paleografia y el conocer a Ferro Couselo "hicieron que me identificase con el mundo de los archivos y que viese que quería dedicarme a ellos". Ingresó en el Cuerpo de Archiveros en 1958 y estuvo 11 años, "un tanto desorientada", ordenando expedientes de Hacienda en Vigo, hasta que logró volver a Orense, a suceder a Couselo en el Archivo Histórico Provincial.Desde aquella fecha, hace 17 años, Olga Gallego dedica prácticamente todo el día a conseguir, acomodar, sistematizar, investigar y facilitar a público e investigadores fondos documentales. "Una vida bastante monótona y a la vez absorbente", considera, "que me deja libre únicamente el tiempo de tomar un café con los amigos". En esos años ha editado, en publicaciones especializadas, varios trabajos de investigación referidos en su mayoría a Orense. Es también bibliotecaria de la Fundación Otero Pedrayo y, en otro orden de cosas, considera que ser soltera le ha ayudado a dedicarse a fondo en su trabajo. La Real Academia Gallega, cuyo primer presidente fue Manuel Murguía, marido de Rosalía de Castro, y que tiene su sede en la antigua mansión de Emilia Pardo Bazán, no la ha designado como superación de una asignatura pendiente o para una hipotética puesta al día. En 1924 fue la primera academia peninsular que nombró a una mujer, la escritora coruñesa Francisca Herrera, que falleció antes de pronunciar el discurso de ingreso. Sin embargo, desde hace algún tiempo, sectores de la cultura gallega acusan a la institución de cierta laxitud existencial, que le ha impedido cumplir en sus 81 años de vida objetivos fundacionales como la elaboración y edición de un diccionario y una gramática oficiales de la lengua gallega. Ella quita hierro a estas acusaciones: "Hay que tener en en cuenta que el número de miembros es reducido, y sobre todo que no hay medios".

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