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La nueva polícia

El paso de un modelo de policía, perteneciente a un Estado autoritario, a un modelo correspondiente a un Estado democrático y plural, lleva una serie de transformaciones en los modos de pensar, actuar y dirigir, que exigen un riguroso y exquisito estudio de la estructura a la que se quiere llegar, sin olvidar lo que se posee.Ambas estructuras tienen un planteamiento filosófico e, incluso moral, definidores de sus fines, conllevando un modo de comportamiento de sus miembros. En un Estado autoritario la policía tiene como fin primordial representar al poder establecido y corregir toda desviación ideológica, es decir, se premia y estimula todo tipo de comportamiento que signifique una exaltación del verticalismo social, admitiendo el empleo de violencia, considerada lícita hasta extremos inauditos. También se premia toda conducta que signifique delación ideológica y control sobre el pensamiento e idearios ajenos.

En un Estado de democracia pluralista, precisamente, lo que se estimulaba y premiaba en el Estado autoritario es aborrecido. La policía no tiene como fin representar a ningún tipo de concepción ideológica, sino el hacer que se toleren y respeten unos principios de convivencia. La sociedad deja su concepción vertical para pasar a una horizontal con alternancia y control del detentador del poder. Se elevan los listones de lo ético. No interesan mas que los hechos de violencia estricta o aquéllos que objetivamente, de forma ineludible, conducen a la misma. La policía pasa a realizar un servicio social, en vez de representar la fuerza bruta de la autoridad.

Tres niveles

Con estos fines, la estructura policial tiene que cambiar notoriamente. El policía pasa a ser un elemento de ayuda y resolución de problemática ciudadana, en vez de la fuerza encargada de imponer los criterios del detentador del poder. El servicio policial se sirve de una constante acción directa y personal de los miembros de los distintos cuerpos o escalas.

Una estructura mínimamente organizada, a estos fines, necesita tres niveles de actividad. En el primero se sitúa todo el entramado de la protección y seguridad ciudadana, necesitando, ante todo, de hombres y medios técnicos, especialmente comunicaciones y transportes, en cantidad más que calidad. Atiende al ciudadano necesitado de asistencia, ayuda y atención, en problemas cotidianos, de fricción o enfrentamiento con su entorno, en sentido amplio. Adquiere la forma del patrullero, la policía de barrio y otros similares, con un contacto directo policía-ciudadano, así como confianza mutua. La actividad policial se basa, principalmente, en el saber estar, conociendo la infraestructura de servicios, necesarios y útiles, para atender la demanda de cualquier urgencia, al mismo tiempo que su presencia sirve de elemento disuasor en las actividades asociales, públicamente reprobables, con sanción penal y administrativa.

El segundo nivel de la actividad policial viene determinado por la acción, en gran medida reservada, sobre los perturbadores de la convivencia, sobre los portadores de virus sociales. Necesita de unas cualidades investigadoras que se materializan en el método, el rigor, la paciencia y el anonimato, mucho más allá de la pesquisa que se realiza en el primer nivel. Maneja la investigación de los hechos delictivos aportando pruebas objetivas ante los tribunales de justicia. Pruebas conducentes al esclarecimiento de hechos dañinos al cuerpo social, para que sean enjuiciados por el poder judicial. Colaboran en el establecimiento de unas Cotas superiores de paz social y seguridad ciudadana, no garantizable por la acción exclusiva del primer nivel. Es decir, cuando se rompe la seguridad ciudadana, pese a la acción del primer nivel, se hace necesario el restablecimiento de la misma actuando sobre los elementos disociadores y reparando a las víctimas, por ejemplo, en los delitos contra la propiedad, esclareciendo el hecho y sus circunstancias, al mismo, tiempo que se devuelve lo ilícitamente adquirido a su legítimo propietario. Es una actividad que necesita una mayor formación en el que desempeña la actividad.

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El tercer nivel tiene la finalidad, primordial, de coordinar, dirigir y estimular los otros dos. Por otro lado, lleva el peso de aportaciones científicas y rigurosas, en los programas de prevención, así como una serie de actividades que posibilitan una acción coordinada, coherente y directamente dirigida a sus objetivos de aumento de la seguridad ciudadana. Una policía no puede funcionar si adolece de falta de organización en sus medios técnicos, de falta de previsión en sus objetivos, de finalidades oscuras en la elaboración de sus datos (estadísticas preferentemente), o finalidades no definidas. Para llegar al comportamiento asocial se dan muchos pasos previos, ya que no se nace delincuente. Aquí es donde se debe actuar desde este nivel, colaborando con otros estamentos o instrumentos sociales, intercambiando datos y opiniones, asesorándose mutuamente, en la convicción de que la seguridad se gana por la solidaridad y la actividad coordinada de la sociedad en general, siendo la policía, solamente, un elemento disuasor activo, todo lo cualificado que se quiera, pero un simple elemento.

Protección ciudadana y control social

En un Estado autoritario, donde el ciudadano no es más que un eslabón, eslabón al que hay que dirigir, dominar y meter en cintura, la policía tiene la finalidad de control. Todo lo que sea aportar dominio sobre otro es adecuado, creándose una serie de reinos de Taifa, donde el que tiene más fuerza tiene más razón, donde policía, garante de las libertades públicas, se entremezcla con una serie de servicios, peligrosos para el cuerpo social, sin llegar a distinguir dónde empieza uno y dónde acaba otro, dónde se está luchando por la seguridad del Estado y dónde se está manipulando por ideales privados, dónde existe protección ciudadana y dónde existe control social, etcétera.

La policía que heredamos partió de un esquema autoritario, estando su actual estructura a mitad de camino entre un modelo autoritario y uno demográfico. No existe una división clara de actividades, según los tres niveles; no obstante se realiza algunas veces, dentro de una nebulosa de corporaciones, que actúan, en gran medida, con otros baremos, relaciones con la situación personal de sus componentes.

En el momento actual, las estructuras heredadas hacen que todos tengan que servir para todo, con la falta de cualificación que significa, por fallo o inexistencia de lo que debiera ser el tercer nivel, ya que se entra en el mismo por permanencia en el segundo nivel o en el primero, como extensión de los mismos, en una lícita promoción personal, pero errónea política funcionarial. El sistema crea unas graves disonancias, por incomprensión de la actividad nueva y totalmente distinta, por envejecimiento de sus componentes y una larga lista de concausas.

Uno de los problemas graves que heredamos tiene su materialización en los múltiples sistemas de información, no diferenciados de otras actividades, que compiten entre sí, como compiten las distintas corporaciones en persecución de lo vistoso, abandonando actividades pacientes, por falta de visión, en el sentido de que donde realmente se cristaliza una actividad seria es en su historia, y no en sus accidentes. El policía que está allí donde puede disuadir no es apreciado, dado el movimiento de opinión pública, artificialmente provocado, Por la culminación de servicios esclarecedores de hechos no disuadidos en su momento.

La necesidad de jerarquía, que debe ser exclusivamente funcional, tendente a la evitación de hipotéticas corrupciones o corruptelas y a la organización del servicio, ya que los conocimientos profesionales están implícitos, se encuentra totalmente desviada de sus verdaderos fines y aparece como intromisión en la vida privada, como interceptación en los normales canales de comunicación e intercambio en doble dirección, dirección-ejecución y ejecución-dirección, sirviendo, exclusivamente, como control interno, sobre idearios, pensamiento, etcétera, con lo que implica de negatividad para resolver problemas reales, intercambiar comunicación y datos y, en definitiva, perfeccionar un servicio que por su naturaleza, en más de un 90%, es relación personal ciudadano-policía, y no ciudadano-estructura policial, como se planteaba y plantea en un Estado autoritario.

Un problema sumamente importante es la formación ética de los integrantes de los distintos cuerpos en los que se impone un desarrollo visceral de carácter corporativo. De los seis estadios morales, ya clásicos, los componentes de la policía se mueven, por herencia y conciencia, en un nivel medio de moral convencional, es decir, consideran su profesión como un sistema de situaciones y papeles que se materializan en lo bueno-malo, legal-ilegal, policía-no policía, etcétera, en vez de plantear un nivel de moral posconvencional, con la clara delimitación de principios éticos universales, que permitan ver a los ciudadanos como fines en sí mismos. Ello significaría un tratamiento radicalmente distinto del ciudadano y de la relación policía-ciudadano.

Jesús María Corral Gómez es inspector del Cuerpo Superior de Policía y secretario de relaciones de USP.

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